No ha sido una temporada agradable para el Valencia, un club que ha convivido más tiempo de lo esperado con las dudas y las críticas y que nunca ha terminado de encontrar el equilibrio necesario para ser fiable dentro del terreno de juego. Más allá de los quebrantos en lo deportivo, la incertidumbre en torno a la venta o no de la entidad tampoco ha servido de ayuda para una plantilla que tuvo que ser restaurada en el mercado invernal con el afán de renovar la confianza y la ilusión.

En total, fueron cuatro los jugadores que llegaron a la ciudad del Turia (Eduardo Vargas, del Nápoles, Vinícius Araújo, del Cruzeiro, Philippe Senderos, del Fulham y Seydou Keita, libre) y cinco los que se marcharon (Dorlan Pabón al Sao Paulo, Sergio Canales a la Real Sociedad, Andrés Guardado al Bayer Leverkusen, Hélder Postiga a la Lazio y Éver Banega a Newell's Old Boys). Una revolución con la idea de reconducir el rumbo de un equipo que vivió una primera vuelta alocada en la Liga.

Con el serbio Miroslav Djukic en el banquillo, avalado por la personalidad imprimida al Valladolid en la campaña 2011/2012 y 2012/2013 (en la primera ascendió a la élite del fútbol español y en la segunda se consolidó), el Valencia iniciaba un nuevo curso con el objetivo principal de mejorar la quinta plaza de la anterior y entrar en Europa. Aun así, las diez primeras jornadas fueron una especie de montaña rusa; tan pronto estaba en la parte más alta como caía a la más baja. De hecho, sumó cuatro victorias (frente al Málaga, Sevilla, Granada y Rayo Vallecano) pero perdió cinco encuentros (Espanyol, Barcelona, Real Betis, Real Sociedad y Villarreal) y empató otro (Athletic Club).

Pronto, la afición ché comenzó a avistar los fantasmas del pasado viendo a un conjunto sin continuidad y abonado a dar una de cal y otra de arena. A pesar de clasificarse para los dieciseisavos de la UEFA Europa League, en la competición doméstica no terminaba de levantar cabeza. De hecho, después de tres encuentros perdidos, una firma de tablas y dos victorias, a la junta directiva se le acabó la paciencia y acabó prescindiendo de un entrenador que meses antes se había erigido en símbolo de fe para el valencianismo y que era el quinto que abandonaba la entidad antes de cumplir su contrato. Los anteriores habían sido Claudio Ranieri, Quique Sánchez Flores, Ronald Koeman y Mauricio Pellegrino.

Tras sucumbir frente al Atlético Madrid (0-3), se convertía en el tercer técnico despedido en la Liga después de José Luis Mendilibar, de Osasuna, y de Pepe Mel, del Real Betis. El adiós de Djukic fue un punto de inflexión para un equipo que era noveno en la clasificación con más traspiés (nueve) que victorias (seis). Para colmo, estaba a diez puntos de la zona de la UEFA Champions League y sólo siete por encima de la de descenso. Con una situación difícil de digerir, Nico Estévez -entrenador del Valencia Mestalla- se hizo cargo provisionalmente de una plantilla trastocada en lo anímico pero sólo aguantó dos encuentros, el de vuelta de la Copa del Rey ante el Gimnàstic de Tarragona (1-0) y el liguero frente al Real Madrid en Mestalla (2-3).

Llegó el parón navideño y el momento de reconstruir un Valencia irregular, con falta de personalidad y que sólo había mostrado casta y orgullo con cuenta gotas. El club decidió apostar por un viejo conocido: Juan Antonio Pizzi, que vistió la camiseta ché durante la temporada 1993/1994 y que aterrizaba en España después de ganar el torneo inicial en Argentina con San Lorenzo. Logró debutar con victoria ante el Levante (2-0), pero el Valencia acabó la primera vuelta del torneo doméstico con un nuevo pinchazo, en Balaídos frente al Celta de Luis Enrique (2-1), y demostrando que tantas decepciones seguidas imposibilitaban ser una plantilla solvente y fiable.

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Sobre el autor
David Ortega
Periodista, de los que asumen retos | Amo el deporte y la vida | Cada fracaso, una enseñanza. Cada éxito, una recompensa.