Aquel 15 de marzo estará grabado en la memoria de todos los sevillistas que, desde sus casas, o incluso desde el estadio RSC Olympiyskiy (algunos valientes se atrevieron a coger las maletas y acompañar al equipo hasta la fría Ucrania), veían como su equipo entraba en el tiempo de descuento y estaba a tan solo cinco minutos de despedirse de la copa que habían ganado el año anterior en Eindhoven.

Lo más doloroso de aquel partido no fue el estar eliminado en el minuto 83 tras el gol de Elano, sino el primer gol de los ucranianos que Matuzalen subió al marcador con un remate de escorpión que metió nada menos que por la escuadra y dejo a Palop haciendo literalmente la estatua. Lo peor para los locales fue ver como el meta valenciano del Sevilla en el 94 llevaba a los hispalenses en volandas hacía la prórroga de aquel agónico partido.

Esta historia es la que todos recuerdan, el nombramiento por parte de los aficionados sevillistas de “San Andrés Palop”. La otra historia es la que no se cuenta, la de una prorroga muy dura que no se decidía y tenía en vilo a todo Donetsk y toda Sevilla, hasta que en el minuto 105+1 Chevantón marcó un gol crucial para poder volver a levantar la copa meses más adelante en Glasgow ante el Espanyol de Barcelona.

El momento previo fue una buena jugada del inolvidable 10, Luis Fabiano; por la derecha que ve como su compañero de equipo entra como una exhalación y libre de marca en el área y se planta en frente del área chica, el brasileño le regaló al uruguayo un preciso pase que no dudo en aprovechar batiendo al portero y dejando así sentenciada la eliminatoria. Es cierto que el héroe de la noche fue Palop, pero sin Chevantón y sus goles el Sevilla no habría pasado de esta ronda, ni habría podido llegar a dónde llegó.