El submarino de Isaac Peral
Foto: alcantara.forogratis.es

Botado en Cádiz el 8 de septiembre de 1888, el submarino de Isaac Peral constituyó la mayor aportación tecnológica de España al mundo en aquel siglo XIX, pero como suele suceder con este tipo de invenciones y prodigios, la dimensión del invento no se corresponde para nada con el trato recibido ni por la armada ni por el Gobierno español. Ambos despreciaron y olvidaron la máquina de Peral, sin percatarse de que el citado artilugio militar podría haber cambiado entre otros muchos acontecimientos históricos el de la guerra de Cuba, donde la flota española sucumbió tan solo un año después ante la estadounidense.

Un marino científico

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Nacido el 1 de Junio de 1851, en el céntrico Callejón de Zorrilla de Cartagena, ubicación geográfica en la que transcurrieron sus primeros siete años de vida. Posteriormente la familia y por motivos profesionales se trasladó al destino militar de su padre en la localidad gaditana de San Fernando. Proveniente de una familia de larga tradición militar y naval, ingresó en el Colegio Naval Militar de San Fernando, a la edad de 14 años. Tras concluir los estudios en 1866 y con el grado de guardiamarina de segunda clase se embarcó en la corbeta Villa de Bilbao. Comienza de esta forma una carrera militar en la que destacó por sus aptitudes para las matemáticas y la electricidad. Era en esencia un marino de ciencia que elevó un escalón en sus conocimientos científicos en el Curso de Estudios Superiores impartido en el Observatorio Astronómico de San Fernando. Peral estuvo durante cuatro años adquiriendo y desarrollando sus conocimientos de Matemáticas, Geografía, Física, Ingeniería Naval y Electricidad.

Peral logró emprender su actividad científica y se mostró como un inquieto e incesante innovador que en 1883 fue nombrado profesor de Física-Matemática en la Escuela de Ampliación de Estudios de la Armada. Isaac Peral fue un gran ingeniero eléctrico que concibió numerosos proyectos e inventos como el acumulador eléctrico, un varadero de torpederos (premiado con medalla de oro en la Exposición Universal de Barcelona en 1888), un proyector luminoso y una ametralladora eléctrica.

Proyecto de Torpedero Submarino

La situación geoestratégica de la Armada y muy en concreto el incidente con Alemania por la posesión de las islas Carolinas, condujo a Peral, que era ferviente seguidor de la creatividad, el ingenio y la imaginación de Julio Verne, a la idea de construcción de un vehículo marítimo sumergible capaz de decantar el curso de una confrontación bélica sobre las aguas. Su idea fue concebida el 20 de Septiembre de 1884, cuando redactó en una cuartilla unas notas que marcaron el inicio de su gran obra, "Proyecto de Torpedero Submarino", desde esta primera idea del científico cartagenero, el submarino comenzó a concebirse como un arma de guerra.

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Peral trasladó a sus superiores la viabilidad de la proyección y construcción de un torpedero submarino, impulsado por la energía motriz de la electricidad. Con el apoyo de la reina regente María Cristina, el proyecto fue aprobado por una junta técnica y remitido al Ministro de Marina, vicealmirante Pezuela y Lobo. Se le asignó una financiación previa de 5.000 pesetas para la experimentación y el estudio del proyecto, que finalmente logró el visto bueno para su construcción.

Construido con la tecnología y los materiales más avanzados de la época, fue el primer buque militar fabricado en un arsenal español con toda su estructura en acero. Uno de los primeros retos a los que se tuvo que enfrentar Peral era la construcción de un habitáculo capaz de posibilitar la respiración humana durante varias horas. Para ello se construyó una habitación de unos 58 m. con un acumulador de aire, cargado a 79 atmósferas y una capacidad de medio metro cúbico, además de instrumentos para medir la temperatura y la humedad, así como un tubo que expulsaría el aire viciado al exterior. En la prueba se encerraron seis personas, una de ellas solo aguantó una hora, pero las otras cinco permanecieron sin problemas en su interior durante cinco horas, resultando todo un éxito.

Durante el proceso de proyección y construcción el submarino fue pasando diversas inspecciones por parte del Centro Técnico de la Armada, presidido por el almirante Antequera y una serie de modificaciones y mejoras llevadas por Isaac Peral en el servomotor, lo que llamaba el inventor "Aparato de profundidades". Una vez pasadas todas las inspecciones, el submarino Peral logró una financiación presupuestaria de 301.500 ptas. o de 222.500 sin torpedos.

El 25 de Abril de 1887 la Reina Regente firmó la Real Orden que aprobó la construcción de un navío sumergible de 61 toneladas de desplazamiento, listo y armado con 4 torpedos, que podría haber cambiado la historia naval del ejército español. El submarino Peral comenzó a construirse en enero de 1887 en La Carraca. Con unas dimensiones de 22 m de eslora, 2,76 m de puntal, 2,87 m de manga y 77 t. de desplazamiento en superficie y 85 en inmersión, el submarino de Peral pasó de ser una utopía a toda una realidad militar. Funcionaba con propulsión eléctrica, con dos motores de 30 CV que impulsaban dos hélices gemelas, la batería de acumuladores que suministraba la energía a los motores principales y a los auxiliares, estaba compuesta por 613 acumuladores, que pesaban cada uno 50 kg. Siendo el peso total de la batería de unas 30 toneladas. Tenía periscopio, un tubo fijo sobre la torreta y una serie de prismas que reflejaba la imagen exterior sobre una mesa óptica. Además incorporaba un elemento absolutamente crucial para su intervención en zona marítima de combate, un tubo lanzatorpedos de proa, con dos tapas herméticas en cada extremo, como método sencillo de disparo de los torpedos sumergidos. Tres torpedos que para abaratar costes fueron tomados a préstamo del torpedero "Retamosa" y el "Barcelo". La velocidad quedaba supeditada a la carga de las baterías, a ¼ de tensión 4,7 nudos, a ½ 6,9 n. a ¾ 8,9 n. y con la carga completa se podían alcanzar 10,9 nudos.

