"El mundo ha cambiado, lo siento en el agua, lo siento en la tierra, lo huelo en el aire. Mucho se perdió entonces, pero nadie vive ahora para recordarlo". La religión valencianista había perdido sus señas de identidad. Aquellos que antes habían luchado juntos, sucumbieron ante la codicia. Los libros que recogían las grandes gestas, olvidados. Y los territorios conquistados, mancillados. Sevilla es tierra santa para el valencianismo. El río Guadaquivir fue testigo de las hazañas que forman el Nuevo Testamento blanquinegro. Allí Claudio López y Gaizka Mendieta se convirtieron en profetas de la causa ché. Años más tarde Vicente y Rubén Baraja volverían para reconquistar el territorio sacro.  Demasiado tiempo después, el Valencia marchará para recuperar aquellos dominios. Pero esta vez cómo siempre. Siguiendo los mandamientos blanquinegros. A base de sudor. Apelando a la fe como Claudio Ranieri y Rafa Benítez inculcaron. Recuperando el orgullo y el carácter ganador.

Nadie imaginaba conquistar un título allá por 1999. Tampoco ahora tras el erial en el que se había convertido el Valencia CF. Instalado en la conformidad. Entonces pasaron veinte años sin nada que celebrar. Solo los mitos sobre Kempes o Puchades alimentaban las famélicas gargantas valencianistas. La historia se convirtió en leyenda, y la leyenda en mito. Los ches habían olvidado el sabor de la gloria. Las banderas llevaban tiempo sin salir a las calles. La fe mantenía con vida a la afición del Valencia. Creer en algo que nunca habían visto.

Claudio Ranieri puso las bases de un equipo campeón. Dio empaque, coraje y carácter a un vestuario que tenía hambre. Y sobre todo, mucho corazón. La llama de la ilusión fue creciendo. La plantilla fue superando obstáculos de gran calibre. Sin miedos. Sin complejos. La hinchada volvió a creer.  Un desplazamiento en masa a Sevilla. Rumbo a la gran final. La ciudad hispalense tenía cita con la historia blanquinegra. Todos contuvimos la respiración cuando la rodilla de Mendieta golpeó al aire el balón. Al igual que fuimos las lágrimas de Claudio López en su carrera contra el mundo. El Valencia CF era campeón. Otra vez. El Rey volvió a su trono.

Una historia circular. La leyenda de los murciélagos de la Orden de Mestalla acabó allí. En el mismo lugar en el que empezó. Cinco años después la llama se apagó. La ciudad de Sevilla no quiso saber nada más del Valencia CF. Cortó su relación radicalmente. Un “vete, olvida mi nombre, mi casa, mi cara y pega la vuelta” en toda la regla. Como Aragorn, el heredero de Isildur, el club vivió a escondidas. Esperando su momento. De pronto la luz se hizo de nuevo. En Mestalla. En el templo. El escudo volvió a sentir. La piel se erizó de nuevo. Vibró escuchando su nombre. La gente despertó de su letargo. Cinco veces alzaron la voz en la campaña de Mestalla. El Rey quería volver a forjar su espada.

Ahora el destino es caprichoso y nos trae donde empezó todo. Sevilla. La Giralda quiere volver a enamorarse de este escudo. "De las cenizas despertará el fuego, la luz brotará de la sombra, forjada será de nuevo la espada de sus pedazos, el destronado retornará para ser rey ". La última marcha sobre tierra santa. Donde todos remarán a una. Sin miedo. Por un sentimiento. Unos colores. Pudiera ser que los de Juan Antonio Pizzi volvieran a recaer. Pero el jueves no será ese día.

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Sobre el autor
Iván Carsí Sánchez
Moderador de VAVEL España. Escribo sobre el Valencia CF y la NBA. Ex coordinador de Villarreal VAVEL. Ex colaborador en Levante UD Radio.