En cada Copa del Mundo, un equipo africano suele destacar sobre todos los demás. A comienzos de la década de los 90, Camerún se llevó ese mérito. En las últimas dos citas mundialistas, Ghana ha sido protagonista. Sin embargo, los campeones de África reclaman el lugar que les pertenece. La selección nigeriana llama a la puerta con insistencia. Encuadrada en un grupo en el cual, a priori, son teóricamente superiores a Irán e inferiores a Argentina, su encarnizada lucha con los bosnios para lograr el billete a octavos de final se presenta apasionante.

El combinado nigeriano, como la mayor parte de los conjuntos del continente africano, destaca por su descomunal potencial físico. Con una zaga poblada por jugadores fuertes y jóvenes del calibre de Godfrey Oboabona, Efe Ambrose o Kenneth Omeruo; y un centro del campo que combina intensidad y calidad de la mano de John Obi Mikel y Ogenyi Onazi, la responsabilidad goleadora de Nigeria recae principal y esencialmente sobre tres hombres. Tres jugadores cuya misión será canalizar la potencia de una selección con un gran potencial y convertirla en magia, en calidad, en goles. Ellos son Ahmed Musa, Victor Moses y Emmanuel Emenike. La esperanza nigeriana para batallar en una Copa del Mundo, para demostrar que, en Brasil, vencerlos no será sencillo.

Velocidad de vértigo

Ahmed Musa no es un jugador más en el combinado nigeriano. Debutando con la selección con apenas 17 años y saliendo de su país camino a Europa sin haber cumplido la mayoría de edad, este versátil y endiablado atacante se postula, a sus 21 años, como uno de los referentes ofensivos de su equipo. Imprescindible en el CSKA de Moscú, este pequeño jugador que brilló en el Mundial Sub-20 de 2011 ya anticipó en la Copa Confederaciones celebrada el pasado año hasta dónde puede llegar.

Descarado, Musa rompe con el estándar de sus compañeros, en su mayoría fuertes y potentes. En contraste, se trata de un jugador rápido, escurridizo y frágil, capaz de encarar y desmarcarse con facilidad. Partiendo normalmente desde la banda, Ahmed Musa es propenso a tirar diagonales con los delanteros, lo cual lo convierte en un arma de doble filo para un equipo que cuenta con la presencia de Emenike como referencia en la punta de ataque.

A pesar de que su principal prioridad es cortar hacia el centro desde el lado derecho, Musa también se desenvuelve con soltura desde la banza izquierda o incluso en el papel de segundo delantero por detrás de la principal referencia atacante. Debido a su movilidad, se trata de una pieza esencial en el ataque estático, aunque el combinado dirigido por Stephen Keshi es más propenso a los vertiginosos contraataques. Ahmed Musa es un comodín cuya proyección parece no tener límites estudiados y que puede suponer un claro factor diferencial para la actual campeona de África.

Potencia sin control

La antítesis de Ahmed Musa se encuentra en la figura del potentísimo extremo del Liverpool, Victor Moses. Tras un infructuoso paso por el Chelsea y una temporada muy débil en el equipo dirigido por Brendan Rodgers, consolidarse con su selección debe ser un paso obligado para este jugador que todavía no ha cumplido las expectativas que sobre él se han generado desde su explosión en el Wigan de Roberto Martínez en la temporada 2011/12. A pesar de ello, su juventud (23 años), permite pensar que quizá su confirmación esté por llegar.

Veloz y portentoso físicamente, Moses es un arma de inmensa verticalidad, óptima para el juego al contraataque que desarrolla Keshi, y versátil para desempeñarse en casi cualquier posición de la segunda línea nigeriana. Junto a Musa y Michael Uchebo, forma un tridente de lujo para secundar a Emenike, y los tres bailan alrededor de las tres posiciones que cubren, aunque inicialmente Moses suele partir desde la posición de segundo delantero, por detras del punta del Fenerbahce.

Aunque el nivel de Chelsea y Liverpool se le ha quedado grande, el rendimiento demostrado en un equipo de zona media como el Wigan y sus buenas actuaciones con el combinado nigeriano hacen pensar que Victor Moses puede ser un jugador destinado a brillar en un club de segundo nivel en lugar de ser un prácticamente inutilizado recambio en uno de los grandes.

La lanza más afilada

Relacionar los conceptos 'gol' y 'Nigeria' es pensar en Emmanuel Emenike. Este portentoso delantero de aptitudes atléticas completamente desproporcionadas es la principal y básica referencia ofensiva de las águilas verdes. El punta del Fenerbahce ha demostrado, con sus goles y sus más que habituales maravillas individuales que es, junto a John Obi Mikel, el hombre clave de esta selección. De su acierto y su estado de forma dependerán, en gran medida, las opciones que Nigeria pueda tener en Brasil.

Su ausencia en la Copa Confederaciones del pasado año, en la cual fue suplido por un delantero de segundo nivel como Nnamdi Oduamadi, se notó de forma sustancial en el combinado nigeriano, que acusó la falta de olfato goleador quedando eliminada en la fase de grupos. Con Emenike, los pupilos de Keshi obtienen a esa referencia ofensiva que da sentido a todo su esquema de juego.

Brillando en la liga turca, Emenike despunta por ser un delantero de imponente verticalidad, velocidad punta extraordinaria y un carácter indomable que lo hace convertirse en más que una estrella, llegando a ser un símbolo de la involabilidad de espíritu del combinado africano. Móvil por toda la delantera, suele ser habitual en su juego caerse a banda para recibir y encarar, siempre con obstinación y descaro.

Para el 4-2-3-1 planteado por Keshi, la presencia de estos tres atacantes es esencial a la hora de rotar posiciones en la zona ofensiva y buscar la electricidad en el fútbol de contragolpe. Un peligro constante, una alerta encendida de forma continua para las zagas rivales. Una velocidad que puede ser esencial a la hora de atacar a las lentas defensas de Argentina y Bosnia.