El 2014 llegaba a su séptimo mes. La emoción surgía desde lo más profundo de todos los corazones futbolísticos. La fiesta grande se aproximaba. Brasil abría sus puertas para que todo el mundo vibrara al ritmo de la tan esperada Copa del Mundo. El escenario estaba puesto y no podía esperarse nada mejor. Lionel Messi y Cristino Ronaldo competirían en la mejor puesta en escena que puede tenerse, Neymar buscaría redimir a Brasil de lo ocurrido en 1950, España quería seguir presumiendo a su generación de oro, Klose iría a por Ronaldo en la tabla de goleadores y figuras como Modric, Agüero, Robben y demás buscarían salir del "segundo plano" para conquistar la gloria en el Maracaná.

Los estelares de la Copa del Mundo fueron los guerreros, no los príncipes

Sin embargo, el Mundial de Brasil 2014 tuvo un condimento muy peculiar que lo diferenció de los últimos torneos: la intensidad. Las estrellas no fueron las más elegentes, los más técnicos o aquellos que en base a filigrana y gambeta enamoran al mundo. Las verdaderas estrellas fueron los que sudaron sangre y mancharon de pasto y césped su camiseta. Las verdaderas figuras fueron los que gritaban en el campo, los que peleaban cada balón, los que morían en cada partido y dejaban todo dentro del terreno de juego. Los estelares de la Copa del Mundo fueron los guerreros, no los príncipes.

Javier Mascherano, el emperador gaucho

Analizar a detalle cada uno de esos guerreros requiere una visión distinta del fútbol a la usada en la modernidad. El ojo táctico, ese que no se deja impresionar por un quiebre de cintura o por la velocidad en carrera, es el único que puede descifrar más allá de las estadísticas y el resultado. La Copa del Mundo de Brasil 2014 fue el momento clave para que ese ojo táctico de muchos alcanzara su máximo nivel y se dejara deslumbrar por los verdaderos pilares de sus selecciones, opacando a los talentosos y priorizando una fascinación casi divina y tan llena de devoción religiosa por quienes fungieron como auténticos soportes para el éxito de sus selecciones.

"El Jefecito", mote que elevó a la perfección en Brasil 2014, fue la auténtica figura argentina en el mundial

En ese contexto, entra en el salón de los grandes un jugador tosco, duro, fuerte y poco brillante que, al estar rodeado de auténticos magos del balón, puede caer en el mutismo selectivo en beneficio de su equipo. Ese jugador es Javier Mascherano. "El Jefecito", mote que elevó a la perfección en Brasil 2014, fue la auténtica figura argentina en el mundial. No hizo goles, no dio asistencias, pero cortó acciones de peligro, mandó a la defensa albiceleste con voz de trueno y mano de hierro y guió a su equipo a una final en la que, incluso ahí, terminó robándose las miradas de todo el mundo.

Javier Mascherano disputó los siete partidos que Argentina jugó en el Mundial. Parado como mediocentro, con Gago (o Biglia) y Di María como auténticos interiores, "Masche" tuvo una función táctica sumamente interesante dentro de los planos arquitectónicos de Sabella. Por definición, un mediocentro es el ancla en la que todo equipo se sostiene, sin embargo, Mascherano retrocedía muchos metros para pararse como un auténtico líbero, dejándole plena libertad a Garay y Demichelis de ir a la marca individual sobre los hombres del ataque rival. Como consecuencia, Argentina ganaba una línea de 5 en el fondo y generaba un adelantamiento de líneas que potenciaba la velocidad de su departamento ofensivo, comandado por Lionel Messi.

Mascherano como mediocentro
Mascherano como líbero

La variante de Mascherano le dio a Sabella el equilibrio defensivo vital para que Argentina llegara a la final

La variante de Mascherano le dio a Sabella el equilibrio defensivo vital para que Argentina llegara a la final. Desde el partido ante Bélgica, por los Cuartos de Final, Argentina desfilaba en los actos protocolarios con 4-4-2 bien definido, pero terminaba por armarse con un 5-4-1 donde Mascherano retrocedía para ejercer de líbero y cubrir las espaldas de Garay y Demichelis. Nadie puede olvidar aquellas jugadas en las que Robben, en Semifinales, rompía una y otra vez a la defensa gaucha, pero Mascherano llegaba oportuno para cortar la acción ofensiva.

Ante Holanda fue el partido más evidente de Mascherano como auténtico líbero. // (Foto de GettyImages)

Ante Alemania, sin embargo, en la final, Mascherano volvió a su zona original en el centro del campo presentando un aspecto diferente: se movía por el corredor central parándose como un tercer central pero sin ser un auténtico líbero. Sabella, consciente del toque de balón teutón y su amor por la posesión larga, paró al "Jefecito" por delante de Garay y Demichelis para romper todo lo que Kroos y Özil pudieran formar en zona de creación. La asfixia alemana fue notoria y, con Mascherano como stopper central, Argentina logró maniatar a Alemania y evitar que le generaran acciones de peligro durante la Gran Final. Tras siete partidos era más que evidente: la figura de Argentina era Javier Mascherano ya que sin él la estrategia sudamericana simplemente no hubiera surtido efecto.

