Las alineaciones propuestas por ambos entrenadores rezaban una declaración de intenciones de los objetivos de Uruguay y Francia. Por un lado, el equipo galo lucía en su escuadra nombres poco habituales, mientras que en el banquillo brillaban estrellas como Karim Benzema. Por otra parte,  Óscar Tabárez, poco consciente (o no) de que se trataba de un encuentro amistoso, decidió presentar su once de gala, a excepción de Luis Suárez, que aguardaba con impaciencia en el banco del Estadio Centenario.

Los galos se estiraron en el tramo final del primer tiempo, pero sin acierto Los primeros compases desprendían un solo color: el azul celeste del conjunto charrúa. El mediocampo uruguayo asfixiaba al bleu sin reparos. Los envíos fuertes y en largo predominaban en el equipo de Tábarez, pero Cavani se encargaba de convertirlos en mariposas, como si de flechas se tratara. El dominio, sin embargo, no era suficiente para intimidar a Mandanda; la primera - y quizás única- ocasión clara de los locales se produjo a balón parado: Martín Cáceres cabeceó alto un excelente córner botado por Forlán. 
 
Las tornas no se cambiaron hasta el tramo final del primer tiempo; Francia estabilizó la contienda en el ecuador mediante tiros lejanos de Payet, desafortunado en todos ellos. Aunque el peso del encuentro recaía ya entonces en las espaldas galas, la mejor oportunidad de la escuadra de Deschamps tendría lugar mediante una contra, previo error de Uruguay, que Gourcuff no supo -o no pudo- finalizar bien. Entre idas y venidas de uno y otro equipo, los primeros 45 minutos llegaron a su fin sin más historia que contar.
 
Salió Suárez y lo cambió todo
 
Antes de que el esférico rodara de nuevo, la salida de Suárez arrancó los aplausos más sonoros de la noche en el Estadio Centenario. Hasta ese momento, claro. Los decibelios aumentaron en un santiamén: el propio Luis Suárez recibió un envío dentro del área que no pudo concretar. No fue un “uy”, pero casi. Del “uy” se pasó al “goool” en cuestión de segundos. Y de nuevo, Suárez como protagonista. El charrúa se internó en el área francesa tras un pase en profundidad filtrado por Pereira, ganó la posición por pura fuerza a su defensor, y definió con la parte externa de su pie derecho ante Mandanda. 1-0. Gol partita, como dicen los italianos. 
 
 
El delantero del Liverpool inclinó la balanza y Uruguay se limitó a defender hasta el final Desde ese instante, y hasta el final del choque, sucedió lo esperado: dominio francés y contras peligrosas de Uruguay. Los galos apenas crearon peligro. Se aproximaban, sí, pero no finalizaban. El combinado charrúa se dedicó a cerrar espacios, entregar (inteligentemente) la pelota y no hacer concesiones. Por supuesto, funcionó. Es un plan que sabe ejecutar a las mil maravillas la selección de Óscar Tabárez. 
 
A diez minutos de la finalización, Gastón Ramírez, que ingresó en el terreno de juego por Nicolás Lodeiro, se marcó un eslalon que bien pudo significar la sentencia del choque, pero Mandanda despejó bien el zurdazo del uruguayo. Francia no proclamó su orgullo y el partido murió con más pena que gloria, valga el tópico. El Estadio Centenario presenció como su equipo se alzó con la Copa Montevideo Capital Iberoamericana de la Cultura 2013. Un título menor, muy menor, si lo comparamos con la dimensión que puede tener para Uruguay una victoria ante Venezuela el próximo 11 de junio. Nada más y nada menos que colocarse en posición de acceso para el próximo Mundial. Lo de hoy, un juego de niños.