Cada cuatro años se reescribe la historia del fútbol. Mundial a Mundial. En el imaginario colectivo siempre ha pervivido la grandeza de Alemania. Desde que alcanza la memoria, la Mannschaft siempre ha sido objeto de admiración, de respeto e incluso de veneración por cualquier aficionado. La Cruz del Sur conseguida en la Copa del Mundo de Brasil es una piedra más en el monumento de gloria que los germanos han labrado en la competición deportiva más importante del planeta y que le han llevado a rivalizar con la Canarinha como selección más grande la historia del fútbol.

Solo una vez fue eliminada en la primera fase

Cuatro Mundiales. Cuatro estrellas. Con ellas, Alemania se ha puesto a la altura de Italia en número de títulos. Solo Brasil tiene más. Por detrás quedan, ya con dos, la otra finalista, Argentina, y Uruguay. Inglaterra, España y Francia tienen una Copa Jules Rimet en su haber. Pero no son solo los títulos los que engrandecen la leyenda germana. La Mannschaft es la selección que más partidos de Copa del Mundo ha disputado (106) y la número uno en semifinales y finales. Extraordinario gen competitivo. Ganadores natos. Los teutones han estado presentes en todas las ediciones del torneo, con solo dos excepciones. En la primera edición, en Uruguay 1930, a la que Alemania no viajó por las dificultades logísticas que suponía cruzar el Atlántico en aquella época. La Nationalef tampoco participó en Brasil 1950, ya que la FIFA la excluyó como castigo a la II Guerra Mundial y al nazismo. En el resto de Mundiales, los alemanes siempre han estado y siempre los han competido hasta el final.

Solo vale ganar

Pero el claro ejemplo que engrandece a Alemania es la naturalidad con la que asume que solo vale la victoria. Cada partido, cada fase clasificatoria, cada torneo. Llegar a semifinales es una obligación mínima para los germanos. Menos que eso se considera un fracaso. Seguramente, esa premisa ha colaborado enormemente a la capacidad ganadora teutona a lo largo de la historia. La Mannschaft solo ha quedado eliminada una vez en la primera fase de un Mundial. Solo una. Y fue en Francia 1938. Hace ya tanto tiempo que no se recuerda. Y es que en la mente de cualquier aficionado al fútbol siempre está Alemania disputando las eliminatorias en las Copas del Mundo; y casi siempre en las últimas rondas.

Nadie ha jugado tantas finales como Alemania. Ni tantas semifinales. Nadie. Ni siquiera Brasil. De sus 18 participaciones, los germanos solo han dejado de llegar a las últimas rondas en cinco. La ya mencionada eliminación en el 38 y cuatro cuartos de final. (Chile 62, Argentina 78, USA 94 y Francia 98). Sus otras 13 apariciones se cuentan por semis, ocho de las cuales acabaron jugando la final (Brasil jugó siete e Italia seis). Extraordinario bagaje.

Siempre presentes

Se acostumbra a decir que el Mundial del 50 en Brasil fue el punto de inflexión hacia un fútbol más cercano al actual. Más evolucionado. Fue a partir de la segunda mitad del siglo XX cuando Alemania empezó a escribir su leyenda. Antes, un tercer puesto en el 34, fue la nota positiva entre las ausencias del 30 y el 50 y la eliminación prematura en el 38. La maquinaria alemana se puso a punto con el paso del tiempo, con el progreso.

13 semifinales y ocho finales en 18 participaciones

Pero, de golpe y porrazo, Alemania entró a formar parte del grupo de los elegidos tirando la puerta abajo. Fue en 1954 en el Mundial de Suiza. La todopoderosa Hungría, el mejor equipo del mundo del momento, claudicó en la final ante los germanos. A partir de ahí, Alemania estuvo siempre en las quinielas para ser campeón del mundo. Sin importar qué equipo llevase, o cómo jugase. Siempre entre los favoritos. Siempre entre los grandes.

Después de unas semis y unos cuartos en Suecia y Chile, Alemania volvió a una final en el 66, contra Inglaterra. El gol fantasma de Hurst dejó a la Mannchaft sin su segunda estrella, que habría de llegar en el 74. De nuevo contra pronóstico, a pesar de ser el anfitrión, la selección de Beckenbauer derrotó a la Holanda de Cruyff, que había maravillado al mundo con su fútbol total.

El sexto puesto en el 78 fue un impasse. En España, Alemania inició un periodo tres finales en tres Mundiales consecutivos. Las derrotas contra Italia en el 82 y contra Argentina en el 86, dieron paso a la tercera estrella en el 90, en Italia, derrotando de nuevo a una leyenda en la gran final: la Argentina de Diego Armando Maradona.

Si los ochenta fueron gloriosos, los noventa significaron la única crisis (si es que se puede llamar así) de Alemania en los Mundiales. Ni en el 94 ni en el 98 pasó de cuartos. Un logro para cualquiera. Un fracaso para la Mannschaft.

Siglo XXI en la misma línea

La entrada en la nueva centuria devolvió a Alemania a su sitio. Al lugar que nunca debió abandonar. De hecho, con los números en la mano, se podría decir que es la mejor selección del presente siglo. Cierto que ha sumado un título, como Brasil, Italia y España. Pero ha estado en dos finales y dos semifinales, nivel al que ni se acercan los otros tres campeones.

En el 2002 regresó a una final. Su séptima final. También lo era para Brasil. A pesar de ser las selecciones más grandes de la historia, nunca se habían enfrentado en una Copa del Mundo. Ronaldo marcó el partido con dos goles, y la Canarinha se transformó en Pentacampeona.

Dos semifinales más, contra Italia en 2006 y contra España en 2010. Cayendo contra los campeones en ambas. Dos terceros puestos que desembocaron en 2014 con una Alemania decidida a tocar metal por fin en este siglo. En su octava final, 24 años después, la Mannschaft tocó el cielo y confirmó (todavía más) que está y estará entre las más grandes.