es defeHay días en los que es mejor no levantarse de la cama. Que parece que hay alguien haciendo lo imposible para que la suerte te dé la espalda. Días en los que el fútbol parece ser el demonio hecho deporte y te lamentas de amarlo hasta tal punto de proferir frases del tipo: “No quiero saber nada más de esto”. Sabes que no es verdad. Que domingo a domingo volverás a ocupar tu butaca ilusionado con ver una gran victoria de tu equipo. Pero, en caliente, tratas de soltar con estas palabras toda la rabia encadenada en tus adentros.

El prólogo de la crónica va dirigido a la sufrida afición del San Fernando. La misma que hoy afrontaba el choque sabiendo que su equipo debía ganar sí o sí para no perder el liderato que el Córdoba B había alcanzado ganando horas antes al Ceuta. El Cabecense era un lobo con piel de cordero y lo demostró en un terreno de juego en el que era más fácil plantar patatas, tomates o lechugas que rasear el esférico.

Todo ello quedó claro en el primer minuto de juego. A partir de ahí, las tácticas sufrieron un vuelco descomunal. Sí, tan pronto que incluso alguno debía estar todavía buscando aparcamiento o sacando su carnet de la cartera para acceder al estadio. Noventa segundos después del pitido inicial, el colegiado Gómez Abad no tuvo reparos en silbar otra vez ante la estupefacción de todos los presentes.

Diez minutos de caos

Un centro de Pulet desde la derecha y una aparente disputa entre Ceballos y Emilio le bastó al onubense para señalar penalti y mostrar la cartulina al lateral azulino. Comienzo soñado y arranque de pesadilla, según el punto desde el que se mire. Jesús Mari no perdonó una opción tan clara para dar la sorpresa en el feudo del líder. El Cabecense se adelantaba en el marcador de Bahía Sur. Al San Fernando le tocaba remar contracorriente.

Gómez Abad señaló un penalti en el primer minuto y expulsó a Ceballos en el 10'

Las quejas del respetable comenzaban a escucharse, pero esta vez, no tenían como objetivo abroncar a su equipo, sino reprender la actuación del árbitro que, ni corto ni perezoso, mandó a la ducha a Sergio Ceballos a los diez minutos de juego. El San Fernando, dicho esto, se despertó zarandeado por las circunstancias, como si un remolino hubiese sacudido sus cimientos.

Sin embargo, y haciendo honor a Helenio Herrera, la expulsión le vino bien al cuadro de un Masegosa que hoy se comía las uñas en el palco. Ñoño estaba enchufado y eso, casi siempre, es sinónimo de éxito. Prueba de ello es que, en plena efervescencia azulina, el cañaílla aprovechó una prolongación de Edgar para marcharse en carrera de su par y, cual correcaminos, quebrar a un Revuelta rendido ya y establecer la igualada.

El extremo azulino lo celebró con rabia, con coraje. Era la personificación del estado anímico del Club Deportivo en ese momento. El San Fernando quería más y, quizás por ello, chocó la decisión de Masegosa de guardar la ropa. Francis, que tan solo había tenido tiempo de estrellar una falta en la barrera, dejaba su lugar en el campo a Gabi. El ubriqueño tenía clara su misión: ocupar el lateral derecho que estaba huérfano sin Ceballos. A toro pasado, decisión errónea. Ya saben que lo que funciona no se toca.

Ñoño celebra el empate a uno. Foto: José Cabeza.

La entrada del ubriqueño permitió al Cabecense imponer su ley en el centro del campo. Los sevillanos, muy fuertes en las contras, veían una autopista en la medular para iniciar sus ataques. Para colmo, Emilio hizo sufrir lo indecible a un recién entrado al que le costó entrar, como es lógico, en la dinámica del encuentro.

Tati & Ñoño S.L.

El San Fernando perdió el control de la contienda. Se cortó la inercia positiva y Jesús Mari estuvo a punto de lograr su segundo gol del choque pasada la media hora si no se hubiese dormido ante Fran. A pesar de todo, las diabluras de Ñoño por la banda derecha daban al encuentro esa pizca de electricidad que siempre gusta al aficionado y que, por desgracia para los isleños, no tuvo Edgar en la última jugada antes del descanso.

