La vertiginosa inercia a la que el planeta gira diariamente decelera a medida que la gran final planetaria de selecciones se aproxima; un cambio que seguramente perciben incluso aquellos a los que el balompié no ha captado bajo su magia hipnótica. En un mundo, el del fútbol, conformado por imágenes para el recuerdo, por segundos de ensueño e instantes inolvidables, lo que da de sí una final de la Copa del Mundo es algo incomparable, cuyos momentos previos suman en la expectación de la apoteosis final, la que vivirá Maracaná, escenario inigualable, en apenas unos pocos días. La cuenta atrás ha empezado ya, pero, a pesar del peso del gran partido, de la batalla final, aún resta lo más importante: sus protagonistas. Las semifinales dirimirán a las dos selecciones más poderosas del planeta en la actualidad, aquellas con la que la fortuna se ha aliado en una cadena sin margen de error para llegar hasta este momento.

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Alemania ha de trasladarse a Italia 90 para evocar su último título mundial

A pesar de la presión que se sabe sobre las cabezas de los jugadores brasileños por todo cuanto lleva implícito disputar la competición en su país, ante su gente y en una situación social especialmente complicada, no son pocos los que opinan que esa presión o parte de ella, se trasladará hacia su gran rival, Alemania en la pugna por la última plaza, el último peldaño. No sería para menos: el combinado germano ha de trasladarse hasta Italia 1990 para rememorar su última conquista mundial; demasiado tiempo de espera para una selección que ha exhibido un gen combativo inigualable a lo largo de los años, demostrando que sus logros y proezas van mucho más allá de un ciclo glorioso. La germana no entiende de eso y sí de una filososfía común que inculcar a los más jóvenes en justo cumplimiento con el legado de unos veteranos que no exigía menos.

La primera centenaria mundialista

Brasil e Italia la superan en cuanto a estrellas: la canarinha porta cinco, orgullosa sobre su escudo, mientras que la azurra luce cuatro. Tres son las que brillan sobre el regio pecho de los alemanes, pero nadie les discute la condición de centenaria que alcanzaba Alemania el pasado mes de junio, convirtiéndose en la primera selección nacional del planeta que rebasaba los cien encuentros disputados en los mundiales. Partidos cargados de emociones, de lecciones y de historias, de enseñanzas e ideales que han fortalecido, más si cabe, la condición de favorita con la que, junto a otras tantas, siempre parte la Mannschaft.

Ni siquiera el hecho de haberse ausentado de dos citas mundialistas sirvió para que el combinado que actualmente dirige Joachim Löw se haya quedado rezagada en cuanto a partidos a sus espaldas; dos citas de las que, además, no se ausentó por escapársele la clasificación, sino por causas bien distintas. Como no podía ser de otro modo y como si la propia historia del Mundial ya pecibiese lo que Alemania iba a ser, esta fue invitada a la primera edición del torneo, disputado en Uruguay allá por 1930.

Sólo ha faltado en dos mundiales: renunció a uno y le prohibieron su participación en otro

En unos tiempos más auteros y alejados de la pomposidad que envuelve hoy al fútbol, el combinado germano hubo de renunciar por los altos costes que le suponía un viaje a través del Atlántico. La segunda ausencia de la selección teutona le hace un guiño al actual Mundial: en 1950, de nuevo sería Brasil el encargado de organizar la disputa del campeonato del mundo, una edición de la que Alemania, en cumplimiento con el castigo impuesto tras la barbarie de la Segunda Guerra Mundial, se quedaba fuera.

Una asidua en las rondas finales

Tres títulos, cinco semifinales y cuatro subcampeonatos

Si por todo cuando hay en juego, podría entenderse la generación de cierta presión sobre los jugadores de la selección alemana de fútbol, otros datos exponen lo contrario: la veteranía es un grado, dicen muchos. Y en lo que a veteranía en la rondas avanzadas del campeonato del mundo se refiere, poco queda por enseñarles a los germanos. Tres títulos (Suiza 1954, Alemania Federal 1974 e Italia 1990); cuatro finales perdidas (Inglaterra 1966 ante el combinado anfitrión; España 1982 frente a Italia; México 1986 frente a Argentina y Corea del Sur y Japón 2002 ante su rival, Brasil). Cinco semifinales y tres cuartos de final, quedando como su peor participación en un Mundial la acometida en Francia 1938, donde los germanos caían en la Primera Fase, certificando un décimo puesto.

