El Valencia tenía una difícil misión en la vuelta de los octavos de final de la Europa League contra el Athletic Club en Mestalla. Debía darle la vuelta a la eliminatoria tras el 1-0 que consiguió el cuadro vasco en el choque de ida con un único tanto de Aritz Aduriz. En San Mamés, el equipo blanquinegro no logró perforar la portería de Herrerín, algo que lamentaría una vez sellada la eliminatoria. La importancia de marcar en campo contrario es vital cuando la clasificación está en juego a doble partido.

Mestalla se vistió de gala para acoger un auténtico partidazo, un duelo vital para los dos equipos españoles. Las aspiraciones del Valencia esta temporada pasaban por mantenerse vivo en Europa League tras la nefasta campaña liguera. La competición europea era a lo único que se agarraba el conjunto de Gary Neville para tratar de maquillar el desastre en Liga.

Del cielo al infierno

Santi Mina, abrió el marcador en el feudo che e igualaba la elimantoria a los 13 minutos, Mestalla creía que era posible soñar con la clasificación. El Valencia se transformó en un equipo desconocido para la hinchada blanquinegra. Intensidad, garra, coraje, actitud es lo que mostraban por jugadores valencianistas, sabían que el duelo se había convertido en una final. El equipo creyó en sus posibilidades y antes de que finalizara la primera parte llegó el segundo tanto local obra de Aderllan Santos, un gran testarazo que en ese momento le daba la clasificación al Valencia.

El fútbol fue injusto y cruel con los hombres de Gary Neville. A los 75 minutos, tras una jugada donde Susaeta fue protagonista al controlar el balón con la mano, Aduriz anotó el definitivo 2-1 y fue el héroe del Athletic, un tanto que no debió subir al marcador. El Valencia necesitaba otro gol para seguir peleando en Europa League, un tanto que nunca llegó. El cuadro de Ernesto Valverde se clasificaba para cuartos de final gracias al valor doble de los goles y una errónea decisión arbitral