La etapa de Alberto Zaccheroni al frente de la selección japonesa no ha dado los frutos que la JFA esperaba cuando pensaron en el italiano para el puesto de seleccionador y es que aunque el reinado en Asia es indiscutible (levantaron nuevamente la Copa Asia) en las competiciones donde tienen que verselas con las grandes selecciones, el conjunto nipón parece una pequeña parte de lo que es cuando se enfrenta a selecciones asiáticas. Evidentemente la diferencia de nivel es considerable y por ello se eligió a Zaccheroni, para que un técnico europeo de su prestigio elevase el nivel de la selección de Japón para así competir cuerpo a cuerpo con los grandes de Europa y Asia.

La elección del italiano vino en base a que la JFA quería un técnico especializado en aquellos aspectos en los que su selección flojeaba que eran básicamente en defensa y de cara a gol. Puesto que a los técnicos italianos siempre se les ha dado fama de defensivos, qué mejor elección para subsanar esa carencia que un entrenador transalpino. 

A pesar del buen trabajo realizo por Alberto al frente del equipo, la defensa sigue teniendo errores en los que la contundencia de la misma queda en duda y esto es algo que viene siendo algo habitual en la selección japonesa porque son rasgos culturales que a los jugadores les es difícil dejar de lado. Esa timidez a la hora de sacar la pierna o incluso cuando es mejor hacer volar al rival y arriesgarte a ver la roja, eso a los defensas nipones les ha costado siempre y les sigue costando a pesar de los esfuerzos puestos en arreglar ese defecto.

Zaccheroni no logró el objetivo pero la JFA sigue pensando que seguir en la línea de traer a entrenadores especializados en esas carencias que ellos tienen es lo que les hará mejorar y quizá sea así. La opción de buscar a un técnico que potencie sus virtudes deberá ser algo en lo que la federación japonesa deba pensar si con Javier Aguirre la selección tampoco es capaz de dar la cara ante las mejores selecciones europeas y sudamericanas.