Muy mal partido de San Lorenzo, que se enfrentaba a un rival inferior y que vio comprometida su clasificación, viéndose obligado a llegar a la prórroga. El equipo de Boedo, lejos del Nuevo Gasómetro, se vio totalmente irreconocible. El equipo argentino estuvo marcado por la inexistencia de juego y la escasez de ocasiones, asumiendo el papel de equipo pequeño y débil. El Auckland City, muy inferior técnicamente, dominó la posesión de un encuentro que ganó en voluntad y sacrificio.

Comenzaba San Lorenzo dominando el encuentro. Tras ganar la Copa Libertadores por primera vez en su historia, el equipo argentino vio en el Mundial de Clubes un lugar en el que hacer historia. La escuadra dirigida por Edgardo Bauza avisaba a los pocos minutos con un remate de Yepes a centro de Barrientos, que se marchó por encima del arco de Williams sin mucho peligro. Sin embargo, en una semifinal mucho más abierta que la anterior, el primero en disparar a puerta era el Auckland. Torrico atajaba el disparo de Tavano.

La parálisis de los cuervos

Pasaban los minutos en terreno yermo, ya que ningún equipo lograba plantar la semilla de la victoria. La primera ocasión seria del encuentro llegaba para el equipo de Buenos Aires, con un contragolpe liderado por Buffarini, con mucha gasolina en la primera mitad. Cauteruccio era el encargado de probar a Williams tras recibir un balón al hueco del lateral. El Auckland, consciente de su condición de inferioridad, presionaba muy arriba sobre la salida del balón del equipo de Boedo, sin muchas ideas en ataque pero con la firme convicción de mantener su meta virgen.

Las escasas ocasiones del primer tiempo llegaban a balón parado. Barrientos en dos ocasiones probaba fortuna, pero sus disparos no acertaban entre los tres palos de la meta rival. Quizás en otra dimensión. El equipo neozelandés buscaba la réplica en las botas de De Vries. Berlanga recogió en la frontal el rechace de Yepes y disparó, pero la defensa de Boedo evitó un mal mayor.

Gol psicológico al descanso

Barrientos anota tras una gran jugada de Buffarini

La primera parte llegaba a su fin, pero el Ciclón no había dicho la última palabra. El colegiado Benjamin Williams se autoerigía protagonista del encuentro, primero repartiendo tarjetas como si fuesen caramelos y, posteriormente, añadiendo dos minutos al tiempo reglamentario, lo que aprovechaba San Lorenzo para adelantarse en el marcador. Buffarini, tras una larga conducción, enviaba el esférico a la banda izquierda, en busca de Mas; el lateral zurdo llegaba a la línea de fondo y engañaba a la zaga de Auckland, que esperaba el centro al corazón del área. Sin embargo, el zurdo de Boedo tenía otro plan, ya que asistía al segundo palo, lejos de la meta, donde Barrientos controlaba y enganchaba un efectivo disparo para poner a su equipo por delante.

El fútbol se rinde a la pasión de Auckland

En la segunda parte, el encuentro no mejoró excesivamente. San Lorenzo, con el marcador a su favor, buscaba conservar la ventaja sin arriesgar, tocando en su propio campo. Auckland luchaba por remontar el gol argentino, haciendo uso de sus escasos recursos futbolísticos ante un rival teóricamente superior. En un encuentro con escaso aderezo, el colegiado Benjamin Williams añadía algo de picante con sus decisiones arbitrales. Traspasado el ecuador de la segunda mitad, el conjunto neozelandés hacía justicia en el marcador con la mejor jugada del encuentro. Tades asistía entre líneas para la llegada de De Vries quien, solo ante el guardameta, no acertaba a ejecutar el disparo. Torrico derribaba al extremo en lo que pudo significar su expulsión. Berlanga aparecía por la derecha, silencioso y creyente, para anotar casi sin ángulo el tanto del empate. El madrileño cumplía su sueño de marcar en un torneo internacional de blanco.

