Si tenemos en cuenta que la localidad jarrera tiene un censo de población de 11.536 personas según datos de 2014, y que el estadio del Pontevedra, Pasarón, registró ayer una gran entrada recibiendo a 12.000 aficionados, cualquiera diría que eran los riojanos los que llegaban con ventaja al encuentro disputado en la ciudad gallega.

Dos autobuses partirían a las 6 de la madrugada desde Haro en búsqueda de ese ascenso que tantas veces se había escapado, y no precisamente por ser favoritos a él, simplemente por lucharlo. Los aficionados que se subían a los autocares recordaban con malas caras lo sucedido hace ya cinco años en Yecla, Murcia, cuando una tanda de penaltis evitó el ascenso soñado a la división de bronce del fútbol español.

Lo que durante este trayecto se viviría es el auténtico fútbol, y no ese que busca empresarios rusos, chinos o árabes para inventir en un club y poder adquirir a la estrella de turno. El verdadero deporte rey se vive en su más pura esencia con situaciones como esta, sin menospreciar a categorías más elevadas donde se habla de tener 90 millones de presupuesto como "poco dinero", mientras que clubes de tercera división pelean por un ascenso teniendo un balance económico de 90.000€, siendo además el propio club junto con el ayuntamiento de la localidad el que ayuda a financiar a los aficionados el viaje, abaratando los costes.

Aficionados jarreros en Pontevedra. Foto de vavel.com

Tras 8 horas bastante largas de viaje, se llegó al estadio de Pasarón a la hora de comer. Cargados de ilusión, y de vino, por hacer honor a la tierra, los riojanos se darían una vuelta por las cercanías para conocer un poco más una ciudad desconocida para ellos y de paso aprovechar para comer. El clásico 'kalimotxo' previo al partido y los nervios que este evento conlleva, con todas las especulaciones posibles. "¿Y si marcamos pronto?" "Hay que aguantar el resultado los primeros 60 minutos y son nuestros", contando con el marcador de la ida (1-0 favorable al Haro).

Tras todo esto, quedaron 90 minutos para el olvido y fotografías publicadas en distintos diarios que ningún aficionado visitante quiere rememorar. Escenas de lágrimas, donde los más pequeños, los no tan niños y los más mayores lloraban abrazados entre si y con los jugadores en uno de los momentos más difíciles que ha vivido el club en estos años.

Se mezclaron, tras el pitido final, sentimientos muy lejanos en el campo. Lágrimas en ambos bandos, pero por motivos muy dispares. Saltaban corriendo y con gran merecimiento los aficionados locales a buscar a sus héroes, que corrían hacia ellos también. Por su parte, caídos en el campo y rotos entre lágrimas, los jugadores del Haro buscaban una explicación a lo sucedido, y es que, pese a dar el 100%, el fútbol los había vuelto a dejar en la cuneta del éxito a escasos metros de la meta.

Jugadores como Jon Gómez recordaban después los sueños de sus familiares, en este caso su abuelo, queriendo que éste fuese futbolista de la localidad. El fútbol volvió a mostrar su cara más amarga al Haro Deportivo, club de una pequeña localidad en el que sus jugadores, en palabras de Javi Pérez, portero, a La Voz de Galicia, reconocen jugar por amor a este deporte. Comprensible, teniendo en cuenta que nadie juega en dicho club por dinero.

Como nota alegre del encuentro para los visitantes queda el buen recuerdo que los aficionados de Pontevedra afirmaron, tendrán de ellos. Buena relación al acabar el encuentro, con la población local animando a jugadores y aficionados visitantes en una demostración de que el deporte rey sigue siendo el rey por instantes así.