El sueño terminó. El Villarreal ha protagonizado una de las mayores hazañas del fútbol moderno al llevar a una ciudad de apenas 40 000 habitantes a vivir unas semifinales de Champions League. Todo un hito que se quedó a solo un penalti de haber podido ser todavía más grande. El cruel destino no quiso que fuera así y ha dejado a Villarreal solo con el consuelo de haber puesto Europa patas arriba.

Acoso amarillo

Los de Pellegrini saltaron al verde de El Madrigal con la firme intención de levantar el 1-0 que logró el Arsenal en su estadio. Los groguets disfrutaron de más y mejores ocasiones, pero el gol se resistió a llegar. Diego Forlán y Guille Franco, que sustituía a José Mari, estuvieron muy activos en ataque y rozaron el tanto en varias ocasiones con remates dentro del área.

El Arsenal, por su parte, hizo gala de la solidez defensiva que le había llevado hasta semifinales y se volvió a mostrar como un equipo compacto y contundente atrás. En ataque, los gunners lo intentaron, aunque de forma muy discreta. El conjunto de Arsene Wenger buscaban habitualmente a Thierry Henry, su mejor jugador, aunque a menudo el francés caía en fuera de juego.

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Imagen: El Mundo

El mejor jugador del Villarreal, Juan Román Riquelme, comandó el ataque amarillo y fue la principal fuente de pases para los dos delanteros: Diego Forlán y Guille Franco. El Submarino Amarillo fue quien llevó el peso del partido, algo lógico si se tiene en cuenta que eran los groguets los que necesitaban marcar al menos un gol para forzar la prórroga.

A un paso de la gloria

Nunca el Villarreal estuvo tan cerca de la gloria. El segundo tiempo comenzó con un espontáneo saltando al césped de El Madrigal y arrojando a Henry una camiseta del Barcelona. Una vez acabado el "espectáculo", volvió a rodar el balón de las estrellas. 

El descanso sirvió a los de Pellegrini para recargar las pilas y ganar frescura para seguir con el acoso a la portería de Lehman. Guille Franco y Forlán seguían disparando y creando ocasiones de claro peligro, pero tenían la pólvora mojada. Por este motivo, el técnico del Villarreal dio entrada a José Mari para que aportara más dinamita al ataque amarillo.

El gol acabó llegando, pero no subió al marcador. En una de las muchas oportunidades del conjunto groguet, Guille Franco la clavó en la escuadra, pero el colegiado señaló posición antirreglaentaria del delantero mexicano.

El Arsenal se replegó atrás para defender la renta. Los minutos pasaban y el Villarreal veia cómo se escapaba la eliminatoria. Además, Arruabarrena, el salvador de los octavos y los cuartos de final, se tenía que marchar lesionado del campo. En su lugar entraba Roger.

A falta de tres minutos para cumplirse el tiempo de juego, José Mari cayó en el área gunner, el árbitro señaló penalti. Era la hora de que el mejor jugador del Villarreal, Riquelme, se convirtiera en héroe llevando el partido  la prórroga. El Madrigal contuvo la respiración mientras Román se acercaba al balón en una carrerilla que pareció eterna, disaró y... falló.

Imagen: El Mundo
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Lehman detuvo el penalti, lágrimas en las gradas y en el campo. Los últimos minutos del encuentro pasaron de largo sin poder enmendar el error. El destino quiso que el mejor de los amarillos cometiera el fallo más grave de la historia del Villarreal.

Y hasta aquí. El Submarino Amarillo ha navegado por aguas en las que nunca había estado ningún debutante de la UEFA Champions League. Los héroes vestidos de amarillo se despidieron del sueño más profundo de sus carreras, de sus vidas. En la memoria quedarán las mágicas noches de su primera vez, la alegría, la ilusión y el sueño roto.