Titulaba Manu Chao una canción en honor a El Diego llamada La Vida Tómbola, donde juraba "Si yo fuera Maradona... viviría igual que él". La vida del argentino siempre sucedía al borde de muchas cosas, de lo legal y lo humano, al borde de lo real y lo mortal. Era El Diego el mal ejemplo, era El Diego el mejor sobre el verde.

La vida de errores que él admite, "Nadie está dentro de mi, yo sé la culpa que tengo", agrandó quizás, una leyenda tan grande como oscura, de ésas que no esperas ver más, pero que miras con admiración.

Si algo inspiró fue, no sólo mala vida, sino a generaciones de futbolistas a seguir un camino díscolo hacia el cielo de las estrellas, sin los excesos que él tenía. El mundo de las letras salió beneficiado con la creación de esta leyenda, inspirando a cantantes, poetas y periodistas a hablar de su gloria, a veces tan clara, y otras tan oscura.

Diego era aquel que convirtió Nápoles, esa ciudad italiana, en una ciudad Argentina, donde aun se admiran banderas albicelestes en su honor. Admirado y tratado como un Dios en su país y en otros tantos lugares, Diego otorgó tanta gloria al fútbol como éste a él, sin saber quién de los dos se debe más, el uno por el otro, un trato justo entre ambos, y es que pese a existir el fútbol antes y después, Maradona le añadió el toque que todo cocinero pone en sus platos para sobresalir por encima del resto. El fútbol puede presumir así de tener entre sus filas, a un hombre que inspira a tantos otros, a un futbolista con más magia que cabeza y con momentos que bien valen una vida.

Diego Armando Maradona, la esceneficación de la gloria en su máxima expresión, con las luces y sombras propias de las estrellas que se levantan para caer, y se vuelven a levantar. Decía Rodrigo, amigo y fallecido, "Si Jesús tropezó, por qué él no podría hacerlo". Quizás sea así como ahí se crea en él, en el perdón a sus problemas se encuentra precisamente, su mayor de los éxitos quizás.

"Tu esperanza ya sabe su tamaño 
y es por eso que no habrá quién la destruya. 
Ya no te sentirás sólo ni extraño. 
Vida tuya tendrás, y muerte tuya. 
Ha pasado otro año y otro año le has ganado a tus sombras 
¡Aleluya!"

Así escribía Mario Benedetti, un poeta uruguayo, por la gloria del que presente, ya está en los altares del deporte, para bien o para mal, mirando al resto de mortales practicar un deporte que otorgó y arrebató al mismo tiempo, el sentido a su vida. "Nunca imaginé que acabaría drogándome, como tampoco creía que podría comprar una casa nueva a mi madre".