El campeonato mundial de Brasil 2014 es más que un título para Alemania. Es la certificación oficial de un proceso de cambio que lleva aproximadamente 10 años de estarse gestando. Los alemanes entendieron una verdad: nada es inmutable en este mundo. Los contextos cambian y las realidades se alteran. Dichas alteraciones hacen que el individuo, ya sea en su naturleza personal o como representación de un colectivo, deban alterar algunas de sus características en vistas de alcanzar la supervivencia a los cambios.

Charles Dawin, conocido teórico de la evolución, afirmaba que solo las especies que se adaptan a los cambios en el entorno logran sobrevivir. Alemania entendió que los contextos habían cambiado, el fútbol ya no era mismo y las distancias entre "grandes" y "pequeños" se habían acortado. Los fracasos en las Euros 2000 y 2004, sumados a la ausencia total de una transición entre generaciones futbolísticas, fueron los detonantes del cambio en el fútbol germano, proceso que ahora los hace proclamarse con el máximo cetro futbolístico.

El fracaso abre las puertas al cambio

El último gran éxito del fútbol alemán data de 1996, en Londres, Inglaterra. En aquella ocasión, la joven generación dorada de República Checa, encabezada por un novato sensacional como Pavel Nedved, enfrentaba a toda una poderosa selección alemana que comenzaba a pensar en cerrar un ciclo de éxitos. Figuras como Matthäus, Kolher, Sammer, Klinsmann, Möller y Hassler estaban en su etapa de madurez futbolística y se percibía cierto aire de necesidad de cambio. Sin embargo, dos goles de Bierhoff le dieron el título a europeo a Alemania y nadie volvió a mencionar nada sobre una transición.

Dos goles de Bierhoff le dieron el título a europeo a Alemania y nadie volvió a mencionar nada sobre una transición

El éxito, como suele suceder, nubló la realidad y los teutones se presentaron con prácticamente el mismo equipo al mundial de Francia 1998. Ahí, en cuartos de final, fueron demolidos por una joven Croacia que mostró talento, verticalidad y dominio absoluto del juego. Un 3-0 contundente dejó a los alemanes, por segundo mundial consecutivo, en fase de cuartos y evidenció el más terrible de los presentimientos: sus figuras se habían vuelto demasiado adultas.

La Eurocopa de 1996 fue el último gran título que Alemania exhibió en sus vitrinas. // (Foto de marca.com)

La caída en 1998 dio paso a las salidas de la selección. Matthäus, gran figura teutona, dejó la Mannschaft en 1999 y muchas otras figuras le siguieron. Sammer, Möller, Kolher, Reuter, Basler y Koepke dieron un paso atrás de la selección. El problema se dio cuanto Verti Bogs, entrenador germano, quiso elaborar su convocatoria para la Eurocopa 2000: no contaba con figuras de peso. Mehmet Scholl, Oliver Kahn y el veterano Thomas Hassler eran lo más destacado en un equipo de jóvenes que aún no lograban hacerse en espacio dominante. El futuro no había sido bien manejado por una selección que se engolosinó tanto con su pasado y presente que olvidó garantizar una sana transición con vistas al futuro.

El futuro no había sido bien manejado por una selección que se engolosinó tanto con su pasado y presente que olvidó garantizar una sana transición con vistas al futuro

El resultado fue fatal. Apenas un empate y un gol a favor dejó a Alemania última del grupo A en esa Eurocopa y plasmó la peor participación teutona en el torneo continental en toda su historia. Dos años después, con Michael Ballack y Miroslav Klose como valiosos descubrimientos, vino el subcampeonato en Corea-Japón 2002, aunque la transición tampoco se adoptó de buena forma y, dos años más tarde, Alemania volvía a quedarse fuera de la Eurocopa 2004 en fase de grupos. Derrota ante República Checa y empates ante Holanda y un vergonzoso 0-0 ante Letonia dieron la pauta para entender que, o Alemania cambiaba, o moriría recordando el pasado y con heridas mortales en el presente.

El 0-0 ante Letonia demostró el bajo nivel de Alemania en 2004. // (Foto de zimbio.com)

Los agentes del cambio alzan la mano

La destitución de Rudy Völler dejaba a Alemania en el limbo. Se buscaba entrenador para un equipo sin alma, lejos de su tradición competitiva y en búsqueda de identidad. Pero, acá es donde se da la encrucijada del cambio. Sabedores que solo transformándose y evolucionando podrían sobrevivir, surgen dos entrenadores que proponen una variante total en todo el aparato futbolístico alemán. Una variante que empezara desde las canteras, los juveniles y la liga local. Una variante propuesta por un histórico de Alemania y un delantero eficiente en sus tiempos pero poco conocido en el exterior: Jürgen Klinsmann y Joachim Löw.

