Jugar en el Santiago Bernabéu siempre es dificil y más en estas alturas de la temporada donde las piernas pesan, las lesiones se acumulan y la carga de partidos obliga a las rotaciones. Y esto el Villarreal lo ha sufrido en sus propias carnes en un encuentro donde los merengues se impusieron en todas las facetas del juego, ante un Submarino que no era capaz de hilar dos pases seguidos con algo de sentido.

A priori parecía que iba a ser un gran partido, ya que los dos se jugaban mucho, y los primeros minutos arrojaban grandes sensaciones: mucha intensidad, presión y garra por parte de ambos conjuntos, pero poco a poco se empezó a diluir. En torno a los diez minutos, el Real Madrid tomó las riendas (que ya no soltaría) y comenzó de forma paulatina y creciente su asedio a la meta de Asenjo. El Villarreal aguantaba ceñido a su 4-4-2 con las dos líneas de cuatro muy juntas tapando líneas de pase y con una pareja de centrales sobresaliente formada por Eric Bailly y Bonera.

La buena disposición defensiva del Villarreal permitía robar practicamente todos los balones, pero inmediantamente se devolvían a los blancos, como si de un partido de voley se tratase, el Real Madrid perdía balones en el área y los recuperaba en el centro del campo. El Villarreal era absolutamente incapaz de triangular en la salida de balón, y ya que decir de crear una ocasión de gol: totalmente impensable.

La clave: el centro del campo

Y aunque el partido del Villarreal fue nefasto de mediocentro en adelante, gran culpa del resultado final la tuvo el centro del campo del Madrid formado por Casemiro, Kroos y Modric; que entre los tres consiguieron dotar de dominio y equilibrio al equipo. El brasileño fue clave en la recuperación de balones, el alemán en la creación de juego y el croata fue capaz de mover el encuentro a su antojo haciéndose amo y señor de él.

En la otra cara de la moneda, el pivote formado por Bruno Soriano y Manu Trigueros fue casi fantasma. Absolutamente borrado por los madridistas, faltos de ideas, de juego y sobre todo de precisión en el pase; de forma que la salida de balón cuando pasaba por sus botas moría a manos generalmente de la guadaña de Casemiro.

Modric y Kroos volcaban todo el juego sobre los costados, y los groguets tuvieron que sufrir las embestidas de Cristiano y Lucas Vázquez ante unos laterales (Mario y Rukavina) que parecían indefensos y asustados del balón. Como consecuencia, los vikingos fueron un puñal por las bandas y a base de insistencia llegó el primer gol obra de Benzema, que era cuestión de tiempo que llegase.

Un Villarreal inerte en ataque

No hay palabra que explique mejor como fue la ofensiva amarilla que inerte. Otros calificativos como inactivo, falto de efectividad, con poca presencia... se quedan cortos; y es que no fue hasta el minuto 43' (con (1-0) en el marcador) cuando por fín pudimos ver la primera ocasión del Submarino en el encuentro, obra de Denis Suárez. El Madrid se encontraba tremendamente cómodo con el encuentro y el resultado y siguieron monopolizando el control de la pelota, de forma que en la segunda parte vimos dos goles más, como resultado de la pasividad amarilla.

Sólo la pareja de centrales no podía sustentar a todo un equipo; los fallos en las entregas, el excesivo recogimiento defensivo y el bajón que llegó con el segundo tanto blanco; hicieron imposible que Keylor se viese tan siquiera amenazado. Solo Bakambu fue capaz de ponerle alma y entrega al equipo, porque si no fuese suficiente con las imprecisiones con balón, la actitud también jugó sus cartas a la hora de penalizar a un Villarreal sin sangre,que solo al final con el partido ya perdido y con Samu, Rodri y Baptistao en el campo, empezó a levantar la cabeza.