A menudo se usa el término “histórico” con una facilidad inusitada. También “exhibición”. Sin embargo, lo que ha hecho Alemania en la primera media hora de la semifinal de la Copa del Mundo contra Brasil, es una exhibición histórica con todas las de la ley. Los chicos de Löw han demostrado lo importante que es ir de menos a más en estos torneos. Ganando sin convencer, avanzando con dudas, la Mannschaft se plantó en semifinales. Una vez en el penúltimo escalón, la maquinaria ha encontrado el engrase exacto y la apisonadora ha destruido al equipo local con fútbol de altísimo nivel.

Sin Thiago no hay paraíso

Brasil solo fue superior a Alemania en un momento: la ceremonia de los himnos antes del arranque del partido. El Mineirão cantó el himno con fe. Un rugido atronador con el que pensaban intimidar a los alemanes. Soberbia. Sin embargo, cuando la pelota empezó a rodar, pronto quedó claro que a esta apisonadora no le intimida nada. Brasil salió con ganas, buscando dominar por empuje. Solo fue un espejismo. Los teutones, bien plantados, jugaron con una tranquilidad propia del que se sabe superior. El repaso estaba a punto de empezar.

Müller abrió la goleada. (Foto: Robert Cianflone | Getty).

El empuje y las ganas son importantes. Pero el fútbol lo es más. Y el fútbol lo tuvo Alemania y lo tuvo a raudales. Una presión perfectamente medida ahogaba a los limitados centrocampistas brasileños y obligaban a David Luiz a insistir en el pelotazo cruzado buscando la espalda de los laterales. Una propuesta arcaica, limitada. Insuficiente.

Sin ideas ofensivas, todo había que encomendarlo a la fortaleza defensiva. Sin Thiago Silva, cualquier atisbo de ella brilló por su ausencia. El capitán no es solo el mejor central del mundo. Es el líder que sujeta a todo este equipo y que lo transforma de ramplón en competitivo. David Luiz quiso ocupar su lugar, pero fue atropellado por el expreso alemán.

Thiago Silva transforma a Brasil de ramplón a competitivo

Pronto, muy pronto empezó el chorreo. A la salida de un córner, Müller, absolutamente solo, remató en la frontal del área pequeña. Primera vez que los amarillos echaron de menos a su capitán. Error de bulto en la marca, para que el del Bayern marcase su quinto tanto del Mundial y en la final buscará superar a James y alzarse con la bota de oro del torneo. Avaricia.

Klose: el histórico

La rampa de salida acababa de lanzar al bólido alemán. Cualquier atisbo de reacción amarilla fue cancelado por un equipo muy serio, muy seguro, al que encima acompañó el acierto en todas sus acciones. Cada llegada era un gol. Rodillo. Solo nueve minutos después del tanto de Müller, el Mineirão vio hacer historia por primera vez en la noche. Miroslav Klose anotaba el segundo, tras recoger un rechace de Júlio César a un primer disparo del propio delantero de la Lazio. De esta forma, el ariete alemán se convertía en el máximo goleador de la historia de la Copa del Mundo, superando a Ronaldo.

Klose se convirtió en el máximo goleador de los Mundiales. (Foto: Robert Cianflone | Getty).

El festival acababa de empezar y Toni Kroos encontró premio a su fútbol de diamantes. Lujuria. Un minuto mágico para el centrocampista del Bayern, en el que anotó dos goles consecutivos. Primero en el 24, rematando al vuelo desde la frontal un centro desde la derecha. Luego, en el 25, culminando una contra junto a Khedira, aprovechándose de un error garrafal de Fernandinho. La entrada de Bernard por Neymar, dejaba muy expuesto al centro del campo brasileño. Luiz Gustavo y el propio mediocentro del City, fueron avasallados por la enorme superioridad, tanto técnica como numérica, de la Mannschaft en el medio.

Pero la fiesta no terminó aquí. Alemania iba lanzada y no se frenó. En una nueva magistral jugada colectiva, una perfecta combinación dentro del área con Özil, derivó en Khedira anotando el quinto. Brasil solo podía mirar y admirar. Envidia. Los germanos levantaban la mano. Querían ser campeones del mundo.

Minutos de la basura en la primera parte

Media hora transcurrida. Partido acabado. Brasil estaba siendo vapuleado y todavía le quedaba una eternidad por delante. Un martirio ante el que no supieron reaccionar en ningún momento. Pereza. Los de Scolari no encontraron su energía ni su agresividad en ningún momento. Simplemente no existieron.

