Europa recibía la década de los 30 azotada por la gran crisis económica producida por el llamado crack del 29. Está crítica situación económica produciría un nuevo terremoto de los principales pilares del estado liberal y de la democracia. Los imperios nacionalistas comenzaban a levantarse. Mucho antes de que Hitler iniciara su tercer Reich en Alemania, los tentáculos de su homólogo italiano, Benito Mussolini, controlaban ya todos los aspectos de la sociedad italiana. La exaltación de una idea de raza única, de la figura del líder y del terror fueron las bases del régimen de “Il Duce”. Además de todo lo anteriormente comentado, el deporte, en este caso el fútbol, jugó un papel muy destacado en la exaltación del nacionalismo.

Saludo fascista de los italianos durante el campeonato. (Foto: libertaddigital.com).

Italia fue designada como la nación donde se celebraría la segunda Copa del Mundo de fútbol, el trofeo antes conocido con el nombre de su promotor, Jules Rimet. Como era de esperar, Mussolini consideró prioritaria la victoria de Italia en la competición, con la intención de que todo el mundo presenciara su nación, la identificación de la sociedad con el equipo nacional y la unión de su patria. La situación política y la consigna del terror de Mussolini influirían en la competición. Dicha repercusión se produjo por dos factores: la nacionalización de varios jugadores de garantías, como los argentinos Luis Monti, Raimundo Orsi, Enrique Guaita, Demaria o el brasileño Anfilogino Guarisi y a través de la presión sobre los árbitros mediante amenazas de todo tipo, como se podrá observar en el partido de cuartos de final contra España.

El avanzar italiano

La competición estaría algo descafeinada por la ausencia de algunas selecciones americanas, como la por entonces actual campeona del mundo Uruguay. Esto se debió como respuesta de las selecciones americanas al boicot llevado a cabo por las selecciones europeas en la primera entrega del trofeo celebrado en tierras uruguayas. A priori, el cuadro había sido duro con los transalpinos, encuadrándolos con selecciones de gran nivel como una Hungría que iría a más, la difícil Austria de entonces y que quedaría cuarta clasificada, una Brasil que no era aun lo que será posteriormente y una rocosa España.

El combinado español, dirigido por García Salazar, eliminaría a Brasil en octavos, hayque recordar que aún no había formato de liguillas, se comenzaba desde octavos en formato eliminatoria, por un contundente 3-1. Italia hizo lo propio con el combinado estadounidense, pero de forma más rotunda. La selección dirigida por Vittorio Pozzo comenzaba la competición goleando por 7-1 a Estados Unidos. Una selección transalpina que contaba en portería con Combi, en defensa con los férreos Monzeglio y Allemandi, con Luis Monti, Bertolini y Ferraris en el medio, pero con capacidad de llegada; y arriba con Guaita, Meazza, Schiavio, Ferrari y Raimundo Orsi. Todos ellos poseían un gran compromiso defensivo, pero a la vez una gran rapidez en las jugadas atacantes. Las transiciones solían ser muy rápidas, llevadas sobre todo por Giuseppe Meazza y culminadas por los contundentes Schiavio, Ferrari u Orsi.

Italia y España se vieron en cuartos de final

Así se presentó Italia en su Copa del Mundo, con un equipo muy equilibrado en todas sus líneas y con una gran capacidad para contragolpear. Tras vencer a Estados Unidos sin ningún tipo de apuros, en cuartos esperaba una rocosa España donde se podían encontrar a jugadores destacados en todas sus líneas, como el portero Ricardo Zamora, el defensor Jacinto Quincoces, Iraragorri o Gorostiza. El Estadio Giovanni Berta de Florencia acogió un partido que pasará a la historia y que será el inicio de una gran rivalidad entre estas dos selecciones.

El encuentro fue muy igualado, pese a que el árbitro actuó muy condicionado por la presión local. El colegiado suizo, Luis Baert, permitió un juego muy duro por parte de los italianos, que se saldó con varias lesiones en el combinado español. Pese a que la selección transalpina se vio bastante favorecida por el arbitraje, el partido quedó empate a uno, teniéndose que jugar uno de desempate. La selección española acudió con hasta siete bajas y algunos jugadores tocados por el partido anterior, que debido a su dureza e igualdad sería calificado como “La batalla de Florencia”. Los de Vittorio Pozzo se impusieron a España por un solitario gol, contando con varias novedades en el once respecto al partido anterior. En semifinales esperaba la fuerte Austria, que había eliminado a Hungría en cuartos.

Italia ganó su Mundial

Italia se impuso también a los austriacos de forma clara en el juego. El guardameta austriaco Platzer evitó en numerosas ocasiones que los suyos recibieran una mayor cantidad de goles. El gol del nacionalizado Guaita valía para que Italia se clasificara para la final de la Copa del Mundo en su país. En la otra semifinal Checoslovaquia se impuso de forma clara ante Alemania por tres goles a uno con una gran actuación del delantero Nejedly que anotó los tres goles de su equipo.

Pozzo y sus hombre celebrando el título. (Foto: Il messaggero).

Vittorio Pozzo puso en liza un 2-3-5 que formaron Combi; Monzeglio, Allemandi; Ferraris, Monti, Bertolini; Guaita, Meazza, Schiavio, Ferrari y Orsi. Schiavio ocupo la posición de nueve puro, con poca movilidad. Esa movilidad ya la aportaban Meazza y Ferrari, por dentro y Orsi y Guaita por los costados. “Il Duce” asistió al Estadio Nacional de Roma para presenciar una victoria de su selección y el fervor nacionalista en la grada. El encuentro fue disputado con una Checoslavaquia que vendería muy cara su derrota pese a ser víctima de otro arbitraje cuanto menos polémico.

Pozzo y Schiavo, las claves italianas

Fue recién entrado el último cuarto de hora de partido cuando Puc, hombre de banda derecha, anotó el gol que colocaba a Checoslovaquia por delante con poco tiempo de reacción para la escuadra italiana. Una victoria ante esas condiciones tan desfavorables generaría en el público un júbilo desmedido. El mundo presenció la primera victoria a la italiana de la historia. Corría el minuto 81 de partido cuando Raimundo Orsi puso el empate llegando desde la derecha. En los minutos de descuento, Angelo Schiavio culminó la agónica remontada italiana para deleite del estadio. Italia se convertía en la segunda selección campeona del mundo y Mussolini veía cumplido su deseo de mostrar el fervor nacionalista italiano a todo el mundo.

Más allá de las polémicas arbitrales, Italia se convirtió en la selección más potente del mundo. Tras el éxito mundialista, hizo su aparición otro gran jugador que sería de gran importancia para los italianos, Silvio Piola. La combinación de grandes jugadores y de una presión inusual por ganar para agradar al Duce formó un equipo insaciable. El manejo del vestuario por parte de Vittorio Pozzo fue otro factor fundamental para entender los éxitos de este equipo. Los jugadores destacaban su humanidad y su sabiduría futbolística adquirida en tierras inglesas.