Tras el 1-2 del encuentro de ida de diecisesavos de final de la Copa del Rey entre Valencia CF el Rayo Vallecano en Vallecas, todo hacía parecer que el cuadro ché disfrutaría de un cómodo partido en Mestalla, eso debió pensar Nuno Espirito Santo que experimentó con numerosos cambios respecto al once habitual y a punto estuvo de costarle una eliminatoria.

La emoción de la Copa

Las cosas no siempre son como parecen. La plantilla ché saltó sobre el verde con la tranquilidad que le otorgaba el resultado de la ida y con el tempranero tanto de Paco Alcácer parecía que todo lo tenía resuelto. A los diez minutos del choque la eliminatoria estaba encarrilada por parte de los locales, pero un encuentro dura 90 minutos y el conjunto vallecano no había dicho su última palabra, precisamente iba a comenzar a hablar a través de un discurso basado en la fe. 

Tras el gol del ariete valenciano, los hombres de Paco Jemez creyeron en la eliminatoria y se encontraron con tres goles en la primera mitad, tres dianas que daban el pase a octavos de final de la Copa del Rey al Rayo. Jozabed, Pozuelo y Jonathan Pereira batieron a Yoel en los primeros 45 minutos ante un escenario que no daba crédito a lo que estaba sucediendo.

Locura en Mestalla

Ante el 1-3 de la primera parte, la afición blanquinegra apareció más fuerte que nunca para empujar a su equipo hacia la remontada. El Valencia necesitaba dos goles para pasar a la siguiente ronda y contaba con un apoyo especial, el de una hinchada entregada con su equipo, miles de gargantas unidas con un mismo objetivo: el pase a octavos.

"Quiéreme cuando menos lo merezca, porque será cuando más lo necesite", como diría el personaje de Robert Louis Stevenson. Con un Valencia humillado en su propio feudo ante un valiente Rayo, la grada de Mestalla creyó en la remontada. Nuno Espírito Santo provocó la revolución en el once con las salidas al verde de Rodrigo de Paul, Piatti y Negredo, y la hinchada valencianista animó más que nunca, al  igual que sufrió.

Coraje, garra, fe, corazón y el apoyo de miles de gargantas entregadas a la casua fueron los ingredientes para cambiar el color de la Copa y lo que era un 1-3 se convirtió en un definitivo 4-4. Tras un partido frenético y descontrolado en Mestalla, pero sobre todo, no apto para cardiacos, el Valencia espera su rival para octavos de final de la Copa del Rey