Los sueños son la esencia de la vida. Le dan sentido y los componen las aspiraciones de las que se alimenta nuestra existencia. Hace tiempo (mucho o poco, pero tiempo), nació un sueño. Un sueño especial, no por estar compartido por mucha gente, ni por ser más importante que todos los demás, pero sí por lo excepcional de su historia. La historia del viaje de un Submarino Amarillo por las aguas del fútbol europeo. La historia de un paseo por Europa. La historia de un sueño.

Un pequeño entre los grandes

El camino hasta llegar a la mayor competición continental no comenzó de la mejor manera. La temporada previa al debut en Champions tuvo un inicio poco prometedor. Al cabo de cinco jornadas, el Villarreal había sumado solo tres de los quince puntos disputados. Las dudas sobrevolaban El Madrigal y se tenía la sensación de que el equipo iba a sufrir.

La sexta jornada supuso un punto de inflexión. Riquelme empezó a funcionar, Forlán goleó y El Madrigal sonrió. 2-0 al Zaragoza y un importante cambio en la dinámica del Submarino Amarillo, que hasta ese momento era perdedora.

El cambio fue tal, que en pleno zenit de la temporada, el Villarreal ya estaba en puestos europeos y se proclamó mejor equipo del mundo del mes de diciembre según el Instituto de Historia y Estadística del Deporte. Esta inédita hazaña precedió a otra aún más inédita si cabe: una victoria por 3-0 contra el FC Barcelona en El Madrigal.

La goleada al Barça y otros partidos mágicos como el 3-1 ante el Valencia, con hat-trick de Riquelme, fueron la antesala de dos de las noches más mágicas de la historia del club. En la penúltima jornada, con el Camp Nou como escenario, el Villarreal y el FC Barcelona ofrecieron al público el mejor partido de la temporada. 3-3 con tres goles de Forlán, que se ponía a uno del "Pichichi" y a dos de la Bota de Oro. Para poner la guinda a la temporada, una victoria sobre el Levante en El Madrigal. Forlán marcó dos goles, se proclamó Bota de Oro y la fiesta se desencadenó en Villarreal. La Champions ya era una realidad.

​Foto: Getty Images
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Los novatos fueron líderes de grupo

Llegó el ansiado premio. El Villarreal eliminó al Everton en la ronda previa para meterse en la fase de grupos con 1-2 en Inglaterra y 2-1 en El Madrigal. El Submarino Amarillo se enfrentaba a la primera fase de grupos de cuatro equipos de toda su historia. Dos campeones de Europa, Benfica y Manchester United, y otra revelación, el Lille, le esperaban.

La lógica no tuvo cabida en esta ronda y el Villarreal fue primero de grupo con solamente tres goles a favor. En un grupo tremendamente igualado, los amarillos sumaron 10 puntos con cuatro empates y dos victorias, encajando un solo gol.

Los dos empates a cero contra el Manchester United fueron síntoma de lo complicado de ganar al Villarreal dado su estado de forma. El Submarino Amarillo terminó la fase invicto y obtuvo victorias muy importantes como la lograda en Lisboa, donde los groguets vencieron al Benfica con un gol de Marcos Senna. Finalmente, en el último partido, Guayre dio el pase a los amarillos con un gol a pocos minutos del final del encuentro. El Villarreal estaba en el bombo de los octavos de final.

Europa rendida al Submarino

El sorteo fue benévolo con Pellegrini y los suyos y emparejó a las dos sorpresas: Glasgow Rangers y Villarreal. Tras empatar a dos en Escocia, El Madrigal debía dar la llave de los cuartos de final. Y la dio.

La dio gracias al empate a uno que permitió al Villarreal hacer valer sus dos goles fuera de casa y meterse en la siguiente ronda. Rodolfo Martín Arruabarrena, el Vasco, marcó el que hasta entonces era seguramente el gol más importante de la historia del club. Hasta entonces…

En cuartos de final, al Villarreal le esperaba un histórico del fútbol europeo: el Inter de Milán. Los italianos vencieron en el partido de ida disputado en San Siro por 2-1, con un gol de Diego Forlán que daba esperanzas al Submarino de cara a la vuelta. El partido de El Madrigal transcurrió entre ataques del Villarreal, faltas de los jugadores del Inter a Sorín y una exhibición de fútbol de Juan Román Riquelme. Fue él, el mago argentino vestido de amarillo, quien colocó el balón en la cabeza de Arruabarrena, quien, otra vez, entró en la historia del Submarino Amarillo llevándolo más lejos de lo que jamás habría soñado.

​Imagen: elmundo.es
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A once metros de la final

Semifinales. Una ronda mucho más avanzada de lo que cualquier aficionado habría apostado para un equipo debutante. Ahí estaban Pellegrini y los suyos, luchando contra la lógica y contra los más grandes equipos de Europa.

El Arsenal fue el rival en aquella señalada ocasión. Confiados por enfrentarse a los novatos de la competición y temerosos por haber visto a otros como Inter de Milán, Benfica o Manchester United caer ante el equipo de amarillo.

La artillería gunner se medía a los torpedos del Subamrino, aunque este no fue un enfrentamiento de cañoneros. Solo un gol en los dos partidos de la eliminatoria. El tanto lo logró, además, un lateral, Eboué, en tierras londinenses.

El Arsenal viajó a Villarreal sabiendo que si lograban no encajar ningún gol, la siguiente parada de su travesía europea sería París, para disputar la final. De este modo, los amarillos presentaron en El Madrigal un fútbol ofensivo, de ataque, con constantes intentos de batir a Lehman y, al menos, provocar la prórroga. Forlán y Guille Franco fueron los jugadores más activos en el remate, pero la portería del guardameta alemán parecía estar embrujada.

Los minutos pasaron hasta llegar al 87, el más tenso y dramático de la historia del Villarreal. José Mari cayó en el área gunner y el colegiado señaló penalti. Era la oportunidad perfecta para que Riquelme, el mejor jugador del equipo, forzara la prórroga con una de sus especialidades. Román besa el balón, le da la espalda para tomar la carrerilla, aprieta los dientes dispuesto a hacer historia y... falla. La inmovilidad de todos los jugadores del Villarreal salvo Sorín, que intentó cazar el rechace, se mezcló con el silencio y, después, con el llanto. El llanto de Fernando Roig en el palco, el llanto de los jugadores en el césped y el llanto de los aficionados en la grada de El Madrigal. El Submarino Amarillo se hundió entre lágrimas...

​Imagen: elmundo.es
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Una vez, una pequeña localidad y su no tan pequeño equipo de fútbol soñaron. Soñaron que paseaban su fútbol por toda Europa. Hoy, diez años después, todavía se recuerda aquella gesta y los relatos de quienes la recuerdan resuenan en todos los recovecos de El Madrigal. Tal vez, la próxima temporada el Villarreal repita en la Champions lo logrado el año de su debut. Lo haga o no, la primera vez será siempre especial y será, para siempre, la historia de un equipo, su afición y un paseo, un paseo para recordar.  

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