Las tan cacareadas bajas de Neymar y Thiago Silva marcaban la alineación de Luiz Felipe Scolari. Dante jugaría en el sector izquierdo de la zaga, desplazando a David Luiz a la teórica posición de central diestro. Felipão colocaba a Hulk por banda izquierda con Bernard en la derecha y Oscar por fin jugando en su posición, centrado. Volvía Luiz Gustavo al mediocampo, formando pareja con Fernandinho y devolviendo a Paulinho la etiqueta de suplente. El 4-2-3-1 habitual de Scolari pero sin sus dos mejores futbolistas.

Alemania repetía el once que había logrado derrotar a Francia en los cuartos, con Lahm-Boateng-Hummels-Howedes de derecha a izquierda en la última línea, Schweinsteiger-Khedira-Kroos en el núcleo de mediocampo, Özil y Muller tirados a las bandas y Miroslav Klose en punta. 4-3-3 rocoso pero a la vez elástico y con chispa.

Se esperaba una salida en tromba de la Canarinha, con mucho empuje y que permitiese crear ese ambiente hostil que sobrepasó a Colombia. Alemania, algo fría en los primeros instantes, se refugió un poco más atrás de la cuenta y recibió un par de achuchones aunque no fue preciso que llegara a intervenir Manuel Neuer. Marcelo apretaba por izquierda intentando intimidar a la estructura germana, que poco a poco comenzaba a entrar en calor.

Sami enseñó el camino

Gran partido de Kroos (Foto: Martin Rose / Getty Images)

El partido comenzó a dibujarse en el quinto minuto de juego, cuando Sami Khedira consiguió romper en mediocampo e irse fácilmente hacia arriba. Fue la jugada que marcó el devenir del encuentro, Alemania hilaba una posesión larga y rompía el embrujo. Esta vez el modo huracán de los brasileños no llegó ni a ventolera. A partir de ahí los germanos salieron de su área y obligaron a los de Scolari a comenzar la jugada desde atrás. Dante, David Luiz, Luiz Gustavo… ninguno de ellos especialista en sacar el balón jugado. Sami Khedira se descolgaba para realizar una ligera presión sobre el hombre con la bola en su poder mientras Toni Kroos permanecía atento para cortocircuitar cualquier pase en corto. Desde atrás Bastian coordinaba la estrategia defensiva pendiente de cualquier desajuste. Los de amarillo pedían a gritos a alguien que bajase por el centro a recibir con claridad dado que de otra forma su nivel de precisión en ese tipo de pases suponía arriesgarse a una pérdida. Pero con los tres alemanes del mediocampo concentrados no quedaba otra escapatoria que el pelotazo. El fútbol de ataque de la pentacampeona quedaba completamente bloqueado con una sencilla pero trabajada maniobra de los de Löw, conscientes de las enormes limitaciones del rival sin sus dos jugadores franquicia.

Foto: Jamie McDonald / Getty Images

Cumplidos los primeros diez minutos el partido ya era alemán. La Mannschaft ya se había apoderado del campo y comenzaba a tocar el balón a placer en mediocampo. Scolari intentaba recuperar el mando tratando de sacar partido de su jugador más diferencial: Marcelo. El madridista empujaba por su banda pero Khedira y Muller le tomaron la matrícula. Los germanos comenzaron a sentirse cómodos y a penetrar por banda derecha con mucha facilidad.

Sin respuesta ante un huracán

Así se gestó la jugada que puso en ventaja a la Mannschaft. Un gol inconcebible en un equipo de las características de Brasil. No parece ni medio normal que un jugador del nivel de Thomas Muller pueda rematar con el interior de su pie derecho un centro desde el córner a una selección con el poderío físico de la Canarinha. En cuanto el balón besó las mallas el mismo pensamiento recorrió la cabeza de Felipão y la de gran parte de la Torcida: “se tivesse sido Thiago Silva…”

Fueron diez minutos en los que los de Scolari bajaron los brazos y firmaron una rendición incondicional

A partir de ahí Alemania no hizo sino certificar su dominio. Un Khedira imperial apoyado por la inteligencia y la coherencia en todos sus movimientos de Toni Kroos y Thomas Muller volvían loco al mediocampo brasileño, incapaz de llegar a tiempo a ningún pase rival. La facilidad con la que escapaban de la desordenada presión rival les colocaba en las inmediaciones del área contraria en un santiamén. Esta vez el huracán venía de tierras germanas.

