"Cómo hemos cambiado", pensará cualquier valencianista de bien a estas alturas. De la ilusión por resurgir y salir de la oscuridad que había acompañado al club durante años a la aparición de un miedo insospechado en cualquier aficionado che: la sombra del descenso. Detallar cómo se ha llegado hasta aquí es una tarea demasiado extensa pero que bien se puede resumir en un par de líneas: ni rastro del orden en el terreno de juego, ni de la táctica, ni del orden defensivo, ni la precisión ataque... y un nuevo enano que ha crecido: ni rastro del poderío aéreo ni del éxito a balón parado que caracterizó al Valencia la temporada pasada. 

Este último problema es en el que vamos a deternos, pues es el más curioso de todos. Todo aquel que haya visto -y comparado- al Valencia de un año y otro sabe qué le falta: Nicolás Otamendi. Un solo jugador era capaz de infundir tal respeto en los rivales, que una jugada a balón parado en contra se convirtió en un mero entrenamiento y una a favor, en una verdadera ocasión de gol. Con su venta se sabía que se perdían muchas virtudes en defensa pero nadie esperaba que fueran tantas. La llegada de Abdennour y Santos para subsanar el boquete dejado por el argentino no ha sido ni siquiera un parche, sino más bien un mantel de papel que se resquebraja cada partido. La falta de confianza que les falta a ambos, unido al bajón general de todo el equipo ha provocado un giro de 180º en la estrategia. 

En ataque se ha perdido una auténtica referencia que desatascaba, remediaba o sentenciaba partidos. A día de hoy, el Valencia no da señales de vida en el área contraria, el rival se limita a despejar cómodamente los balones que se cuelgan. Pese a ello, lo más preocupante es el nivel mostrado defendiendo el balón parado, que a fin de cuentas es lo que más te penaliza en caso de error. 

Se ha demostrado a lo largo de la temporada, el balón parado es la asginatura pendiente del Valencia, que arrastrará hasta final de temporada y que tendrá que recuperar la que viene, junto con la larga lista de suspensos que acumula. 

Se vio contra el Celta, contra el Real Madrid, contra el Granada, contra el Athletic... y la última muestra es el Atlético de Madrid. Torres remató completamente solo en el segundo palo, mientras nueve jugadores del Valencia observaban atónitos cómo el balón cruzaba la línea de gol.