Nuno Espírito Santo planteó ante el Almería un partido para ganarlo desde el centro del campo. El portugués alineó juntos a todos sus centrocampistas -todos aquellos con los que cuenta- creyendo que la acumulación de músculo, cerebro, talento y recorrido haría que el Valencia dominara el partido e hiciera con el Almería lo que se le antojara.

El Valencia pues, creaba juego y sus centrocampistas, con Enzo escorado a la derecha, André a la izquierda y Fuego y Parejo en el doble pivote, hacían mucho daño al rival cuando disponían de la posesión. Asociándose con los laterales o con Rodrigo Moreno y Alcácer, eran los centrocampistas quienes terminaban llegando a posiciones de disparo.

Así llegó el primer gol de la tarde, en una jugada que iniciaba Parejo abriendo para Barragán, quién devolvía el balón al interior del área, allí hacia donde se había adelantado el centrocampista madrileño. Parejo disparaba no muy fuerte, ajustado al palo corto y Julián no alcanzaba el cuero.

Por el medio, y en la jugada siguiente, también llegó el desajuste que permitió al Almería igualar la contienda. Un balón que perdía Enzo Pérez en la medular se convertía en la carrera por banda de Weligton Silva. El argentino corría detrás del extremo del Almería, pero no era capaz de alcanzarle antes de que el balón llegara a los dominios de Thomer Hemed para convertir el empate.

El Valencia no se desarbolaba y continuaba el plan trazado por Nuno: posesiones largas, control en el centro del campo, paciencia y combinación de juego en corto y largo. Y en una de estas, la superioridad valencianista en el centro del campo volvió a hacerse patente cuando tras una pared entre Parejo y André Gomes, éste metió un pase filtrado al desmarque de Alcácer. El delantero de Torrent disparó flojo o centró fuerte hacia el segundo palo y Rodrigo Moreno empujó el balón a la red.

El plan de Nuno parecía funcionar, salvo en las réplicas. Nuevamente, pasó muy poco tiempo entre el gol que daba la ventaja a los blanquinegros y el que igualaba el partido para los de Juan Ignacio Martínez. Esta vez fue en una acción a balón parado, en las que el Valencia pareció añorar la contundencia de Otamendi y en las que Hemed se convirtió en una pesadilla para la zaga valencianista, pues poco después del empate dispuso de otro remate que se estrelló en el larguero.

El plan B de Nuno

Pero Nuno tenía un plan b y en la segunda parte dio entrada a Negredo quitando a Javi Fuego, renunciando a uno de sus cuatro centrocampistas. El dibujo a partir de ese momento se convirtió en asimétrico. Dos centrales, Orban y Mustafi; Cancelo -que había sustituido al lesionado Barragán- y Gayà ejerciendo de falsos carrileros, es decir de laterales larguísimos; un doble pivote formado por Enzo y Parejo en el que el argentino aguantaba más la posición y el madrileño se descolgaba continuamente para buscar superioridad en banda y en línea de tres cuartos; dos bandas, una profunda con Rodrigo Moreno y otra, con André Gomes, que se cerraba más, que buscaba combinar con Parejo, Enzo y con los delanteros; y Negredo y Alcácer arriba.

Entonces el Valencia siguió construyendo, sumando a su juego un efecto que lo convertía en frenético: la efervescencia. Los laterales cabalgaban sus bandas como si no hubiera un mañana, Parejo y André trataban de canalizar el juego de su equipo, pero la falta de consistencia hacía que los centros de Cancelo y Gayà se encontraran una y otra vez con el muro de la defensa almeriense.

Fue en el minuto 80 cuando Nuno dio con la tecla. La entrada en el campo de Rodrigo De Paul resultó clave para conseguir el gol de la victoria. Y no es que el de Sarandí hiciera nada en concreto para propiciarlo, es que su entrada por André Gomes resituó a los jugadores sobre el césped y dotó al Valencia de la simetría que necesitaba. Así, los dos laterales encontraban continuidad en los jugadores que jugaban por delante de ellos y no se producía un atasco en el centro del ataque. Así, Gayà encontró el hueco necesario para ponerle el centro preciso a Negredo, y el vallecano encontró premio a la insistencia. Fue, este premio, fruto de haber encontrado la simetría sobre el terreno, el orden y el concierto necesarios para encauzar la efervescencia.