Mientras los aficionados locales, impacientes por vivir la noche más esperada de los últimos años, abrían sus tradicionales paquetes de pipas, llegó la hecatombe. Vitolo Machín, como Pedro por su casa en el área ajena, recogió un balón suelto para amargar el inicio del partido. A los 13 segundos, ya ganaba el Sevilla.

Sin tiempo para respirar

La salida en tromba hispalense asustó a todos los allí presentes. No a Vietto. El joven punta argentino, un minuto más tarde, protagonizó una fabulosa internada con disparo final. La madera no quiso que fuera el uno a uno. La ilusión amarilla, impidió que los locales bajasen el listón. El Sevilla, a partir de entonces, se dedicó a especular. Con el resultado a favor, se agarraron al gol y lo defendieron con todo.

Pero las ocasiones iban a llegar. El Submarino tiene mucha pólvora arriba. De nuevo Vietto, casi sin ángulo, se sacó un colocado disparo que atajó un felino Sergio Rico. Habría más. Muchas más. El 7 amarillo, monopolizando el ataque local, tuvo otra clarísima en la salida del córner, pero su cabezazo se marchó desviado.

El partido seguía igual. El Sevilla, agazapado atrás y a la espera de un contraataque que abriese brecha. M’bia dio por acertada la estrategia de su entrenador. Vitolo puso un centro al corazón del área que el africano convirtió en un sombrío 0-2. Era el minuto 26.

El segundo gol sí pareció dañar a los amarillos. El área sevillista estaba cada vez más lejos y las prisas por paliar el marcador hicieron mella en los locales. Pases imprecisos y decisiones equivocadas. La ausencia de Bruno hizo el resto. El Sevilla vio sangre, y se encarnizó, Otro contraataque de libro llevado por Gameiro, culminó en los pies de Aleix Vidal. La suerte esta vez se alió con el Villarreal. Y con el fútbol. De haber entrado esa, hubiera muerto la eliminatoria.

Antes de terminar el emocionantísimo primer tiempo, dio tiempo a Vietto a tener la última. Cuatro ocasiones clarísimas que se quedaron sin premio. Así es el fútbol. No bajar los brazos, y seguir luchando era la única opción.

Esperanza marchita

Y como los grandes partidos tienen de todo, la polémica hizo acto de presencia al inicio del segundo período. Vietto empujó el balón hacia la red tras una secuencia de rechaces. El colegiado dio por válido el gol, mientras que el asistente vio fuera de juego. Tras una larga conversación con jugadores de uno y otro encuentro por el medio, el gol subió al marcador. Esperanza.

Gameiro, dos minutos después, clavó un puñal hasta el mango de los corazones amarillos al remachar una dejada de testa de Iborra. La alegría duró un suspiro, pero los amarillos, respaldados por su hinchada, exhibieron pundonor. Un acoso a la portería de Rico protagonizó los minutos venideros. Pero el cancerbero hispalense, la defensa y hasta los palos, rechazaron cualquier intentona local. Marcelino quemó sus naves con la entrada de Gerard Y Campbell.

Pero nada. Mucho toque en la frontal del área, pero ese último pase no llegaba. El único peligro verdadero era un Vietto angustioso. Durante la segunda mitad, acudieron a él correosos marcajes que le impedían aparecer. Hacerse con el balón parecía una quimera para el escurridizo atacante. Y el Sevilla, a lo suyo. Cada robo era un contraaque con intenciones de cerrar la eliminatoria.

Y entre ocasiones falladas y pérdidas de tiempo, el partido llegó a su fin con un resultado que deja al conjunto hispalense con pie y medio en cuartos de final. La ilusión de muchos niños se fue al traste con el tercer gol sevillista. El fútbol le debe una al Villarreal. Quién sabe si saldará sus deudas la semana que viene, en el Sánchez Pizjuán. Los imposibles no existen.

VAVEL Logo
Sobre el autor
Iván Manzana Mollar
2º de Periodismo en la Universidad Jaume I de Castellón. Escribo en las secciones del Villarreal y la Selección Española en esta realidad que ya es VAVEL. Email de contacto: [email protected]