Con la llegada de Meriton Holdings hace dos veranos al campo de Mestalla, la entidad che parecía cortar de raíz con su pasado más inmediato. La enorme lacra en forma de estadio a medio construir que pesaba —y lo sigue haciendo— sobre el Valencia había obligado al club che a apretarse cada año un agujero más su ya estrecho cinturón. En 2007, tiempo de vacas gordas, el por entonces presidente Juan Soler proyectó la construcción del Nou Mestalla, cuyos cimientos económicos se encontraban en un enorme agujero especulativo con las parcelas del viejo estadio. Siete años después, en junio de 2014, el Valencia completaba una de las peores temporadas por puntuación en Liga de su historia más reciente, resultado impepinable de años y años de recortes en la confección de la plantilla para vencer la enorme deuda tras el esqueleto de hormigón del ya «viejoven Mestalla». Sin embargo, tras la subasta y venta del club al magnate singapuriense Peter Lim, la fuerte inversión exterior hacía presagiar el final de una época en Valencia. 

La entrada de capital inicial fue fuerte. Durante la temporada 2014-2015 se firmaron a los tres jugadores más caros de la larga historia del club valencianista —Enzo Pérez, Rodrigo Moreno y Álvaro Negredo—. La buena marcha del Valencia en Liga hizo que los transatlánticos del continente empezasen a fijarse en los jugadores que más despuntaban. La intentona del Real Madrid, muy cacareada por la prensa, por el lateral zurdo José Luís Gayà, que acabó con la renovación y aumento de sueldo del de Pedreguer, parecía reafirmar a la parroquia valencianista en su creencia: se había acabado lo de vender cada temporada a los mejores. Llegó el verano, y la realidad cayó como una losa sobre el Valencia: Nicolás Otamendi, el mejor jugador del equipo durante la 2014-2015 y uno de los mejores defensas que ha vestido la camiseta che en la última década, declaraba públicamente su deseo de marchar rumbo a la Premier. La entidad valencianista aún distaba de tener la capacidad económica de los grandes clubes de Europa, y resultaba difícil, dadas las circunstancias, retener a según qué jugadores. 

Sin embargo, aún durante el verano pasado se podía ver que algo había cambiado. Tras obtener 45 millones de euros por Otamendi, esa cifra se usó para traer a Mestalla a Aymen Abdennour y Aderllan Santos. Los montantes ingresados por ventas se reinvertían enteramente en jugadores y ya no servían para tapar agujeros en el presupuesto. Por otro lado, como se ha podido ver durante toda la temporada, independientemente del dinero invertido la planificación deportiva fue un absoluto fracaso, y redundó en la peor temporada en Ligas de tres puntos de la historia del Valencia. Sin el dinero de la Champions, aún huérfano de patrocinador principal y con una cantidad irrisoria por vestir de Adidas, el yugo del Fair Play Financiero obliga de nuevo al Valencia a vender antes que comprar.

Vuelve la venta de estrellas

El Fair Play Financiero es un método implantado desde la UEFA para evitar el crecimiento indiscriminado y base real de los clubes, tan solo a partir de inversión externa. Sin más ingresos que los que ponía de su propio bolsillo Peter Lim, el FPF ha traído de nuevo a Mestalla tiempos que creían olvidados. Este verano los aficionados valencianistas han tenido que volver a soportar mensajes institucionales de austeridad, la venta de estrellas y un constante bombardeo de ofertas por jugadores que, otra vez, pueden acabar abandonando Mestalla por la necesidad económica de la entidad. Primera y, de momento, únicamente, ha sido André Gomes el sacrificado. El talentoso centrocampista portugués, uno de los preferidos para la tribuna valencianista, fue vendido al FC Barcelona por 35 millones de euros más 20 en variables en una operación necesaria para cuadrar el balance del Valencia. Sin embargo, tras este ingreso trascendió que la entidad aún necesitaba 11 millones más para poder cumplir con el FPF. 

El trabajo de Suso García Pitarch da poco a poco sus frutos, y jugadores con los que no se contaba en Mestalla y suponían una enorme losa económica —Piatti, Negredo, Barragán...— han abandonado ya el club. No obstante, la breve ventana de grandes desembolsos en jugadores ya se da por finiquitada, y el director deportivo se ha visto obligado a mirar con lupa cada nueva incorporación, renunciar a determinados jugadores por su coste y esperar a otros en caso de que se produzcan nuevos ingresos.

Por otra parte, estas últimas semanas las noticias sobre posibles salidas han sido constantes. La salida de Abdennour parece hecha a falta de confirmación oficial. La incertidumbre sobre Mustafi ha sido constante durante todo agosto debido, pero en los últimos días se ha congelado. El último culebrón ha sido el concerniente a las salidas de Diego Alves y Paco Alcàcer. La venta del meta brasileño parece clara por la propia voluntad del Valencia, pero los fantasmas sobre Alcàcer, el último jugador que el aficionado valencianista podía esperar que abandonase el club, hace que la incertidumbre revolotee por Mestalla. Cualquier cosa puede pasar hasta el final del mercado de fichajes