Se cambiaría el modelo, se utilizarían otras variantes, se hablaría el lenguaje profético de la posesión de balón y el buen trato del mismo

Klinsmann asume en Julio de 2004 como entrenador alemán y nombra a Löw como su asistente. A partir de ahí, Klinsmann y Löw tuvieron reuniones con cada técnico de las inferiores de los clubes, del equipo mayor de cada equipo y con los directivos de las divisiones inferiores de la selección nacional para conseguir acuerdos importantes. Se cambiaría el modelo, se utilizarían otras variantes, se hablaría el lenguaje profético de la posesión de balón y el buen trato del mismo. Se presagiaría con la elección de una idea de juego que elevaba la importancia de la técnica depurada y el preciosismo a un nivel de igualdad al que ya poseía la disciplina táctica y la potencia física. Era un cambio total.

Klinsmann y Löw asumieron las riendoas del equipo mayor de Alemania en 2004. // (Foto de heavy.com)

De a poco, Alemania iba mutando, adaptándose al contexto, evolucionando de tal forma que el éxito llegaría en cuestión de tiempo

Los resultados comenzaron a llegar. La Copa Confederaciones de 2005 fue la presentación oficial de una nueva Alemania. Del 3-5-2 al 4-4-2, Klinsmann echó mano de figuras nacientes como Lahm, Mertesacker, Schweinsteiger y Podolski y las combinó con viejos conocidos como Ballack, Schneider y Kuranyi. Un 4-3 ante una Australia en evolución dejó buenas sensaciones y el tercer lugar en el torneo, superados únicamente por Brasil en semifinales, dejó en claro que se podía creer en el proyecto. A la Confederaciones le continuó el mundial y Alemania llegó al tercer puesto. A pesar de eso, la afición celebró en grande ese logro y lo consideró el paso clave a la transición. Klinsmann había hecho cambiar a Alemania.

"Klinsi" dejó el equipo tras el mundial de 2006 con algunas críticas y varios elogios. Su cargo lo ocupó Löw, sugerido por el propio Klinsmann. Lejos de retirarse de la idea, Löw la asimiló, analisó y la hizo evolucionar a un nuevo paso. A partir de 2006, Alemania comenzó a estandarizar su estilo, a hacerlo patente. Mezcló la disciplina táctica con el toque rápido de balón. Dejó de lado el juego aéreo y lo empleó como una variante más dentro de su esquema ofensivo. Optó por volantes más finos que fuertes y los equipos comenzaron a seguir sus pasos. De a poco, Alemania iba mutando, adaptándose al contexto, evolucionando de tal forma que el éxito llegaría en cuestión de tiempo.

El nuevo rostro de la vieja Mannschaft

La Eurocopa de 2008 mostraba ya las nuevas caras en el fútbol alemán. Schweinsteiger era el modelo a seguir y Ballack ejercía labores de liderazgo más que de patrón representativo. Lahm y Mertesacker tomaban mayor protagonismo que Metzelder y Friedrich era la idea misma de la polivalencia en zona defensiva. El propio Klose cambiaba, dejando de lado su férreo juego aéreo y mostrando habilidades en velocidad, movimientos entre líneas e idea con el balón en los pies. Les alcanzó para el subcampeonta ante la espléndida época naciente de España. Pero quedó demostrado que el cambio era la mejor apuesta.

Se comenzó a premiar la polivalencia, una idea donde cada jugador respondía a tres o cuatro demarcaciones al mismo tiempo

El modelo del futbolista alemán cambio radicalmente. Se comenzó a premiar la polivalencia, una idea donde cada jugador respondía a tres o cuatro demarcaciones al mismo tiempo. Se optó por preciosistas con una cuota de sacrificio y movilidad que le daba equilibrio al equipo. Los centrales seguían siendo altos y potentes aunque comenzaban a adelantarse en el campo. Los laterales se anexaban al ataque arrancando desde zona de volantes y los delanteros se abrían hacia los carriles para la llegada de los volantes. La evolución estaba a un 70% completada.

Y, entonces, llegó el Europeo Sub-21. Mesut Özil, Manuel Neuer, Benedikt Höwedes, Gonzalo Castro, Mats Hummels, Sami Khedira y Jerome Boateng entraron en escena. Özil era el preciosista, Khedira el talento combinado con el músculo, Höwedes, Hummels y Boateng la polivalencia y Gonzalo Castro el volante renovado. Alemania ganaba el título Sub-21 con un equipo renovado, diferente y mutado. El balón era su prioridad. La mejor defensa era el ataque. No se tenía un claro "9" de referencia. Alemania ganaba y mutaba. Reverdecía sus laureles a costa de alterar sus formas. Pero el gen competitivo y disciplinado aún persistía.

