Es posible que muchos se sorprendieran. Puede ser que a otros tantos no les cogiese desprevenido. Lo que es seguro, es que cuando se pone la camiseta amarilla, Neymar se transforma. Ni rastro del futbolista tímido del Barça. Sin noticias de ese extremo encorsetado en la banda y sin influencia en el juego colectivo del equipo culé. El once azulgrana se diluye en la lejanía, para dar paso al diez de Brasil.

El once del Barça dio paso al diez de Brasil

Está claro que el Brasil actual no es Brasil. Pero también está claro que Neymar sí hace honor a la camiseta amarilla, al dorsal que porta y a la leyenda futbolística que arrastra desde hace décadas. A sus 22 años, Ney es el diez más joven de la Canarinha en un Mundial desde Pelé en el 58 y el 62 (con 17 y 21 años respectivamente). Un mito. Con el de ayer, el atacante paulista cumplió 50 partidos con la camiseta verdeamarela, igualando a Mané Garrincha. Otro mito.

A cualquiera que siga mínimamente a la selección brasileña en el último año y medio, no puede sorprenderle lo sucedido en el partido contra Croacia. Claridad de conceptos. Scolari ha depositado en Neymar toda su confianza. Le ha encendido y le ha puesto como faro. Desde que llegó Felipão, cualquier atisbo de competencia en el papel de crack ha sido borrado de las convocatorias. El seleccionador ha montado un bloque de guerreros alrededor de su diez. Por y para él. El Profesor le da todo. Ney se lo devuelve.

Ante la dificultad, al frente

Neymar es el diez más joven de Brasil en un Mundial desde Pelé

Lo hizo en la Confederaciones. Lo hizo en los amistosos. Volvió a hacerlo en su primer partido en una Copa del Mundo. Neymar cargó sobre sus hombros el enorme peso de casi cien años de tradición y de la máxima exigencia de la torcida del país del fútbol. Cuando Brasil estaba al borde del precipicio, apareció el Guía del desfiladero para llevarle a un lugar seguro.

Después del autogol de Marcelo, con el equipo sumido en dudas, el atacante culé se metió en el centro y empezó a pedir todos los balones. Participativo. Ney encontró su sitio a la espalda Modric y Rakitic y desde ahí empezó a generar peligro constante. Desde ahí nació su gol, que empataba el partido y desataba la euforia colectiva en el Arena de Corinthians.

A la confianza responde con confianza

A partir de ahí, Neymar siguió percutiendo. Una y otra vez. Con el equipo empujando, el talento lo ponía él. Una y otra vez. Todas las acciones de peligro nacían de sus botas. Conducciones, balones parados, centros y disparos. Era objeto de todas las miradas. Las de sus compañeros que le buscaban insistentemente. Las de sus rivales, obsesionados en frenarle, aunque fuera haciendo faltas. Ney transformó el polémico penalti que dio la vuelta al partido y fue sustituido por Ramires en los minutos finales con el estadio puesto en pie. Debut mundialista inmejorable.

Con la samba, en su salsa

A la confianza responde con confianza. Neymar juega por donde le da la gana con Brasil. En un lado, en otro, por dentro. Donde le plazca. Es Scolari el que le ha dado ese rol y es Ney el que responde con un fútbol de quilates. No solo en el plano individual, donde su capacidad de desborde está fuera de dudas. El barcelonista se convierte en un auténtico playmaker para sus compañeros. Toca, se asocia, asiste, la pide. Líder. Su papel en la Seleçao está muy alejado del que desempeña en Barcelona. Encorsetado en una banda, sin entrar en el circuito futbolístico culé, muchos minutos sin tocar la pelota.

Por todo esto, Neymar representa la esperanza de la sexta estrella. Ya que el equipo poco o nada tiene que ver con selecciones legendarias como las del 82, el 70 o el 58, al menos en su estrella, la torcida sí ve reencarnados a los Ronaldo, Zico, Pelé o Garrincha. Y a ello se aferran para soñar con el Hexa. Brasil necesita mejorar mucho en lo colectivo, pero lo individual lo tiene asegurado con el Guía del desfiladero.