Dos equipos desinhibidos, lejos de la vorágine de nervios que copa las dos últimas jornadas de Liga BBVA gracias al buen hacer pretérito o la lejanía de los objetivos. Sin la trascendencia competitiva que requiere la pugna por una posición clasificatoria mejor o peor por las consecuencias que traen consigo. Pero con la perenne tensión entre dos cuadros de la misma ciudad, separados por menos de cinco kilómetros entre sus respectivos estadios. Si bien los blanquinegros arribaban al Ciutat todavía con la Europa League en la cabeza, los granotas tratarían de afianzar su posición liguera en pos de terminar por primera vez por delante de sus vecinos y rivales.

Así, la dignidad de una ciudad, Valencia, salía a escena entre dos equipos acostumbrados en los últimos tiempos a batallar por duelos heterogéneos. A ambos les costó entrar en el partido, el respeto y la falta de ritmo coparon los primeros cuarenta y cinco minutos. Un primer tiempo en el que la mejor ocasión la puso el levantinista Víctor Casadesús en un mano a mano con Alves que cruzó demasiado. La estrategia tampoco tardó en salir a escena, con un exvalencianista como Sissoko siendo protagonista de un cabezazo demasiado picado que se marchó alto en un saque de esquina. La predisposición local copó un partido en el que los ché únicamente opusieron resistencia (más bien ganas de ganar) tras el paso por los vestuarios, y aún así sin demostrarlo en demasía.

Levantinistas y chés guardando un minuto de silencio (FOTO: EFE)

Es por ello que pese a la diferencia cualitativa entre unos y otros, la diferencia la marcaría el aspecto psicológico. Si bien en la primera parte el Levante se impuso y trató de marcar la pauta del partido, en la reanudación sería el Valencia quien buscó con algo más de ahínco la portería de un Keylor Navas que dejaría su detalle de cada partido. Sería Vargas el que obligó al tico sacar el pie y despejar un balón que entraba en la portería, tres palos con los que se topó Ricardo Costa en un remate de cabeza y apremió al cuadro de Caparrós para despojarse de ese arreón inicial levantinista.

Mientras un Alcácer desaparecido dejaba su sitio a Jonas cuando se llegaba a la hora de partido, el Levante daría entrada a aquellos destinados a cambiar el resultado. Ángel e Ivanschitz participarían dejando en el banquillo a Barral y Rubén, tras el gran desgaste de estos últimos desde el comienzo del partido. Un minuto estaría en el campo el ariete español cuando se encontró con un balón largo peinado por Ricardo Costa que dejaba en posición legal a Ángel, concediéndole un mano a mano con Diego Alves que no marraría el atacante.

Se adelantaba el Levante y el Valencia no parecía cambiar su mentalidad. Bien es cierto que no cesó en su intento de llegar a la meta defendida por Navas, pero sin la mordiente necesaria como para superar a uno de los mejores arqueros del viejo continente. Jonas respondió con un disparo que rozó el palo. Pizzi arriesgó dando entrada a Vinícius. E Ivanschitz sentenció con una buena definición tras recibir dentro del área de penal después de una jugada colectiva por parte de los granotas. Una distancia de dos goles demasiado grande para los ché, que veían como pasaban los minutos, no llegaban las ocasiones y, para más inri, uno de sus mejores jugadores recibía una entrada sin sentido que le dejó marcado el gemelo. Una acción poco entendible por parte de Pedro López sobre Bernat con un partido decidido que dejaba al Levante por delante del Valencia, una situación digna de celebrar en un Ciutat que hasta hace no mucho veía desde la categoría de plata a sus vecinos codearse en la máxima competición continental con los mejores del viejo continente.

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