Las necesidades apremiaban en los instantes previos al partido tanto a Atlético de Madrid como a Valencia. El ritmo militar marcado por el Barcelona que hasta el momento consigue aguantar el cuadro rojiblanco podía ponerse en peligro, o por el contrario en caso de holgada victoria anteponerse a los catalanes. Por su parte, los ché, o más bien su técnico, se jugaba la confianza y el crédito de una afición que paulatinamente comienza a crisparse ante la falta de recursos a la mala situación deportiva del club.

Un encuentro histórico entre dos equipos que en el pasado ofrecieron duelos vibrantes, pero que en el primer tiempo demostraron más bien todo lo contrario. Con un ritmo pausado, los valencianistas lograron maniatar el vértigo atlético. Posesiones largas con nula profundidad, excepto cuando Juan Bernat entraba en contacto, con el fin de que os errores sean esquivos para que los colchoneros no viesen el área con facilidad. No apremiaba el tiempo ni el reloj, mientras que los locales no mostraban síntomas de superioridad o de capacidad para evitar la parsimonia valenciana.

Si bien las llegadas eran más numerosas para los de la capital, la voracidad de las mismas poco podían parecerse a lo demostrado desde mediados de agosto cuando el curso se inició. Diego Costa lo intentaba sin tino y Filipe Luis se erigía en un cuchillo por la banda izquierda, zona por la que más peligro generaba el equipo de Simeone. La pasividad del encuentro poco generó en las áreas. El miedo atenazó a dos equipos que durante el segundo tiempo comenzarían a soltarse en pos de una victoria y tres puntos necesarios para ambos frente a la poca valía del punto que otorga la igualada.

Diego Costa fue un tenor de lujo y Raúl García su barítono

Diego Costa con sendos disparos -uno perfilado a la izquierda entrando por velocidad en el área y atrapado por Diego Alves, y otro desde la frontal arriba- hizo de tapa de bocadillo a un contraataque valencianista que también concluyó con un disparo lejano de Canales desviado. Algo más de ritmo del Atlético provocaba acciones de mayor vistosidad y verticalidad. Llamaba a la puerta del gol el cuadro colchonero sin encontrar a quien abrirla pese a que el balón se paseaba a centímetros de la línea de gol. El cartero siempre llama dos veces y a la segunda se le abre la puerta. Diego Costa, de nuevo desde el perfil zurdo entrando en el área para concluir un contraataque bien conducido por Arda Turan, concluyó con un disparo cruzado al que Diego Alves únicamente pudo rozar para desviar de manera leve e infructuosa. La lateralidad de Víctor Ruíz le concedió al brasileño unos centímetros que para gente como Costa se convierten en hectáreas de terreno.

Una nueva pérdida en tres cuartos de campo del Valencia generó un contragolpe para los locales que acabaría en el segundo gol atlético. Menos de cinco minutos desde que Diego Costa abriese la puerta para que Juanfran centrase desde la derecha raso al área y después de un rebote Raúl García la empalase cerca del punto de penal sin nada que hacer para Diego Alves. El ‘8’ rojiblanco acababa de entrar y confirmó su estado de dulce de cara a la meta rival como hiciese otro enrachado atlético, Diego Costa.

El Valencia, poco convencido, llegaba al área rival con timidez. Demasiado timorato ante un rodillo colchonero. Pusilanimidad que contrastaba con la convicción de un hombre que él solo era capaz de generar una ocasión dentro del área desde mediocampo ante la inocencia de Mathieu. Un futbolista capaz de enganchar tanto a una grada que marrar un penalti provocado por el mismo no supone un drama sino más bien todo lo contrario. Un jugador implacable, capaz de pocos minutos después volver a generar el solo una ocasión dentro del área con idéntico resultado al de la última vez que pisó el área. Penalti. Y los pistoleros no perdonan dos veces, así que el segundo en su cuenta particular subió para ampliar la ventaja y quedarse a solo un gol del liderato en solitario.

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