Sería fácil decir que la victoria del Valencia era esperada por el rival. Pero nada más lejos de la realidad. El Córdoba realizó un  gran encuentro frente a un conjunto visitante que sigue sumando, aunque no brillando. Lo importante para los ches son los tres puntos que le permitirán plantarse en la jornada 25 en puestos de Champions League. Pero necesitan aumentar el nivel de juego para no sufrir tanto como en el último mes de competición. Para los resultadistas, un éxito. Pero  las sensaciones no son buenas y urge combinar resultados y buen juego.

En el otro cuadro Djukic ya no entiende de ‘grandes’, ni ‘pequeños’. Debe sumar cada jornada. Esta vez hicieron todo para lograrlo, pero quedó demostrado que necesitan un ápice de suerte para salir del descenso. El  rigor táctico no asegura resultados, aunque al contrario de los mostrado por los blanquinegros, sí los acerca.

El Valencia cuando quiere, puede

Dicha frase podría ser el resumen del partido. Los de Nuno Espirito Santo solo apretaron el acelerador cuando vieron al lobo llegar. Tras el empate de los locales mediada la segunda mitad. El técnico tuvo que mover el banquillo. Deshacer la fallida apuesta inicial. Negredo y Feghouli eran los elegidos para pescar dos puntos que se habían enquistado en suelo cordobés. Lo cierto es que más que el cambio de piezas, lo que renovó la cara visitante fue la actitud.

Los valencianistas mostraron su mejor versión. O al menos una pareja a ella. Sin conceder ocasione atrás. Con  Javi Fuego sirviendo de visagra del equipo. Y con André y Parejo  ejerciendo de Leonardo Da Vinci. Orden defensivo, y clarividencia en ataque. La fórmula funcionó. Con suerte, pero viendo el contexto fue más que suficiente. Negredo baja un balón franco para que Piatti con fortuna, y suspense, anotara el tanto definitivo. De esta manera quedó claro que los valencianos especularon con el marcador. Un riesgo elevado que por poco acaba en tragedia.

Los verdiblancos nunca se rindieron

André anotó antes del descanso. Un mazazo psicológico que pudo sentenciar al Córdoba. Sin embargo los locales tienen mucho que ganar y poco que perder. El descanso sirvió para enchufar el cargador y renovar las energías de los andaluces. El Córdoba recuperó el empuje de los primeros minutos del partido. Todo ello sustentado en Khrin. El esloveno sirvió de eje para que Ghilas y Heldon hicieran daño a Mustafi y Otamendi. Y lo consiguieron. El Argentino cometió un penalti infantil. Una pena máxima que Alves no pudo detener. Sorprendentemente. Pero un tanto que puso en jaque la victoria de los de Mestalla.

El Córdoba mereció un premio mayor. Pero el fútbol, por suerte o por desgracia, no entiende de merecimientos. Y es que el Valencia resolvió una situación crítica. Mientras que los andaluces desaprovecharon una oportunidad inmejorable para ganar confianza. Y para convencer a su público de que la salvación es posible.