Alemania demostró que el buen trato de balón nunca morirá

Alemania campaba a sus anchas, disfrutando de algo histórico. Tocando, tocando y tocando. El buen trato de balón nunca morirá y los de Löw demostraron que si tienen velocidad en la circulación, la calidad se impone. El primer tiempo acabó entre lloros en la grada, shock de los amarillos y divertimento de los germanos, que jugaban a placer.

Nuevo espejismo

Quizá por aquello de la vergüenza torera, o simplemente por dignidad, Brasil quiso dar cara en el arranque del segundo tiempo. Löw sustituyó a Hummels pensando en la final y el ritmo alemán descendió claramente. Ni así. Sin Neymar, no hay rastro de magia en los últimos metros. No hay nada. Solo son dos bajas, pero es que lo son todo para la Canarinha.

No obstante, los amarillos merodearon el área de Neuer, que volvió a mostrarse como un seguro de vida. Primero Óscar. Después Paulinho. Ambos lo intentaron dentro del área, pero con disparos demasiado centrados, fáciles de repeler para el guardameta del Bayern. La pesadilla continuaba en el Mineirão.

Schürrle mantuvo el hambre

Con todo resuelto, Löw relevó a Klose, que recibió una deportiva ovación de la torcida. En su lugar ingresó Schürrle. El futbolista del Chelsea no quería bajar el pistón y le dio una marcha extra al equipo. Movilidad y profundidad. El atacante está cumpliendo a la perfección la tarea de Marco Reus, aportando un dinamismo y un cambio de ritmo muy necesarios en el fútbol de la Mannschaft.

Sin Neymar no hay magia; no hay nada

Brasil estaba tan muerto, que solo las ganas de Schürrle sirvieron para prolongar la sangría. Gula. Contagiados por su entrada, Alemania volvió a acelerar y así cayeron dos goles más. Ambos obra del atacante blue. Primero rematando con el interior dentro del área brasileña. Era el minuto 69. El infierno no cesaba.

Thiago Silva consoló a sus compañeros al final. (Foto: Alex Livesey | Getty).

Solo diez minutos pasaron para que el nueve alemán volviera a perforar la red de Júlio César en el último de los siete balazos que recibió la Canarinha. Acribillados. Espectacular pase al espacio de un colosal Müller, magnífico control al vuelo dentro del área y remate inapelable con la zurda a la escuadra. Un golazo que ponía el broche de oro a una exhibición inolvidable.

Gol ¿del honor?

El bochorno estaba servido. La humillación era histórica. La mayor goleada en la gloriosa historia de Brasil se la endosó Uruguay en la Copa América de 1920. Un 6-0 perdido en el olvido. Casi un siglo, cinco Copas del Mundo y todo tipo de leyendas futbolísticas después, Alemania superó este hito, instigando una vergonzosa derrota. En medio del paseo germano, algunos jugadores brasileños no aguantaron la frustración. Concretamente David Luiz, que tuvo varios encontronazos con Müller. Ira. Una humillación así es difícil de gestionar.

Con Alemania paladeando la historia que estaba haciendo, Óscar picó en velocidad corriendo un pelotazo, dribló a Boateng dentro del área y marcó ante la salida de Neuer, evitando el cero en el marcador. El árbitro mexicano, con buen criterio, descontó tres minutos y no esperó a que se cumplieran para cesar la paliza. Con el pitido final, llegó el derrumbe de los futbolistas brasileños, absolutamente consternados por el resultado. Los alemanes, caballerosos, fueron a consolar y a animar a los derrotados. Ejemplo de deportividad.

Alemania disputará la gran final del próximo domingo contra el vencedor del Países Bajos - Argentina de mañana. Sea cual sea el rival, se reeditarán antiguas finales (la del 74 en el caso de la clasificación naranja; las del 86 y 90 en el caso de que sea albiceleste). En el caso de Brasil, su Mundial acaba de la peor manera que se podría imaginar. Sin sus dos mejores jugadores, superados por la presión y por el medio y con unas sensaciones impropias de la camiseta más grande del fútbol mundial. La única nota positiva puede ser un retorno obligado a los orígenes. Resucitar el jogo bonito y honrar la historia de la pentacampeona.