La primera incursión en ataque de Maicon dibujó un rayo de esperanza. Verdaderamente parecía la única zona del campo de la que Brasil podía sacar tajada vista la escasa participación de Özil en ataque y su nula implicación defensiva. Pero fue un espejismo. La jugada del minuto 22, en la que Alemania se plantó a base de fútbol de toque delante de Julio César, terminó de matar el partido. Como Pedro por su casa entraron los germanos en el área local y Klose aprovechaba el rechace del guardameta para colocar un 0-2 que hacía justicia.

Rendición

Ahí murió la Verdeamarela. El segundo gol provocó un estado de shock general que los alemanes no desaprovecharon, lanzándose a la yugular de Brasil. Los robos se producían con una facilidad pasmosa y los goles se sucedían en la portería de un indefenso Julio César. Fueron diez minutos en los que los de Scolari bajaron los brazos y firmaron una rendición incondicional. Con seguridad la más incontestable que haya tenido lugar en una semifinal mundialista. La sensación de impotencia e inferioridad era tal que todo el estadio lloraba la eliminación quedando 60 minutos por delante. Irrepetible la imagen de un equipo y un estadio absolutamente arrodillados suplicando clemencia. Inimaginable media hora antes.

Foto: Martin Rose / Getty Images

El choque no ofrece más lectura táctica, a partir de ahí se vivió un simulacro de partido en el que la única motivación que le quedaba a Brasil pasaba por no permitir que la afrenta, ya de por sí gorda, pasase a mayores. Un arreón a la salida de vestuarios sumado a la relajación de los alemanes generó tres buenas oportunidades que Manuel Neuer se encargó de neutralizar. La entrada de Paulinho, Ramires y Willian no cambió demasiado el panorama, mucho menos amenazador para Brasil en el segundo tiempo a causa de la tregua concedida por una Alemania que consideró que ya había derramado bastante sangre.

Soberbio partido de Khedira, Kroos y Muller, que liquidaron a la anfitriona con una solvencia y una majestuosidad impensables. Fenomenal el trabajo de Lahm, especialmente en su duelo de los primeros instantes con Marcelo. Muy sólidos Boateng y Hummels también en el inicio, rechazando con autoridad los balones que llegaban al área buscando la intimidación. No tan fino se mostró Mesut Özil, con menos peso en el juego que cualquiera de sus compañeros de ataque.

Thiago Silva era el hombre

De Brasil muy poco que rescatar. Los intentos de Marcelo cuando el marcador no se había movido fueron de lo poco salvable. Inexistentes Hulk, Oscar y Bernard, con mayor responsabilidad seguramente para el del Chelsea, que bien podía haber intentado echar una mano en la salida de balón. Pero tampoco se deben cargar demasiado las tintas sobre su labor, lo cierto es que una selección diseñada a partir de Thiago Silva y Neymar parece de lógica que no pueda funcionar sin ellos. David Luiz necesita a su lado un central con pausa, con claridad en la colocación y en el pase y, en resumen, con calidad táctica. Colocar a Dante como sustituto implica asignar al del Chelsea el papel de mariscal, algo para lo que no está preparado. La baja del central del PSG desordenó también a Luiz Gustavo y Fernandinho, incapaces de mostrar ni una décima parte de su solvencia habitual. Es fácil decirlo a toro pasado, pero quizás la opción de Henrique o incluso de una línea con tres centrales hubiese otorgado alguna opción más a Brasil. Aunque en esto la responsabilidad del técnico viene de atrás por no haberse planteado un escenario sin Thiago Silva a lo largo del año y medio anterior. Los recambios en un mundial también pueden ganar títulos.

Martin Rose / Getty Images

Y en cuanto a Neymar, visto el desarrollo del partido, no parece que hubiera podido cambiar demasiado su desenlace. La goleada vino originada sobre todo por las carencias en la parte de atrás aunque los genios siempre pueden dar un giro al choque cuando menos se espera.

Hasta aquí la primera semifinal. El viento huracanado de los cuartos de final cambió de dirección y arrasó a la Canarinha. Brasil peleará por el tercer puesto pero la herida quedará para ser recordada durante décadas. Mientras, Joachim Löw deberá trabajar el aspecto psicológico para evitar que se suban los pájaros a la cabeza. Se ha eliminado a la anfitriona pero para ganar la Copa se necesita una victoria más.