El Europeo Sub-21 fue el primer título de la nueva generación germana. // (Foto de es.fifa.com)

Un año después, en Sudáfrica 2010, el cambio se ratificaba. Schweinsteiger movía los hilos desde el mediocentro, Boateng cambiaba a lateral izquierdo y Lahm era un lateral que prácticamente se paraba como volante. Müller era el delantero incómodo que se movía entre líneas y hasta Klose mostraba virtudes para encontrar espacios. Sin embargo, una vez más, España se interponía en el camino, pero Alemania dejaba la sensación de exteriorizar el cambio que había iniciado interiorizándolo desde muchos años atrás.

España se interponía en el camino, pero Alemania dejaba la sensación de exteriorizar el cambio que había iniciado interiorizándolo desde muchos años atrás

A partir de ahí el modelo era estandarizado. Kroos se retomó el parámetro básico de Schweinsteiger, pero mucho más dotado técnicamente y con una renovada visión y lectura de los ritmos del juego. Schmelzer mostraba la rapidez de Lahm para subir y bajar en zona defensiva. Müller, Götze, Özil y Schürrle y Reus entraban en el nuevo libreto del delantero alemán: ágiles, técnicos, veloces y con un talento natural que abría cualquier defensa.

Hummels jugaba con el balón en los pies y salía con orden y criterio desde la zona central y Alemania le mostraba al mundo que sus ideales eran los mismos pero sus formas eran diferentes. Manuel Neuer se volvía en el modelo renovado del arquero: potente, alto pero de buen juego a ras de suelo. Conocedor del área y menos espectacular que sus contemporáneos, Neuer establecía ideales de guardameta poco conocidos pero altamente efectivos. Todas las líneas cambiaban. Eso es evolución.

Copa del Mundo de Brasil 2014, el punto final de la evolución

Para este mundial, Alemania ya no sorprendía. Todos sabían a que jugaba: balón dominado, posesión alta, líneas adelantadas, presión en la salida del rival, toque a ras de piso y variantes ofensivas como el juego aéreo o el balón largo a las espaldas. Alemania ha encontrado su punto máximo de evolución y entra en la fase más complicada de todas: mantenerlo. Encontrar el punto de continuidad en su proyecto, cosechar más títulos y marcar una época. Esos son sus nuevos desafíos.

Encontrar el punto de continuidad en su proyecto, cosechar más títulos y marcar una época. Esos son sus nuevos desafíos

De Matthäus a Schweinsteiger y de Schweini a Kroos. De Klinsmann a Klose y del bombardero alemán a Müller. De Hassler a Podolski y de "Poldi" a Schürrle y Reus. De Koepke a Kahn y ahora a Neuer. Alemania ha cambiado en todas sus líneas poco a poco y ha mostrado como sus avances son notorios en sus estadísticas. En Brasil 2014, el equipo teutón promedio un 67% de posesión de balón por partido, diferente a sus promedios anteriores en Sudáfrica 2010 (59%), Alemania 2006 (55%), Corea-Japón 2002 (49%) y Francia 1998 (51%).

Su capacidad goleadora también ha aumentado. En este mundial, Alemania cierra con 18 goles a favor y 4 en contra. Hace cuatro años, los germanos terminaron el torneo con 16 goles a favor y 5 en contra, números muy diferentes a Alemania 2006, (14 a favor - 7 en contra) y Corea-Japón 2002 (13 a favor - 3 en contra)

El darwinismo de Löw podría definirse en una sola idea: la competitividad tiene múltiples vías para encontrar el éxito

Los datos lo respaldan. Alemania tiene otro color, otros matices, pero su vieja naturaleza. Apegados profundamente a su idea, conscientes de que salen siempre a ganar, sabedores de sus capacidades y trazándose límites más altos en cada ocasión, el gen competitivo alemán permanece intacto, dejando que la selección natural los obligue a cambiar sus formas, mas no su naturaleza. El darwinismo de Löw podría definirse en una sola idea: la competitividad tiene múltiples vías para encontrar el éxito. Alemania, en su historia comprendida desde 2004 hasta la fecha, es la materialización de dicho pensamiento.

Se vienen la Eurocopa de 2016 y la Copa del Mundo de Rusia 2018 y Löw tendrá mucho por hacer. Alemania aún no ha mostrado todo su potencial. Eso está claro. Se vienen generaciones que pelearán un puesto en dicha selección. Bittencourt, Leitner, Volland, Kramer, Herrmann, Rudy, Rudiger, Ginter, Durm, Ducksch y Leno son algunos nombres para la renovación contínua que todo equipo necesita. La idea seguirá siendo la misma: evolucionar según el orden de los tiempos. Sin embargo, el deseo por ganar se mantiene inherente. El único cromosoma futbolístico que nunca cambiará: el deseo por la victoria. Porque sin él, Alemania dejaría de ser Alemania.