Ya es una realidad, el himno de la Champions League volverá a sonar en El Madrigal la próxima temporada, algo que los groguets se han ganado a pulso en una campaña para recordar, no ha sido fácil pero no de los objetivos ya está cumplido. Una plantilla muy completa, que ha sabido dosificarse y mantenerse fiel a la idea de juego de todo un estratega como es Marcelino. Y un fiel reflejo de esto ha sido este partido, donde un once plagado de rotaciones se deshizo del eterno rival a base de buen juego y esfuerzo.

De todas formas, los primeros compases del encuentro auguraban algo que finalmente no sería. El Valencia era dueño del balón haciendo alarde de mucha movilidad y efervescencia, pero los amarillos supieron aguantar el tirón anclados a su ya característico 4-4-2 fijo con una presión muy alta, fruto de la cual nació una genial jugada de Soldado, que culminó Samu García. Esto supuso un total punto de inflexión, el Villarreal pasaba de estar a la defensiva a ser el dueño del encuentro y jugando una de las mejores primeras partes de la temporada. La ofensiva tocaba rápidamente, atacando con muchos hombres, abriendo huecos en la defensa, pases precisos y sobre todo mucha movilidad; las caídas a banda de Adrián López y Soldado, complementadas con las subidas de los laterales y los extremos haciendo de delanteros. Un puzzle en constante movimiento que poco a poco taladró la defensa valencianista haciendo posible que llegase el segundo gol amarillo obra de Adrián.

Samu García lideró al equipo

Si hubo un jugador verdaderamente determinante, ése fue Samu García, el extremo malagueño brilló con luz propia por primera vez en el curso. Tras una campaña lastrada por las lesiones y la irregularidad, ante el Valencia mostró un recital de fútbol. Era su día, y por fin demostró por qué se pagaron 8 millones por él; parecía como si todo le saliese: regateaba, distribuía el juego, derbordaba por banda, marcó un gol y se asoció de maravilla con Rodri y Trigueros para crear magia. El Villarreal jugaba según sus directrices, y demostró a toda la afición, que incluso los menos habituales también pueden ser héroes en una plantilla de Champions.

La segunda parte en "Modo ahorro de energía"

Al igual que en la primera mitad hubo un gran despliegue físico y futbolístico, el (0-2) parecía más que suficiente. El partido bajó una marcha y los de Marcelino dieron pausa al encuentro intentando evitar que adquiriese una dinámica de ida y vuelta, de forma que si el Valencia quería atacar tenía que pasar por la férrea zaga de los amarillos. La movilidad pasó a un segundo plano y el control pasó a la sala de máquinas con Trigueros y Rodri mareando la pelota de lado a lado y de atrás hacia adelante para desgastar a los de Ayestarán. 

Los castellonenses buscaban intentar aumentar su renta sin desgastarse mucho, ya con vistas a la visita a Anfield Road del próximo jueves, por lo que Adrián y Soldado caían a bandas esperando balones en largo que les permitiesen abrir huecos en la defensa che; ero la prioridad no era golear.

Hacia la mitad de la segunda mitad, Pako Ayestarán dio entrada al ruso Denis Cheryshev, quien dio otro aire al partido y más incidencia al Valencia, quien logró de alguna forma un partido de ida y vuelta durante una fase del encuentro, y el Submarino sufría un poco pero salía bien a la contra por lo que el peligro era constante en ambas áreas. Buscando un panorama de más control del juego, Marcelino dio entrada a Mario, Bruno y Víctor Ruíz para cerrar un poco más al equipo y apiñarse de forma hermética en "modo ahorro de energía", el Valencia lo intentaba y se chocaba contra un muro; y con el paso de los minutos fue desistiendo en su empeño de intentar maquillar el resultado.

Al final, el (0-2) definitivo es un fiel reflejo de lo visto en Mestalla, un campo donde dos eternos rivales se enfrentaron en un derbi venido a menos, pero que terminó por catapultar al Villarreal al olimpo de la Champions League de forma matemática con dos jornadas por disputarse.