El rol de actor secundario es aquel que nadie sueña con llegar a cumplir, "Quiero ser la estrella", te habrás repetido una y mil veces cuando eras más joven. Todos soñamos con llegar al último peldaño del éxito, ser aquel al que los focos miren durante las 24 horas del día a sabiendas de que la persona a la que enfocan es la mejor.
 

En el mundo del fútbol sucede algo parecido, nadie sueña con otra cosa que no sea ser la estrella del equipo, ése que con su talento conduce al resto de sus compañeros a lograr grandes metas, el que mete un gol en el último minuto, ése que quiere llegar a ser "El Diego", o similar.

Sin embargo, nadie se habrá levantado de la cama habiendo soñado con llegar a ser el hombre cuya entrega y esfuerzo siempre viven al margen de las portadas. Ninguno de nosotros recuerda al defensa que tapaba los ataques rivales para que finalmente Maradona hiciese historia, y mucho menos nos vendrá a la mente alguno de los defensas con los que Pelé compartió equipo, si es que algún libro recoge al menos sus nombres.

Para el público general, Javier Mascherano pasa por ser "un carnicero" que olvidó de joven dar patadas a un balón para dárselas a su rival, que sin saber regatear, aprendió a ser agresivo. Para aquellos que buscan ver algo más, verán en él al jugador táctico y sacrificado en labores defensivas que siempre está en el sitio correcto, excepto claro está, su entrenador lo posicione en otro lugar del campo, donde la magia no muy vistosa de Javier se empieza a difuminar. 
 

Sin excesos y sin lujos, la clase media del fútbol corona al jefesito como amo del éstilo. Sin muchas virtudes ofensivas, sin pases de 40 metros ni bicicletas que le permitan salir en las noticias deportivas, Javier vive de su disciplina, su coraje y de su inteligencia para derrotar a los genios del balón que a sus reinos vengan, con intención de dejarlo en evidencia.

Escapando a kilómetros, muchos, del estilo de juego que hoy por hoy reina en el fútbol, donde un defensor "no es nadie" si no sabe mover la bola, Javier sobrevive entre sus trincheras, como el mejor de los soldados en la guerra, cómo muere poco a poco el fútbol que él tanto ama, para dejar paso a aquellos niños que sin desmerecer su labor, sueñan con ser como Leo, Cristiano o tantos otros nombres de futbolistas que ocupan los diarios, sin dejar espacio a aquellos que en algún momento de sus carreras, quisieron llegar a ser los nuevos Gattuso, por ejemplo.

La lucha y el esfuerzo, la constancia y el sacrificio son cualidades tan importantes como pueden serlo el regate, la técnica o la visión de juego, y es que detrás de aquellos hombres que con sus regates hacían soñar a los niños, había hombres que se dejaban su sudor en lograr la victoria, aquellos que vivían con la luz apagada tantas veces, saliendo sin pena ni gloria por las salas de prensa, mientras el resto esperaba a gritos que saliese la estrella para que, dedicando un "gracias", saciase así a tantos medios esperando palabras vacias. 

Sin llegar a ser la estrella, Javier Mascherano se ha convertido en el lider de Argentina, esa selección de un país que vive el fútbol como nadie, y que entiende en el esfuerzo, la mayor de sus virtudes, sean o no los mejores, para llegar a tocar la gloria que un día tocaron.