La derrota del Real Madrid y la victoria del Barcelona dejaba un nuevo líder, blaugrana. Pero la Liga transita en una locura poco concebible meses atrás. Y hasta un Valencia que inicia su particular periplo por visitas en campos de calado nacional en el Calderón comienza a presentar sus oposiciones por el campeonato liguero. Así se plasmó en el inicio del encuentro. Un equipo que buscaba la portería rival y que con una media chilena de Negredo a centro de Gayá abría el capítulo de ocasiones. Desde entonces, de forma progresiva, el equipo colchonero fue afianzando su posesión a la par que el Valencia se reconocía a sí mismo en la idiosincrasia táctica e ideológica cuando viaja lejos de Mestalla. Los de Nuno cedían metros para tratar de perpetrar peligro en transiciones vertiginosas con Feghouli y Piatti como colmillos incisivos.

Un partido de tensión, una batalla física en la que la táctica ganaba a las excelsas cualidades técnicas que atesoran unos y otros. En el fragor de las continuas disputas, la enésima falta comenzó a declinar la balanza en favor de los locales. Una jugada ensayada atlética buscó un recurso de un partido de tintes más bien regionales o formativos en sus categorías más elevadas. En una segunda jugada, Koke, el más listo de la clase, percutió con potencia el balón para destrozar la red. Errores en las marcas valencianistas que permitieron una superioridad en el juego aéreo colchonera decantó hacia la grada del Calderón ese 1-0, un arte dominada por el Cholo y los suyos que volvía a sacarles del atolladero.

Tensión, agresividad e igualdad

Sin más ocasiones se llegaba al descanso, Koke volvía a enfundarse la rojiblanca para darles momentáneamente tres puntos a los suyos. El ‘6’ marcaba la diferencia en un partido tosco, intenso y sin ideas. Un combate de boxeo que iba ganando el Atlético por los puntos, por la mayor insistencia y velocidad en los duelos directos. Estar más despierto y ser más maduro en partidos de esta índole ante un rival que bien recordaba a los inicios de los capitalinos en la ‘era Simeone’.

En la reanudación un timorato Atlético reculó unos metros y se parapetó en torno a sus tres cuartos de campo cediendo una más fácil salida de balón a los valencianistas. Pese a ello el Valencia continuaba sin ideas en un lago de juego creativo. Casi una hora sin crear una ocasión, una nimia exigencia para el cancerbero rival. Entre tanto, en zarpazos a balón parado los del Cholo portaban peligro a la meta de Diego Alves. Rodrigo salió para agitar un frasco, el de la capital del Turia, para buscar efervescencia en esos metros finales.

Mandzukic era la bala de Simeone, aguantar el balón arriba en los pases largos después del repliegue. André Gomes fue el siguiente de Nuno, minutos después de ver que el cambio de piezas con Feghouli y Rodrigo no surtía efecto. El Atlético estaba cómodo en su intensidad, en una marcha más que los visitantes. Los ché, inconexos y sobrepasados. Además, en las jugadas a balón parado el peligro era plausible. Tiago, a veinte minutos para el final se topó con el larguero cuando el campo celebraba el tanto. Un saque de esquina pasado y muy cerrado buscando, de nuevo, una segunda jugada que encontró al luso en el área pequeña.

Mustafi se encontró con un gol vital

Casi sin querer, de nuevo con origen en Gayá, el Valencia volvió a pisar el área rival. Era el minuto 30 de la segunda parte y Negredo había abierto las ocasiones a los cinco minutos de partido. Desde entonces los blanquinegros habían desaparecido. Abrumados ante el poderío físico y táctico del rival. Pese a ello, quince minutos con los que soñar. El vértigo atlético y las fuerzas de un equipo acostumbrado a jugar entre semana podían venirse abajo.

El Valencia gana el goalaveraje al Atleti

Contestaban los ché, a balón parado y casi sin buscarlo con demasiado ahínco. Un centro de Parejo que se envenenaba a medida que avanzaba, hasta toparse con el larguero con Moyá derrumbado dentro de su portería sin capacidad de reacción. Ahí, un campeón del mundo. Un jugador que venía bajando el nivel se desquitó con un cabezazo suave pero incisivo. Un gol que acalló una grada encendida hasta el momento.

Un empate que podía valer a los valencianistas para objetivos terrenales, pero no para soñar. Un empate que no valía a los atléticos. Por ello, Simeone no titubeó en añadir chispa a su ataque quitando control. Raúl Jiménez entraba por Gabi y el empuje colchonero se veía venir. Con el corazón y el ‘latido a latido’ en una simbiosis mágica con la estrategia se disponían los rojiblancos a derribar a un correoso Valencia, con un sempiterno espíritu de lucha.

En los minutos finales el partido se rompía, pero las ocasiones también se hacían de rogar. Los esfuerzos eran exigentes y las fuerzas superfluas en cada llegada. Así, Negredo y Mandzukic luchaban ante zagas aguerridas. El centro del campo pasaba de estar poblado de forma exorbitante a pasar desapercibido para los presentes sobre el verde. En tablas quedó el partido. Un empate que beneficiaba a los ché en caso de empate en la tabla y que ampliaba la racha de imbatibilidad valencianista en un campo que a principio de temporada parecía inexpugnable.