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Vivió su mejor racha como Alemania Federal

Aquel sería el inicio de Alemania Federal dentro de la competición, cuando además, la selección germana desarrolló sus mejores participaciones, conquistando sus tres entorchados, rubricando tres de sus cuatro subcampeonatos y despidiéndose en dos semifinales y una Segunda Ronda ante Argentina. No obstante, si la alemana se ha erigido en una especialista en las rondas finales, con las semifinales, concretamente, lo hace de forma especial; no en vano, Alemania es la selección que más semifinales ha disputado en un Mundial de fútbol con sus cinco.

En Italia 1934, Alemania sucumbiría en las primeras 'semis' que alcanzaba ante una Checoslovaquia que acabaría cayendo en la final frente a Italia. Veinte años habría de esperar la selección germana para volver a disputar unas semifinales después de caer en Primera Ronda en Francia y quedar excluida de Brasil 50, tal y como se mencionaba anteriormente. Los germanos no desaprovecharían la ocasión y después de tumbar a Austria en semifinales por un escandaloso 6-1, alzaría su primer título mundialista ange Hungría en Suiza 54.

El asalto a la revalidación del entorchado planetario se haría sólo cuatro años después (Suecia 1958) pero esta vez, Alemania caería ante el anfitrión, que más tarde capitulaba con la canarinha. Después de un 'patinazo' en Chile 1962, la teutona retomó la ronda previa a la gran final durante tres mundiales consecutivos: Inglaterra 1966 la vio imponerse en la citada ronda a la Unión Soviética para caer frente a la propia Inglaterra. En México 1970, Alemania haría lo propio, cayendo en 'semis' ante Italia y disputándose la tercera y cuarta plaza con Uruguay (venció el combinado germano). En su propia casa y ejerciendo como discutible anfitrión, el equipo alemán no dio concesiones y se embolsilló su propio Mundial tras vencer en semifinales a Países Bajos.

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Eso supuso el final de Alemania Federal y el inicio de la Alemania tal y como se conoce hoy, con un subcampeonato, dos semifinales y dos cuartos. Corea y Japón 2002 la llevó a retomar una ronda previa a la gran final ante Corea del Sur, accediendo Alemania a la final, donde capitularía ante Brasil. De nuevo en su casa, las cosas no fueron tan bien como en el Mundial de 1974 e Italia sería la que le amargaría la fiesta, eliminándola en 'semis'. Sudáfrica 2010 fue el último campeonato del Mundo que vio a Alemania alcanzar la semfinal y en esta ocasión, la mediría con España, que despidió a la Mannschaft para alzar el primer título de su historia.

Alemania no entiende ciclos

El gran sello de Alemania es su gen competitivo

En cada torneo, existen esas selecciones que se rebelan a la hegemonía de las más grandes y buscan, con ilusión, esfuerzo y trabajo, su lugar en la historia. Muchas, incluso lo consiguen, dejando su impronta en las páginas de un libro legendario que les recordará siempre. Su grandeza, no obstante, es diferente. La proeza de extender el desafío que va hacia los rivales también hasta el implacable avance del tiempo, bien ha de ensalzarse en un reconocimiento a la altura; porque Alemania no entiende de épocas doradas o generaciones de ensueño. Su particular código es un constante desafío y una constante exigencia a la que sólo llegan las mentes más ambiciosas; esos jugadores insaciables que saben que la honra a sí mismas y a su pasado no está en la conquista, sino en la perpetua lucha sin descanso, en ser capaz de trazar un constante camino hacia la gloria. No importa cómo ni de qué manera, pero el gran sello de Alemania es su gen competitivo.

Un ideal que, transmitido de veteranos a noveles, se perpetúa, inquebrantable e inamovible en una idea que va más allá del pensamiento, que recorre la sangre de los jugadores germanos y bombeados en el corazón, conquista piernas, brazos y alma. Fiel a sí misma, al fútbol, a la grandeza y a la ambición, la germana no falta nunca a su cita con el mundo del balompié. Respetada a la par que irreverente, Alemania desafía a la mismísima Brasil en su casa para clamarle al planeta fútbol que si Brasil prescindió de ella en justo castigo en los 50, hoy resarce su culpa en el mismo escenario que le privó de su brillo hace medio siglo.