Duelo falto de fútbol y brillantez entre castellonenses y donostiarras. Los pupilos de Marcelino suman tres choques sin conocer el triunfo y los perseguidores se arriman timídimante en busca de la cuarta plaza. Por su parte, el conjunto vasco capaz de lo mejor y peor llegó al Madrigal con la salvación matématica y simplemente con el honor en juego.

La escasa precisión, intensidad y movilidad sin balón hicieron de los "amarillos" un conjunto plano y previsible para la zaga rival. De nuevo, el enorme sacrificio defensivo con el más que identificado 4-4-2 permitieron al Villarreal mantener la portería a 0 y conseguir un valioso punto. Pese a dominar el control del juego con posesiones largas, los pupilos de Eusebio tampoco fueron capaces de imprimir un ritmo alto de juego para inquietar la meta defendida por Asenjo.

Prohibido atacar

Ambos entrenadores prepararon el duelo con la prioridad de no encajar y esperar la oportunidad para llevarse el gato al agua. De tanto se preocuparon en evitar concesiones, que acabó siendo un partido realmente aburrido y monótono para el espectador. Cuando esto sucede resulta fácil presagiar el rumbo del partido, o bien algún equipo comete un error o por medio de una individualidad se desatasca el choque, en estos casos el planteamiento inicial se viene al traste y la espontaneidad manda sobre lo previsible. Si esto no ocurre, el resultado gafas perdura en el electrónico desde el inicio hasta el fin. Y así fue... las llegadas peligrosas fueron inminentes y por momentos dio la sensación de que estaba prohibido atacar, que los dos conjuntos daban por bueno el empate y que si el partido volviera a empezar dificilmente se anotaría algún tanto.

Superioridad medular

Eusebio Sarcristán se plantó en El Madrigal con cuatro centrocampistas para minimizar el control del juego "groguet". Illarramendi, Bergara, Diego Reyes y un Zurutuza más adelantado abarcaron la medular y dejaron sin ideas a los amarillos. El hándicap de esta puesta en escena fue la falta de profundidad, así como la  falta de una referencia arriba, debido a que los dos puntas; Jonathas y Aguirretxe no fueron convocados. La joven promesa realista Oyarzabal y Carlos Vela fueron los futbolistas más adelantados. El mexicano tuvo en sus botas el 0-1 tras un error de Eric Bailly.

En el lado contrario, el innegociable estilo impuesto por Marcelino García Toral con dos líneas sólidas formada por cuatro hombres y dos puntas iniciando la presión. Desde los primeros compases se apreció a un equipo desdibujado y con una precisión impropia del Submarino Amarillo. Salvo algún arreón de Bakambu o por ejemplo la falta botada por Bruno, los locales se mostraron incómodos e incapaces de dar continuidad al juego practicado en otras ocasiones. La endeble intensidad y la falta de movilidad en los últimos metros condenaron al Villarreal a realizar uno de los encuentros más pobres de la actual campaña ante su afición.

El talento no apareció

Entretanta solvencia defensiva y miedo a caer derrotado, lo único capaz de decantar la balanza para uno u otro lado era el talento natural. Un talento que no brilló en ninguno de los dos lados. Ni Carlos Vela, ni Denis Suárez cogieron la batuta de los suyos para cambiar el devenir de los acontecimientos. La creatividad fue nula en todo el combate y los aficionados presenciaron una batalla en la cuál ninguno de los opononentes puso todo de su parte para derrotar al rival. 

Dicho lo cuál, los de la Plana deberán aprender de los errores para competir ante el Liverpool por un puesto en la final de la Europa League. Por su parte, el combinado txuri-urdin espera con ansia el final de temporada tras conseguir la salvación.