A todo el mundo le gusta ver caer al abusón. Al que cree que todo lo sabe y todo lo puede. Por eso suelen caer bien equipos pequeños que le han puesto las cosas difíciles a los grandes. Aquel Alavés que se plantó en una final de la UEFA para hacer sufrir al Liverpool más de la cuenta, Costa Rica imponiéndose a Uruguay, Italia e Inglaterra.

Estados Unidos exporta la imagen de metomentodo, del listillo de la clase. Es por eso que su fútbol había sido la comidilla de los aficionados al balompié. Un deporte que se resistía a irrumpir con fuerza en el país de las barras y estrellas. Nótese el tiempo verbal de "resistir" en la anterior frase. Ya es pasado. El soccer crece en norteamérica.

Atrás quedaron los Claudio Reyna, Alexi Lalas o Landon Donovan. Más atrás todavía, aquel equipo capaz de plantarse en unas semifinales de la Copa del Mundo en 1930 o ganar a Inglaterra en 1950. Estados Unidos exporta nuevas estrellas. Y además lo hace quitándose la careta de matón de patio de colegio. Su fútbol cae bien. No porque haya mostrado una imagen fantástica ni haya practicado un juego exquisito. Los aficionados han conectado con ellos, se han sentido identificados con los Beckerman, Dempsey o Jermaine Jones. Poca gente en el planeta puede verse reflejada en los Messi o Ronaldo que todo lo ganan y todo lo tienen. Las miserias y los fracasos del combinado americano es lo que ha llegado a la gente. Ya no son los abusones, son los tipos a los que Portugal les empata en el último minuto o Bélgica les encierra atrás, salvándose milagrosamente gracias a Tim Howard. Pocas personas han ganado una Champions, un Balón de Oro o cobra grandes sumas de dinero, siendo portadas de periódicos y revistas. Sin embargo, muchas son las que han suspendido un exámen importante, han perdido un empleo o un amor que parecía ser el definitivo.

Los malos momentos son capaces de unir a las personas con mayor fuerza que los triunfos. Muchos pudieron verse reflejados en un equipo que lo tuvo perdido, lo intentó, estuvo cerca, y se le esfumó el sueño en los últimos instantes.

El soccer comienza a andar con paso firme en Estados Unidos, de la mano de un tipo admirable como Jürgen Klinsmann. El padre que guía a su hijo, lo ve caer y no se alarma. Sabe que las heridas de hoy serán los triunfos del mañana.

Los americanos tienen un gran sentido del espectáculo. Unido a un orgullo patrio que no conoce límites, ha hecho que una multitud de espectadores a los que probablemente el fútbol no significase nada para ellos, se enganchase a un juego cuya belleza hizo el resto.

El triunfo de la constancia

La selección estadounidense además, se compone de gente que se lo ha tenido que currar. Un equipo con futbolistas con orígenes diferentes, al igual que la propia población de los Estados Unidos. Dempsey, el jugador de mayor calidad, pese a haber jugado en la Premier League, jamás lo hizo en un equipo grande. Pasó gran parte de su aventura británica en el Fulham, y saliendo en una temporada al Tottenham Hotspurs.

Michael Bradley, el chico que ha ido allá donde el trabajo de su padre -entrenador de fútbol- lo ha llevado también sabe lo que es no triunfar en Europa y volver a su hogar. Se convirtió en profesional con 16 años, algo que llamó la atención del Heerenveen holandés. Borussia Mönchengladbach, Aston Villa y Chievo Verona fueron las siguientes paradas de un camino que le llevó a la Roma. Dos años en la capital italiana, 41 partidos y vuelta a los Estados Unidos con 26 años.

Tim Howard es el siguiente en la lista de los norteamericanos que intentado triunfar en el viejo continente. No le ha ido nada mal. Fichó directamente por el Manchester United desde el MetroStars de Nueva York. Tres años en Old Trafford y tren rumbo a Goodison Park. En el Everton ha logrado ganarse el puesto que sus compañeros no han mantenido. Ya son ocho años como toffee, rindiendo al máximo nivel, e incluso anotando un gol en la Premier League.

El nuevo sueño americano. | Foto: ESPN.

El nuevo sueño americano

El sueño americano, el American Way of Life. Siempre ha sido el mundo el que ha ido tras los Estados Unidos, o más bien, los Estados Unidos los que se han vanagloriado de un modo de entender la vida que tiene como máxima el capitalismo voraz que tantos quebraderos de cabeza deja tras de sí. Volviendo al otro mundo redondo, el del balón, los estadounidenses siempre se han mostrado reticentes a un juego que entendían como aburrido, con bajas puntuaciones y con un ritmo más lento que otros deportes de mayor calado en nortamérica.

Antes del inicio de la Copa del Mundo de Brasil, algo pareció cambiar. El seguimiento a su selección se preveía mayor que en otras ocasiones. "Una nación, un equipo". El país parecía estar al fin detrás de los suyos. Incluso la cuenta de twitter de la Casablanca ha mostrado su apoyo, con Obama a la cabeza, a los hombres de Klinsmann.

Estados Unidos mira a su futuro balompédico con ilusión. El fútbol puede regocijarse en lograr una nueva conquista, la que parecía más complicada, pues los muros que le impedían entrar en el país norteamericano parecían tan grandes como los de la fronteras que impiden la entrada de inmigrantes al país de la libertad.

Miles de aficionados se peraparan para vivir el choque frente a Alemania. | Foto: Tannen Maury (EPA).
VAVEL Logo
Sobre el autor
Xavi Heras
Escribo sobre el fútbol que amo. Anglófilo. Northern Soul. Levante UD e Inglaterra.