Edgardo Bauza, no se sabe si más por vergüenza del juego de su equipo que por miedo a la derrota, introducía un cambio que a la postre sería vital. El técnico retiraba del terreno de juego a un autodesprestigiado Verón, incapaz de salvar el símbolo de su apellido, e introducía a Leandro Romagnoli.

Encantamiento profano de Cauteruccio y perdón cristiano de Tade

La mejora en el juego de Boedo no se hizo esperar y, tan solo cinco minutos después, Cauteruccio esbozaba en el aire una obra de arte eterna. El delantero se marchaba de su par y elevaba el sombrero por encima del zaguero. El cuero descendió durante unas interminables décimas de segundo en las que el ariete se mimetizaba con su medio. El griterío del público, el olor a verde, la furia del rival... y la meta, el Anillo Único que todo delantero necesita para poner en práctica su magia, copaban los pensamientos del delantero, que pateó con furia a la escuadra de Williams. El meta solo pudo contemplar en primera fila con amargura cómo el cuero se estrellaba en la madera. La respuesta del equipo oceánico no se hizo esperar, ya que solo un minuto después era Tade el que perdonaba. De Vries se marchaba en carrera por la derecha y ponía el centro raso para el ariete, que se encontraba solo ante el guardameta. Con todo a su favor y sin oposición, su remate se perdía en las nubes. Auckland había desperdiciado la última flecha que quedaba en su carcaj.

San Lorenzo observó como su rival perdonaba una oportunidad clarísima y comenzó a buscar el gol con mayor insistencia, pero con pocas ideas. Así, siguiendo el mismo guión del primer tiempo, Kannemann amenazaba el marco rival con un cabezazo tras un saque de esquina de Romagnoli. Con empate en el marcador, el choque se marchaba a la prórroga. Los contendientes dejaban a un lado las espadas y tomaban armas más contundentes cargadas de pólvora.

Una prórroga que duró cuatro minutos

Matos clasifica a San Lorenzo para la final

Ése es el tiempo que necesitó San Lorenzo para sellar la victoria. A pesar del triste encuentro de los argentinos, el cansancio hizo mella en el conjunto rival, menos acostumbrado a este tipo de choques. El banquillo neozelandés, con acento catalán, introducía tres nuevos peones en la partida. Auckland buscaba refrescar el equipo para aguantar hasta los penaltis, pero las esperanzas se desvanecieron tempranamente. Al poco de la reanudación, Romagnoli ponía un centro desde la izquierda con Barrientos como objetivo; la defensa rival rechazó el primer envite pero Matos, que había entrado en el segundo tiempo, llegando desde segunda línea, fusilaba a Williams.

San Lorenzo no quería nuevas sorpresas y buscaba sentenciar el encuentro, algo que casi logra Cauteruccio. El pase largo de Mas era peinado por Barrientos para asistir al delantero; Williams, con una buena actuación, insufló un poco de esperanza en los pulmones de Auckland. Minutos después, un magnífico disparo de Payne desde la frontal golpeaba en el poste y se marchaba fuera. El miedo encogía los corazones de los gauchos de Boedo.

Lo intentó el equipo neozelandés a balón parado una y otra vez en la agonía del encuentro, sin éxito. Sin embargo, a pesar de tener el corazón lleno de valor y orgullo, las piernas estaban vacías de energías. Auckland se despide del Mundial de Clubes con la cabeza bien alta, satisfecho de haber puesto en jaque al flamante, pero irreconocible, campeón de la Libertadores.

Puntuaciones VAVEL

San Lorenzo de Almagro (2) Auckland City (1)
Torrico 6 Williams 6
Buffarini 7 Berlanga 7
Kannemann 6 Irving 6
Yepes 6 Dordevic 6
Mas 6 Takuya 5
Ortigoza 5 De Vries 6
Mercier 5 Vicelich 6
Kalinski 5 Payne 6
Barrientos 7 Bilen 6
Verón 4 Tade 7
Cauteruccio 6 Tavano 7
Suplentes
Romagnoli 7 Browne 6
Matos 6 Issa 5
Quignon SC Burfoot 4
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