La aventura de los escoceses en América
Importantes grupos de europeos buscaron una vida mejor más allá del Océano Atlántico.

Debido a su insularidad, los británicos siempre han sido un pueblo de gran tradición naval. Pese a que fueron sus homólogos ingleses los que se han llevado los laureles de la gloria, los escoceses protagonizaron varias gestas coloniales. La historia de Escocia y América está más unida de lo que la gente comúnmente cree. Ya en el siglo XI, las apócrifas crónicas islandesas recogen una expedición vikinga a una tierra llamada Vinland, en la actual Terranova. Según los textos, entre ellos viajaban un par de esclavos escoceses. El hallazgo de ruinas arquitectónicas con objetos de manufactura nórdica, datados en el siglo XI, hace que no se pueda descartar el, hasta ahora, legendario viaje.

Cuatrocientos años más tarde, diversas fuentes apuntan a un viaje del Conde de las Orcadas, Henry Sinclair, a la isla actualmente conocida como Nueva Escocia. Sin restos que otorguen credibilidad al relato, el hecho queda meramente como una anécdota de dudosa veracidad.

En los primeros años del siglo XVII fue cuando se comenzó a plantear la posibilidad de enviar colonos escoceses hacia el Nuevo mundo. El representante de estos aventureros fue sir William Alexander, un noble que, aprovechando su alta alcurnia, se encargó de hablar con el monarca Jacobo, VI para escoceses, I para ingleses. Legalmente, el territorio pasaría a formar parte del país de William Wallace. El rey Estuardo autorizó a los inmigrantes a viajar y fundar una ciudad. En el año 1622, un grupo de pelirrojos desembarcaban en la isla de Nueva Escocia, próxima a Terranova. Su poca cantidad y las condiciones climáticas provocaron que el asentamiento se abandonase al poco tiempo, tratando de perpetrar una nueva expedición más preparada más adelante.

Viendo que el proyecto no acababa de despegar, Jacobo VI decidió volcar a la nobleza en la financiación del viaje. Para ello creó un nuevo rango, el de baronnet. Para alcanzar este título, los señores feudales deberían proporcionar seis trabajadores cualificados al asentamiento o entregar una importante suma de dinero a William Alexander. Pese a las reticencias iniciales, esta medida consiguió más colonos y mejor preparados para el viaje hacia América. En 1629 allí volvían aquellos pelirrojos, más seguros de sí mismos. Pero en esta ocasión lo que no pudo el clima lo hizo la guerra. En 1631 se firmaba la paz entre Francia e Inglaterra, tras una larga contienda. Una de las condiciones del tratado fue que Nueva Escocia pasaba a manos borbónicas. Los colonos escoceses debían volver a casa.

Impulsos a finales de siglo

Tendrían que esperar a finales de siglo para volver a tener un lugar al que llamar hogar en el Nuevo mundo. Fue en 1683, cuando el monarca, Carlos II, decidió crear una colonia en New Jersey, dividida entre escoceses e ingleses. A los norteños les correspondió la zona oriental, a la que se desplazaron en primer lugar doce colonos. Su líder fue un reputado guía espiritual de una de las muchas iglesias presbiterianas, concretamente de los cuáqueros. Robert Barclay, así se llamaba el pastor, fue nombrado gobernador de la región. La emigración de las minorías religiosas fue protagonista en la colonización anglosajona de América La colonia aumentó su población con la llegada de los Covenanters, otro de los grupúsculos religiosos protestantes que habitaban en Gran Bretaña. Estos lo hicieron deportados, perseguidos por cuestiones de fe. A cambio de cruzar el Atlántico, recibían su libertad. La política más unificadora de Guillermo III provocó la unión de las dos regiones en una en el año 1702, pero la influencia escocesa continuó sobre el territorio.

Sin embargo, la aventura más conocida de los descendientes de William Wallace en el Nuevo mundo fue, sin lugar a dudas, la de Darién. Es coetánea a la expedición a Jersey. Corría el año 1695 cuando el monarca Guillermo decidió apoyar la decisión del parlamento de Escocia de crear su propia compañía para el comercio con África y América. Entre las diversas cláusulas incluidas en el contrato, la más interesante es la que concedía el derecho a los escoceses de reivindicar zonas deshabitadas o sin reclamar de América. La nobleza y la burguesía de la región norteña de Gran Bretaña invirtieron una gran suma de dinero en el proyecto. La cantidad total está cifrada en unas 40.000 libras esterlinas, lo que suponía aproximadamente la cuarta parte del PIB de la Escocia de finales del siglo XVII.

Una vez que contaban con el capital necesario para emprender la aventura, quedaba la complicada tarea de seleccionar un lugar oportuno para realizarla. Y los escoceses se fijaron en la región del Darién, sita en el istmo de Panamá. Su clima selvático y tropical impedía un control efectivo de la región por parte de la Monarquía Hispánica, que la incluía en sus territorios de iure, pero sin gobernarlo de facto. Allí se mandaron dos expediciones en las que viajaron 2500 soñadores, con el objetivo de domar aquella salvaje e inhóspita tierra.

Y al principio aquella pequeña comunidad funcionó bien. La colonia era administrada por un comité, cuya presidencia cambiaba dos semanas. Si se quitaban las enfermedades endémicas, las malas cosechas y los problemas con los indígenas, podría ser la materialización del sueño de Tomás Moro. Pero los problemas llegaron. España no estaba dispuesta a que se vulneraran los términos del Tratado de Tordesillas, y comenzó a atacar el asentamiento escocés en Panamá.

El monarca no defendió a sus súbditos escoceses. La presión de la burguesía y la compañía colonial inglesa, que veía en sus rivales escoceses un peligro, provocó el abandono del monarca Orange, que no veía con malos ojos que fuesen los españoles los que acabasen con el problema escocés. Una expedición de 500 españoles terminó con el sueño de una nueva Escocia en Panamá.

Darién pasó al imaginario colectivo de aquel pueblo. En su recuerdo se puso ese nombre a otro alojamiento fundado en la América inglesa, cuarenta años después. Aquella colonia tuvo su importancia en la historia de los Estados Unidos, puesto que fue la primera en solicitar la abolición de la esclavitud en Georgia. Fue la última gran aventura escocesa en tierras americanas. Con el Acta de Unión en el que Escocia quedó ligada a Inglaterra, los sueños de aquel pueblo intrépido y aguerrido quedaron atados de pies y manos, hasta que, con el tiempo, se extinguieron.

Imágenes

  1. Rescate del Santísima Trinidad por el Pelayo en cabo San Vicente, de Antonio de Brugada Vila. Museo naval de Madrid.
  2. Mapa posesiones escocesas en América de Ijanderson977
  3. Bandera de la Compañía Escocesa de comercio a África y las Indias de Shadowxfox
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