Cinco partidos. Más de 450 minutos jugados. Y solo dos goles. Esos son los registros del conjunto amarillo en los encuentros comprendidos entre las jornadas 6 y 10 de competición en lo que respecta a la faceta más importante de este maravilloso deporte que es el fútbol. Y lo que es más llamativo: esos dos goles se han logrado antes las entidades más díficiles a las que se puede enfrentar, no un equipo español ni europeo (que también), sino cualquier plantilla del mundo: ante el FC Barcelona y el Real Madrid.

Algo sorprendente en todos los sentidos, puesto que ante equipos como la SD Eibar o el Getafe, cuyas defensas son mucho más débiles que las de los dos monstruos del fútbol español, no se consiguió anotar ningún tanto. Ni siquiera se llegaron a crear suficientes ocasiones como para alcanzar tal premio, sobre todo ante el equipo del sur de Madrid, en el que se mostró una pobre imagen tanto en el juego ofensivo como defensivo.

Por su parte, en la jornada 9 ante el Villarreal, a pesar de que se mostró una cara totalmente diferente, con una idea de juego que, para el poco tiempo que ha tenido Setién de implantarla en sus jugadores, funcionó a la perfección hasta el punto de que el equipo castellonense no pudo desarrollar ese fútbol vistoso que le caracteriza, seguía evidenciándose esa falta de gol, la cual está siendo una de las principales carencias de Las Palmas en este regreso a la máxima categoría. Una falta de gol que se ha acentuado en estas últimas seis semanas con respecto a las primeras cinco citas, en las que se anotaron cinco de los siete goles que poseen a favor los grancanarios.

Cinco de los siete goles a favor se lograron en las cinco primeras jornadas. Siete goles a favor que hacen que Las Palmas solo esté por encima de Levante (seis) y Málaga (cinco) como equipo menos goleador de la Liga BBVA

Como se ha dicho con anterioridad, fue ante los dos grandes del fútbol nacional contra los cuales se consiguieron esos dos goles. Pero no solo se consiguió tal logro, sino que la imagen exhibida en tales partidos fue digna de calificar, poniendo en serios apuros en más de una ocasión a dos equipos cuyo sueldo de cualquiera de sus jugadores más valiosos es mucho mayor que todo el presupuesto que posee en sus arcas el club grancanario, y en estadios que han sido testigo de algunos de los acontecimientos futbolísticos más importantes de la historia de este deporte en los que no es nada fácil jugar. Con lo que, si tenemos en cuenta el buen nivel que mostraron los amarillos contra el Atlético de Madrid en la primera jornada, podemos tener la certeza de afirmar lo siguiente: la UD se crece ante los grandes.

Jornada 10: Real Madrid - UD Las Palmas

Pero, ¿por qué sí contra los grandes y no contra los equipos de su mismo nivel o similar? Puede ser que la motivación de jugar ante los mejores jugadores del mundo y el hecho de que este tipo de conjuntos quieran ganarte desde el pitido inicial, lo que hace que dejen espacios en la parcela defensiva y que, en cualquier despiste, contraataque o llegada, te sorprenda un equipo pequeño como Las Palmas, sean los principales motivos por los que se ha logrado batir la portería de ambos. Por otro lado, el hecho de jugar contra plantillas que no tienen miembros de la calidad individual de las mencionadas anteriormente hace que te planteen un partido mucho más ordenado y organizado desde el plano del aspecto defensivo, que, sumado a que el equipo amarillo está acusando una preocupante falta de pólvora, para la cual se esperaba que entrase en escena (hasta el momento apenas lo ha hecho) Sergio Araujo, hace que en partidos como los de las jornadas 7 y 8 (y también en aquellos del inicio de Liga ante Levante y Rayo) se muestre espeso ante la meta contraria.

Dejando aparte las conjeturas y las deducciones, de lo que sí están convencidos los jugadores en el vesturario es que la del viernes es la primera final de los amarillos en lo que llevamos de liga. La primera final que tienen en sus manos para demostrar que están capacitados para levantar el vuelo, tanto en el aspecto goleador como en la obligación de volver a brindar una victoria a su afición.