Se dice que, de todas las preocupaciones, las económicas son las peores. Pueden reducir las capacidades cognitivas de las personas, aunque también pueden sacar lo mejor de ellas. En el caso de Néstor, fue lo segundo. Con 13 años formaba parte de las categorías inferiores de Argentinos Juniors y tenía tanto talento como problemas económicos. Fue entonces cuando pasó varios años vendiendo cuardernos en el tren y participando en torneos clandestinos de penales que se disputaban en la zona oeste de los suburbios de Buenos Aires

Pasado

Primero aprendió el golpeo de su tío, situándose detrás de él y contemplando sus movimientos: “Mi tío Manuel me llevaba de muy chico a jugar campeonatos de penales los viernes desde las 10 de la noche hasta las 6 de la mañana". Más tarde solo tuvo que practicar, así que el joven argentino apuntó y disparó a los árboles. Y entonces agarró el golpe, previo paso para ser él quien participara en los torneos. Y era necesario, porque tal y como dice él mismo: "Había que ganar para poder comer, viajar, comprarte algo de ropa". Néstor tenía problemas para subsitir, así como su familia. El golpeo por la supervivencia estaba cargado de técnica y colocación, ya que en los torneos de penales lo que vale es hacer que el balón impacte con el larguero. Y Néstor imaginó que eran árboles, y ganó torneos. No dejó de disputarlos ni siendo profesional, ya que en Primera y con la camiseta de Argentinos persistían los problemas económicos. Su técnico, Ricardo Caruso Lombardi, intercedió para que Néstor lograra un contrato más alto.

Su golpeo no sería de vital importancia en otro héroe. Pero Néstor Ortigoza se ha convertido en inolvidable para San Lorenzo por dos de ellos. Ordenados cronológicamente, el primero fue la tarde de un 30 de junio de 2012. Se disputaba un encuentro del Torneo Clausura del mismo año, y el rival era Instituto. El panorama no podía ser peor. El Ciclón se disputaba la promoción y una derrota les descendía de categoría. Algo que ocurrió entre los minutos 25 y 33, con un gol de Instituto. Durante 8 minutos, el presente del club ganador de la Copa Libertadores estaba en entredicho. Pero en ese minuto 33 se pitó un penalti y Néstor Ortigoza agarró el balón. "Cuando agarré la pelota vi a un nene y al padre llorando, rezando al cielo. Y yo me preguntaba ‘¿qué estoy pateando?’ Era irse a la B, pero me gusta la presión". Luego se colocó en el borde del área, adentrándose en la medialuna, para escuchar el pitido y dirigirse rápidamente hacia la pelota y golpearla. El disparo se coló en el ángulo y San Lorenzo se clavó en la máxima categoría. "Ese fue el más difícil", dijo Ortigoza.

Presente

Después del golpeo del sufrimiento, llegó el de la gloria. Era el partido de vuelta de la final de la Copa Libertadores. Un 13 de agosto de 2014. San Lorenzo había empatado a un gol en el partido de ida y se jugaba, ante su afición, la obtención del título. Un título que San Lorenzo no había ganado jamás. Y el Nuevo Gasómetro se preparó para la ocasión, rugiendo para animar a su equipo. El rival era el Nacional de Asunción paraguayo. Y un argentino que juega con la Albirroja fue el encargado de anotar el 1-0 con un golpeo sensacional. “Cuando agarré la pelota, empecé a mirar alrededor… la cancha explotaba, pero hice lo de siempre. El arquero de Nacional estaba como para esperarme, pero iba a ser muy difícil que me esperara. Tenía demasiada ansiedad y yo bajé mis revoluciones. Yo me decía ‘soy el mejor, soy el mejor…’, no quise ni ajustarla al palo ni pegarle arriba. Lo esperé, jugué con su desesperación. Él iba a moverse antes, y se movió antes”. El penalti entró en el minuto 36 y los argentinos sellaron el resultado para ganar la Copa Libertadores. Al finalizar el partido los hinchas del Nuevo Gasómetro corearon el nombre de Néstor, y el jugador devolvió el honor a los aficionados saltando y coreando con ellos en el aeropuerto. Un aeropuerto que les permitiría desplazarse a Marruecos para intentar ser campeones del mundo. Ser el primer equipo argentino que lo consigue. Una realidad que pudo ser catalogada de utópica por el padre que rezaba para no ver a los suyos lejos de la máxima categoría del fútbol estatal.

Futuro

Del mismo modo en que un portero estudia el golpeo del balón, Néstor analiza la reacción del arquero para avanzarse y conseguir anotar. "Te empiezan a estudiar y se complica, pero igual yo nunca cambié la técnica. Espero al arquero hasta lo último. Si no se mueve, le pego fuerte a un palo. Lo decido en el momento, pero hay que tener mucha coordinación, porque es difícil cambiar a un paso de la pelota, pero yo ya lo tengo incorporado". Una capacidad que le llevó a conseguir anotar 26 de las 27 penas máximas en Argentina. Estadística sólida para afontar partidos en el Mundial de Clubes, donde el valor del acierto es muy superior al de los penales clandestinos. En una hipotética final, el Ciclón podría enfrentarse al campeón de Champions League, el Real Madrid: “Le tengo ganas porque se habla mucho de ellos. Nosotros somos como el relleno y a mí no me gusta ser el relleno. Esos jugadores son como robots, pero se pueden equivocar también. Hoy te digo que son máquinas, pero cuando empiece a rodar la pelota, el mejor soy yo. Yo y mis compañeros”. 

Y es que en el Club Atlético San Lorenzo de Almagro, en el doble pivote y en el balón parado, juega un hombre que es un héroe. Lo es porque los hinchas le corearon durante horas por ser quien les enseñó que había que seguir luchando un sólo segundo más. Algo que aprendió Néstor, de madrugada, en la zona oeste de los suburbios de una ciudad llamada Buenos Aires. De una ciudad que tiene un club que es conocido por su condiciones barriales y bohemias. El Club Atlético San Lorenzo de Almagro.