Llegaba el Sporting al Benito Villamarín con escasas opciones de ascenso directo. Debía vencer y esperar que el Girona se dejase algún punto en casa contra el Lugo, que no se jugaba nada. Cualquier otro equipo, cualquier otra afición, comenzaría a pensar en el playoff, en los posibles rivales y en las fechas que apenas unos días antes había publicado la Liga de Fútbol Profesional, con poco margen de actuación para la organización de viajes. Pero el Sporting y sus aficionados se agarraban a ese clavo ardiendo, a ese escaso porcentaje de esperanza tras una temporada llena de baches. Más de dos mil aficionados se desplazaron a tierras hispalenses para alentar a los suyos, conscientes de que pasase lo que pasase en el Villamarín, el equipo se merecía un enorme aplauso por la gran temporada realizada.

Arrancó la primera temporada al completo de Abelardo en el banquillo con el primer contrapie: la sanción por parte de la LFP sin poder fichar por las deudas con Hacienda. De nuevo la mala gestión administrativa del club interfería en el plano deportivo. Pero Abelardo, que conocía la buena generación que había en el filial, decidió que más vale cantera que cartera, dando la oportunidad a jugadores que apenas habían entrenado antes con el primer equipo. Recuperó a jugadores como Isma López, al que inicialmente había indicado que no contaba con él, adaptándole al puesto de lateral izquierdo, sin olvidar su polivalencia para poder jugar hasta de mediapunta. Introdujo paulatinamente en la dinámica del equipo a Jorge Meré, con apenas 17 años. Un sinfín de motivos que tenían su epicentro en la tarde del domingo en Sevilla, ante un equipo con el que le une una gran relación.

Guerrero abría el marcador a los veintitrés minutos, pero el Sporting debía anotar un gol más si quería superar la diferencia de goles del Girona, con el que había empatado los dos enfrentamientos directos. Pero las malas noticias llegaban desde Montilivi al filo del descanso, con el tanto local que ponía aún más difíciles las cosas al Sporting. Pero el equipo no bajó los brazos, quiso realizar su trabajo y esperar a que llegase la buena nueva desde Montilivi. Jony e Isma López cerraban el encuentro en ocho minutos y todos estaban pendientes de la radio, de esos carruseles a la antigua usanza con ocho partidos disputándose al mismo tiempo.

Y la buena noticia llegó, el Lugo empataba en el último minuto y el Sporting estaba en Primera División. Pero, como buen equipo sufridor, tenían que esperar un poco más para celebrar el ascenso, tras un gol anulado al Girona por fuera de juego el partido se había suspendido, por recibir uno de los asistentes un botellazo. Todo parecía concluido pero el árbitro del encuentro quiso darle más emoción a la gesta rojiblanca y decidió que se disputasen los últimos cuarenta segundos. Todos los jugadores sportinguistas se encontraban expectantes en el terreno de juego, con las gradas semi vacías, tan sólo la grada visitante, la esquina donde cientos de aficionados se encontraban con el alma en vilo, rozando con la punta de los dedos un ascenso con el que nadie contaba en el mes de agosto.

Sonó el pitido final en Girona y rápidamente se propagó la noticia a Sevilla, al Benito Villamarín. Comenzó la fiesta del Sporting sobre el césped, con la afición desplazada.

Decenas de personas se acercaban a celebrarlo con él, con la estatua que rinde homenaje a la persona que trajo el último ascenso a Gijón, Manuel Preciado.

Lágrimas de emoción, saltos, fotos...la adrenalina corría entre jugadores y cuerpo técnico, manteo a Abelardo incluido. Se desataba la locura en Gijón, en la plaza del Marqués donde se había colocado una pantalla gigante para congregar a los aficionados. Al lado de la estatua de Pelayo, esa que siempre viste los colores rojiblancos cuando se celebra un día grande. Y al otro lado de la ciudad, decenas de personas se acercaban a celebrarlo con él, con la estatua que rinde homenaje a la persona que trajo el último ascenso a Gijón, Manuel Preciado.

Casualidades de la vida, el día del ascenso coincide con el tercer aniversario de la noticia de su muerte, que sacudió al mundo del fútbol un siete de junio de 2012, cuando se conoció que Manolo había fallecido la noche anterior. Nadie se quiso olvidar de aquel hombre que un día levantó a una afición dormida, que devolvió la ilusión a Gijón. Igual que nadie olvidará a este grupo de jugadores que han dado la sorpresa y, desde la inexperiencia, han demostrado que en el fútbol, la motivación y la confianza son dos factores muy importantes. Un equipo que ha despertado el orgullo de una ciudad, de una región.