El killer madrileño emuló a Ñoño y se lanzó en carrera a la espalda de la retaguardia sevillana. Lo hizo todo bien, excepto la finalización. Cachana evitó el gol anticipándose al disparo, al igual que Revuelta desvió un duro disparo de Ñoño tras una bonita pared con Tati. El líder no tenía su día, estaba claro, pero sí que contaba con la magia del propio Ñoño y de un ex Primera como Tati Maldonado.

Tati anotó el 2-1 con una volea imparable

Esa magia que tienen los grandes y que pueden decidir partidos. Al minuto del segundo tiempo, Tati provocó una sonrisa de admiración en las gradas azulinas. El motivo era bien simple. Saque de banda desde la derecha, prolongación de Edgar con la testa y volea tremenda del cañaílla al palo largo del arquero. Imparable. Golazo. 2-1. Lo más difícil estaba hecho. Los gestos de Manolo Luque, míster del Cabecense eran claros: “¿Qué ha pasado?”, preguntaba a sus hombres.

Tati celebra el 2-1. Foto: José Cabeza

Fueron los mejores minutos del conjunto local. Lo dicho. Con Tati y Ñoño inspirados, el fútbol se hace mucho más fácil. Pero había algo que fallaba. La sentencia. El tercero no llegaba y Jesús Mari hizo daño al larguero defendido por Fran con un zapatazo que culminaba una buena jugada del Cabecense. Era solo un aviso. Los rojinegros no iban a pasearse pidiendo clemencia. Querían sorprender.

Y lo hicieron, aunque repitieron la fórmula del primer minuto de juego para anotar el. Justo después de que Cachana evitase en boca de gol la sentencia de Tati, el recién entrado Reguera ingresaba en el área local y Edgar, en labores defensivas, llegaba tarde al cruce. A Gómez Abad no le tembló el pulso. Y a Jesús Mari tampoco el pie. Dos a dos.

Sin chispa

A partir de aquí, el San Fernando fue un quiero y no puedo. Acusando la inferioridad numérica, los azulinos esperaban una ayuda divina. Que la lógica se impusiera sin tener que emplearse a fondo porque, simple y llanamente, no había fuerzas para más. La ocasión más clara fue otra vez de Tati, que no pudo aprovechar una melé en el área tras una nueva jugada diabólica de Ñoño por la banda.

Amarito, en uno de sus múltiples duelos aéreos. Foto: José Cabeza

Era un querer y no poder. Y en estas situaciones, el balonazo largo se convierte en un arma esencial. Por eso sonó a contradicción la salida del campo de un Edgar que las estaba ganando todas por arriba. En su lugar, otro madrileño, Dani Martínez, trató sin suerte de imprimirle velocidad a un choque desgraciado para su equipo.

Pulet remató a un San Fernando fundido y sin ideas en la recta final

Velocidad. Precisamente, la principal característica futbolística del joven rojinegro Pulet. Un sprint le bastó al extremo para dar la victoria al Cabecense. Centro desde la derecha, excesiva confianza de la zaga azulina y remate a la red. 2-3. Bahía Sur, helado ante los gritos de euforia del banquillo visitante.

Y nada más. José Mari por Jorge fue la última bala azulina. Los pupilos de Masegosa, en total estado de shock fueron incapaces de inquietar a Revuelta ni una sola vez en los diez minutos finales. El Cabecense hizo lo mínimo, pero fue correcto. Aprovechó sus opciones y supo leer y sacar rendimiento a su superioridad. Desgastó a un San Fernando desesperado y ansioso, al que le dio igual que Cachana fuera expulsado en el 85’.

Estaba claro que hoy no era el día del líder. Y, por eso, el Club Deportivo perdió esa condición. Habrá que ver si en Rota, la próxima semana, es capaz de recomponerse y dar por fin ese golpe de efecto que tanto necesita. De momento, hoy la afición azulina clama al cielo su desdicha: “¡Maldito fútbol!