El submarino era contemplado con enorme escepticismo, era poco menos que un ‘cacharro’ la idea de un loco iluminado que quizás estaba demasiado influenciado por las novelas de Verne, para algunos, pura ciencia ficción, pero para otros como Peral, el tratado literario de un visionario que logró adelantarse a su tiempo. El submarino Peral era capaz de mantener el equilibrio hidrostático a su favor en superficie, pero llegado el momento se lograba la inmersión total del submarino, mediante el "Aparato de profundidades" que accionaba dos hélices de eje vertical, situadas en ambos extremos del buque, movidas por dos motores eléctricos de 4 CV. Se inundaban los tanques con una capacidad de 8 t., estos lastres estaban situados en la parte inferior central y a proa, bajo el tubo lanzatorpedos. Para achicarlos se utilizaban dos bombas, una de 6 CV, y otra de 0,5 CV, además se podían vaciar mediante soplado de aire comprimido incluso aire almacenado para la respiración de la dotación.

La botadura del puro de Peral

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Lo cierto es que a las 10:35 del 8 de Septiembre de 1888 se produjo su botadura en el Arsenal de la Carraca. En días posteriores dieron comienzo las pruebas, que consistieron en la navegación en superficie, probando las condiciones de gobierno, hélices y motores. El 17 de julio de aquel año navegó por primera vez por las aguas de la Bahía gaditana y el 7 de agosto se realizó la prueba de inmersión en el dique Nº 2 del Arsenal. Los gaditanos, conocedores de la transcendencia militar del invento, querían ver con sus propios ojos el ingenio secreto, aquel ‘cacharro’, el ‘puro de Peral’ que estaba en boca de todos. El 16 de enero de 1890, llegó incluso a disparar un torpedo sin cabeza de combate en inmersión, siendo el primer submarino en conseguirlo. Yendo incluso más lejos, el 7 de junio de 1890 pasó una última prueba de verificación, navegando a 10 metros de profundidad durante una hora y emergiendo en las coordenadas establecidas. Por último, el 25 de junio de 1890 se puso a prueba en maniobra de combate, lanzando un torpedo que logró colisionar con éxito al crucero "Colón".

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Todas las pruebas habían pasado con éxito, aquel engendro de hierro al que muchos solo le daban unos segundos de vida, superó todas las expectativas, pero inexplicablemente a la hora de la verdad, la genialidad de Peral fue traicionada. Se emitió un informe crítico respecto a la velocidad, la autonomía, el combate diurno y los motores, y aun siendo más positivo de lo esperado, no fue lo suficientemente bueno como para que la invención de Peral fuera apoyada por la Armada española. La versión oficial apunta a que se le reconoció el mérito del proyecto y se le ofreció la construcción de un nuevo submarino, pero que Peral harto de intrigas y trabas exigió una serie de condiciones que no fueron aceptadas por la Armada. Lo único cierto e inexplicable es que Peral tuvo que luchar contra la hostilidad de alguno de sus jefes y la indiferencia de otros muchos. Circulan numerosas hipótesis de intriga, de historias oscuras y sórdidos complots de trasfondo masón para la paralización del proyecto. El nombre del traficante de armas ruso Basil Zaharoff, al servicio de la corona Británica, aparece como elemento inquisidor e interesado para que el submarino no tuviera la patente española. Se le señala además como responsable de un supuesto soborno a la junta técnica, que dio como resultado el informe desfavorable emitido por el almirante Beránguer. Finalmente las presiones dieron sus frutos y en junio de 1892, ya desmontado, quedó su casco de acero arrumbado como un trasto inútil en el Arsenal de la Carraca.

Un invento que en el futuro cambió para siempre la manera de combatir en el mar, fue penosamente abandonado por el almirantazgo y el Ministerio de Marina españoles. No pasa de ser una curiosidad técnica sin mayor trascendencia, sentenció el organismo oficial, que selló para siempre cualquier atisbo de victoria en las posteriores confrontaciones navales a las que se tuvo que enfrentar la flota española. El marino e inventor cartagenero llegó a estar tan desencantado con la Armada española, que siendo integrante de ella desde los 14 años y proveniente de una familia de larga tradición naval, (su padre fue capitán de Infantería de Marina), pidió la baja en la Armada tras 25 años de servicio (14 de ellos embarcado).

Y es que Peral fue en esencia un soñador, pero sobre todo un marino de ciencia, un visionario que se inspiró en Verne para crear su sumergible. El grado de ingratitud y olvido, tanto de su figura como de su submarino, queda constatado con el estado de abandono de su obra, chatarra que durante décadas sirvió como trastero de acero, y que acabó pudriéndose durante 39 años en Cádiz, en La Carraca. En 1929 fue trasladado a Cartagena, reclamado por el ayuntamiento de la localidad natal del inventor español, que expuso su casco durante más de 90 años, siendo por siempre un reclamo para el turismo, visitantes que llegaron a la ciudad atraídos por el primer submarino de la historia. Víctima del olvido, la miopía táctica de algunos y los intereses espurios de otros que dieron al traste con la obra maestra de un genio.

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