Bastian Schweinsteiger, un rugido que ilumina el camino

Pero no solo Mascherano fue una figura táctica en el Mundial. Del lado del Campeón también se gestó un fenómeno similar al de la albiceleste. Mucho más técnico que "Masche", Schweinsteiger fue el eje táctico de Alemania y el gurú del carácter de toda una selección teutona. Llegando casi en un solo pie y con muchas dudas sobre su participación, "Schweini" no vio actividad en el debut alemán ante Portugal, pero fue más que necesaria su presencia en el segundo partido ante la siempre difícil Ghana.

Schweinsteiger fue el eje táctico de Alemania y el gurú del carácter de toda una selección teutona

Arrancando con Lahm como mediocentro, acompañado de Kroos y Khedira, Alemania se vio demasiado predecible ante Ghana y muy falta de ideas en la creación de juego, además de mostrarse frágil ante la lentitud de sus defensas y la terquedad de Löw de jugar con una línea de cuatro auténticos centrales. El partido se atoraba y Ghana se imponía 1-2 en le marcador, pero ahí apareció Schweinsteiger. Con su entrada, Lahm volvió al lateral derecho y Kroos ganó algo que tanto necesitaba: un escudero. Desde su ingreso, la idea de Schweinsteiger como mediocentro quedó clara: proteger a Kroos, generar salida y conectar con la zona ofensiva desde la plataforma central para generar profundidad.

Alemania sin Schweinsteiger
Alemanai con Schweinsteiger

Los movimientos de Schweinsteiger fueron claves en ambos sentidos tácticos. En ofensiva, "Fussballgott" generaba una salida limpia con balón dominado pero mucho más vertical y con mayor rudeza que Lahm o Kroos. Su corpulencia y carácter temerario hacían que tuviera mayor capacidad de resistencia a la presión, a la vez que su inteligencia táctica le permitía aprovechar la compañía de los interiores y de los laterales adelantados para no retroceder el juego hacia los centrales y perder profundidad. En defensa, proporcionaba un mayor gasto físico que el resto de volantes y se paraba por delante de los centrales para frenar las segundas oportunidades o los rebotes fuera del área, al mismo tiempo que también retrocedía para cubrir las espaldas de los zagueros cuando éstos se adelantaban para cortar la contra y eran superados.

Su inteligencia táctica le permitía aprovechar la compañía de los interiores y de los laterales adelantados para no retroceder el juego hacia los centrales y perder profundidad

De igual forma, Schweinsteiger entendería una idea parecida a la de Xavi en la mejor época de España: guardar la posesión sin arriesgarla en la zona más importante del campo. Jugando siempre a balón largo, "Schweini" no era el volante que buscaba al compañero más cercano, sino al más retirado. Sus cambios de juego, toques a la segunda opción de pase y la precisión en sus intentos le dio a Alemania un aire más fresco en su monopolización del esférico. Sin darse cuenta, los alemanes entendían que la posesión de balón se juega con miras al trazo más largo para evitar el robo en el toque corto y el contragolpe mortal del rival. Bastian lo entendía y, mejor aún, lo ejecutaba a la perfección, haciendo que el trabajo de nexo de Kroos fuera mucho más fluido y efectivo de tres cuartos de cancha hacia adelante.

Sin embargo, más allá de lo táctico, el aporte de Bastian fue uno mucho más importante para un equipo fino y talentoso, pero aún joven: el carácter. La imagen de Schweinsteiger sangrando en el extra tiempo de la final y de su esguince en un choque (coincidentemente con Mascherano) que le dejó el tobillo derecho seriamente lastimado le dieron la vuelta al mundo. El propio plantel reconocería que la garra del legendario "7" teutón sería una inspiración extra para el equipo. La forma en cómo gritó en cada partido, ubicó a sus compañeros y animó a no bajar los brazos dejó en claro que era un capitán más dentro del campo y una extensión psicológica de Löw sobre el césped.

La imagen de Schweinsteiger que resumió su vitalidad en la final ante Argentina. // (Foto de tve.com)

La valentía y el coraje también enamoran

Con todo el análisis post mundialista quedará la siguiente pregunta: ¿Hubieran llegado a la final Argentina y Alemania sin Javier Mascherano y Bastian Schweinsteiger? Tácticamente, la respuesta podría ser un rotundo "NO". Ni Argentina tiene un marcador tan polivalente y astuto como Mascherano, ni Alemania tiene un guerrero talentoso como Schweinsteiger. Sus labores en el desarrollo de cada partido, incluso, potenciaron las habilidades de sus compañeros. Es así como Kroos, Müller, Götze, Messi, Di María e Higuaín sacaron lo mejor de sí con dos escuderos que guardaron las espaldas de los talentosos. Su coraje, valor y entrega son postales que el mundo debe recordar en la historia de los Mundiales. Sin ellos, difícilmente el éxito de sus equipos hubiera sido alcanzado.