El nuevo Villarreal acaba de terminar la pretemporada. El periodo de pruebas para ajustar las nuevas piezas ha concluido de la mejor de las formas: los hombres de Marcelino han ganado todos los amistosos programados a excepción del empate a uno ante el Elche. Desplegando, además, un juego vistoso y alegre. Bonito. Las nuevas incorporaciones se han acoplado con una rapidez asombrosa. El Submarino parece jugar de memoria.

La pretemporada deja sensaciones muy positivas

Tanto es así que en la capital de la cerámica reina el optimismo. Todo fluye, todo va sobre ruedas. Los fichajes parecen ser acertados y jugadores de importancia capital para Marcelino como Musacchio, Bruno o Cani -cuyo futuro fue incierto durante distintas etapas del mercado- permanecen en el equipo.

El club ha vuelto a demostrar que no hace falta gastarse exacerbadas cantidades para completar un equipo de garantías. Simplemente basta con responder a la demanda del entrenador. Vietto es el nueve que pedía Marcelino. Ha costado 5,5 millones de euros. Chéryshev, Jonathan dos Santos y Rukavina llegan para complementar los deseos del técnico y aportar ese aumento cualitativo necesario para jugar en Europa. Los demás fichajes aterrizan, en principio, para propiciar un sostenido fondo de armario que tanto se añoró la temporada pasada.

Ahora sí, Marcelino cuenta con un equipo competitivo. Un equipo que aspira a mucho más que al modesto objetivo de evitar el descenso. Un equipo ambicioso. Sin embargo, esto aún no ha empezado. Los partidos de preparación no dictan ninguna sentencia absoluta. Simplemente, invitan a pensar que el Submarino puede hacer algo grande en su nueva andadura europea. Nada más. Pero nada menos.

El modesto Astana es la primera piedra en el camino. El Submarino deberá demostrar de qué pasta está hecho nada más y nada menos que en Kazajistán. El Villarreal viaja con el objetivo de volver con un resultado positivo que les permita allanar la vuelta en El Madrigal. Sus rivales ya han superado tres rondas previas, por lo que estarán mucho más rodados que los de Marcelino, pero eso no debe servir de excusa a un Villarreal que goza del favoritismo occidental.

Comienza, por tanto, la hora de la verdad. Se acabaron las pruebas. Terminó aquello de poder fallar propio de los partidos amistosos. La Europa League va a dar su pitido inicial, y el Villarreal deberá demostrar que las muescas que ha dejado en pretemporada van en serio; que la plantilla está preparada para soportar una campaña tan exigente como la que se presenta. Que su hinchada tiene licencia para soñar.