Miroslav Djukic es un hombre tranquilo, distante de esos entrenadores que parecen bailar una coreografía de street dance en la banda. El serbio se muestra convencido en sus ideales, observando con detenimiento el devenir de los encuentros, con el solo gesto de sus brazos cruzados y su dedo índice en la barbilla. Esa barbilla, terca y afilada.

Pero algo ha cambiado, Miroslav comienza a preocuparse, ante la más que complicada marcha del Valencia, su particular gigante dormido, que en las últimas semanas ha permutado por un pequeño cordero, triste y adormilado. Su semblante se ha torcido, llevándole a agachar la cabeza con signo de derrota. Pero, en consonancia a su carácter –que no está demostrando del todo hasta el momento–, no se rinde. No quiere bajar los brazos y salir por la puerta de atrás, por el callejón trasero del estadio que tantas alegrías le dio cuando era él quien dejaba su alma sobre el césped.

“Me siento capaz de sacar la situación adelante”. Esas fueron sus palabras tras el varapalo ante el Almería, equipo que estrenó su casillero de victorias en Mestalla. Un clásico ya en el feudo valencianista, el caer derrotado ante equipos que parecían muertos. En Leverkusen deberían plantearse cambiar el patrocinador al Valencia, para que Bayer y sus aspirinas lucieran su logo en la camiseta blanquinegra.

Volviendo con el preparador serbio, parece que este no está logrando una de las notas musicales necesarias para tocar la fina melodía que despierte al gigante. Y esa nota, en clave de sol, es la defensa. La seguridad defensiva, que tantos quebraderos de cabeza le está trayendo, tras resolver el problema ofensivo. Algo que parcialmente se solucionó durante aquella semana de fiesta y jolgorio en Valencia, con las tres victorias consecutivas. Entonces llegó el parón, y el gigante decidió adormilarse más de lo que estaba.

Tres derrotas consecutivas que hacen temblar a Djukic, y sobre todo la imagen dada por su equipo. Ocho goles encajados, demasiados para triunfar en Primera División. A su llegada a orillas del Mediterráneo, Miroslav Djukic mostraba una carta de presentación envidiable. Su anterior equipo, el Real Valladolid, logró ser un conjunto férreo y aguerrido en defensa, y a la vez jugar un fútbol del llamado bonito. Algo difícil de ver hoy en día por estos lares del mundo futbolístico.

Pan de cada día ya en la capital del Turia, es el principal objetivo a cumplir por Djukic. “Dejar la puerta a cero”, lleva grabado en su frente. La situación es crítica, los resultados deben llegar, y la defensa ha de responder. El domingo, en la visita a Getafe, Djukic estará en el punto de mira, por segunda vez en la temporada, y deberá resolverlo igual o mejor que lo hizo frente al Sevilla.

Mientras tanto, Amadeo Salvo, de viaje por la China, trata de conseguir financiación económica para la construcción del Nou Mestalla. De vuelta a Valencia, Braulio Vázquez es el principal foco de atención de la afición ché, que ya ha escogido el primer mártir de la temporada.

Una historia a tres bandas, que comenzará a resolverse el domingo. ¿Logrará Djukic dar un vuelco a su situación? ¿Será Braulio la cabeza cortada? Las cartas están echadas, y los jugadores dictaminarán sentencia.