Hace tiempo, mucho tiempo, Brasil jugaba de blanco. Concretamente hasta el año 50, cuando un suceso imborrable en el imaginario colectivo brasileño y uruguayo, cambió la camiseta de la Seleçao. El Maracanazo trajo el amarillo, color asociado al jogo bonito, a la samba y a la magia, que ha llevado a la Canarinha a ganar cinco Mundiales.

Sin embargo, en los tiempos modernos, nadie podría extrañarse si el blanco volviera a ser el color de la camiseta de la Seleçao. Y es que Brasil es Alemania. Sudáfrica lo ha sufrido, del mismo modo que vienen sufriéndolo muchas selecciones en los últimos tiempos, entre ellas España. Un bloque rocoso, sólido, con un poderío defensivo inabordable y una capacidad resolutiva temible.

Brasil homenajeó a Mandela arrollando

Sin miramientos. Felipao no quería sorpresas contra un equipo que le ganó a España y salió con todo. Fiel a su estilo. El seleccionador brasileño conformó un bloque bien definido en la Confederaciones. Lo que funciona no se cambia. Si acaso se retoca. Scolari puso en liza su once de gala, con tan solo dos novedades. Rafinha por Alves y Fernandinho por Luiz Gustavo. A pesar del cambio de cromos, los automatismos eran los mismos de siempre. Agresividad, presión alta y ritmo. Robar y salir. El intento de juego alegre de Sudáfrica murió en el trabajo defensivo amarillo durante todo el partido. Los locales homenajearon a Nelson Mandela portando una camiseta blanca con el número de la celda del Premio Nobel de la paz. Los visitantes homenajearon al mito con fútbol.

Brasil es Alemania

Poco tardó Brasil en adelantarse. Tan sólo diez minutos. Recuperación y verticalidad. Así robó laCanarinha en la salida de balón en campo propio de Sudáfrica, la pelota le cayó a Hulk que filtró un extraordinario pase para Oscar que batió de vaselina a Williams.

Hulk dejó mucho trabajo y una asistencia a Oscar. (Foto: EFE).

A partir de ahí todo fue cuesta abajo para los sudamericanos. Brasil invitó a Sudáfrica a que le atacase y los Bafana Bafana mordieron el anzuelo. Los africanos se lanzaron al ataque sin un plan y se estrellaron contra el poderío brasileño. Probablemente la mejor defensa del mundo repelió sin ningún problema los ataques locales. A pesar de que se jugaba la mayor parte del tiempo en campo visitante, las ocasiones y el peligro llegaban siempre en la otra portería.

El último superviviente del jogo bonito

En el férreo esquema de Scolari, solo hay un futbolista que se sale de la norma. Un jugador distinto, con libertad para hacer lo que quiera. Un talento demasiado grande para enjaularlo en corsés tácticos. Neymar Junior puso toda su calidad para aprovechar los espacios que los sudafricanos dejaban y de esta manera les destrozó. Partiendo desde la izquierda, pero con un dinamismo que le llevaba a aparecer por todas partes, el jugador del Barcelona avisó en el 28, pero Williams reaccionó bien en el mano a mano.

A la segunda que tuvo, Neymar mató. Era el minuto 40 cuando el diez se aprovechó del miedo de la defensa sudafricana para marcar. El paulista encaró desde la línea de tres cuartos mientras Nthele Nconga reculaban, aterrorizados ante el posible cambio de ritmo de la estrella brasileña. Ante esta tesitura Ney se vio dentro del área y casi por obligación chutó con la zurda abajo. Seco latigazo que puso el segundo tanto carioca.

Neymar aprovechó los espacios para destrozar a Sudáfrica

Tras el descanso, el prestidigitador culé decidió que no había tenido bastante con su tanto y todos los detalles de calidad que dejó en el primer tiempo. Solo pasó un minuto y Neymar clavó el tercero. El jugador amarillo (ahora azul tras el cambio de camisetas en la caseta) corrió al espacio un balón profundo de Fred y, con una facilidad pasmosa, superó con suave globo la salida de William. Brasil machacaba con el peinado intacto.

Caras nuevas, misma idea

El segundo tiempo sirvió para ver mayor variedad ofensiva. El modus operandi del Brasil de Felipao está muy claro, pero jugadores como Willian Ramires dieron un dinamismo nuevo al equipo. Luiz Gustavo relevó a Paulinho para seguir picando piedra en el medio. El doble pivote es innegociable para Scolari, pero a todo el trabajo que exige el técnico hay que unir ahora el criterio con balón que ofrece Fernandinho. El jugador del City tiene muy buen manejo y su incursión en el equipo mejora a Brasil.

En el segundo tiempo cambió la camiseta, pero no la superioridad. (Foto: AFP).

Por su parte Sudáfrica lo intentó e incluso pudo marcar. Un remate dentro del área dePatosi fue repelido por Julio César. La única ocasión del equipo local, que pagó muy caro los espacios que dejó atrás. A la carrera, con el cuchillo entre los dientes. Brasil hizo de la contra su estilo de vida y volvió a demostrar estar más cerca de la eficiencia europea que de la pasión tropical. Más cuando después de una clara ocasión de Alves desbaratada por Williams, llegó una bomba de larga distancia al más puro estilo Bundesliga. Desde unos 30 metros, Fernandinho lanzó un misil que se incrustó en la red de la portería sudafricana. Era el 0-4.

Restaban diez minutos, que parecían de trámite. Sin embargo Neymar redondeó su tarde ante los brazos bajos de Sudáfrica. Jo, que había relevado a Fred, hizo una dejada perfecta con la cabeza dentro del área y el delantero del Barça remachó a la red en el área pequeña para el 0-5 y su hat trick en el último minuto de partido.

Tras este apabullante resultado, Brasil vuelve a demostrar (por enésima vez) que va en serio y que quiere la sexta estrella en casa este verano. Los amistosos suelen ser bancos de pruebas, pero hace tiempo que Scolari y su bloque saben lo que quiere y saben a lo que juegan. La belleza de su estilo es discutible. Su eficacia no. La sensación de equipo inabordable está en el aire y su candidatura en firme al título en la mente de todos.