Tras concluir su último ejercicio de calentamiento, y luego de ver cómo sus compañeros corrían hacia la bocana del túnel para enfilar los vestuarios cumpliendo el ritual previo de cada partido, se preparó para una pequeña rutina con la que agradeció a Dios el privilegio de volver a sentirse portero. En un escenario tan vinculado a los sueños como Old Trafford, rodeado por miles de aficionados mancunianos, Víctor Valdés, el ave rapaz que hizo historia en Barcelona, volvió a hacer uso del maravilloso don de la teriantropía para convertirse en águila. Volvieron a aflorar esas cualidades que le llevaron a ser uno de los mejores porteros de la historia del fútbol español. Las cualidades del rey de las aves, el aleteo majestuoso de un gran portero que voló siempre con el ímpetu de un gran guerrero.

El domingo, en el Teatro de los sueños, el portero catalán que volvió a ser águila, dedicó un momento de agradecimiento más largo de lo habitual. Tras recibir la pelota en el calentamiento de su compañero David de Gea, sintió nuevamente esa emoción de emerger de las fauces de una portería, las sensaciones del aleteo rotundo, de cazar balones al vuelo. Hubo tantas dudas y momentos difíciles en los que el dolor fue como un cuchillo, que el hecho de volver a ocupar un banquillo, le hizo recordar de nuevo como latía el corazón del gran pájaro. Experimentó una vez más los ancestrales sentidos simbólicos del águila, esas alas de gran  pájaro que planean con suavidad, esa capacidad de intuición y anticipación en el aire, por el sendero del viento en el que un balón evita ser atrapado. Pues Víctor como muy bien dijo su compañero Pinto, refiriéndose a su regreso en términos de retorno del guerrero, de retorno a la lucha, siempre fue un águila, ave rapaz, símbolo de fuerza guerrera, luz que alumbró la carrera de un portero que se ganó palmo a palmo su ubicación entre las grandes leyendas del Barcelona.

La persistencia de Víctor ha sido una constante durante toda su carrera, las mieles del triunfo saben mejor cuando se ha tenido que entablar una batalla personal contra sí mismo y los elementos que rodean a tan especial y delicada demarcación del fútbol. Muchas veces ha reconocido Víctor que llegó a sufrir en sus inicios, a plantearse seriamente si su elección había sido la correcta. El guion de nuestras vidas es una sucesión de líneas apócrifas de nuestros sueños,  impulsado indefectiblemente por la energía de nuestra lucha. Sin lucha, persistencia y dedicación, jamás podría aflorar el talento y Víctor se ganó a pulso el respeto y el reconocimiento de todos.  

Quauhtli (águila) es el nombre del decimoquinto de los veinte signos del calendario azteca y el nacido bajo su influencia promete futuras cualidades guerreras. Sin duda Víctor nació bajo la citada influencia, y como luz vencedora de las potencias oscuras, era de esperar que saliera del brocal del pozo en el que ha permanecido luchando entre sombras durante todo este tiempo de ausencia. Valdés se pudo equivocar en las formas en alguna ocasión, pero de lo que jamás dudó nadie es de su tremenda calidad, su capacidad de superación y sacrificio. Por esa razón, en esta crónica imaginaria, en las maravillosas leyendas de la teriantropía y los libros Bestiarios, el retorno del guerrero, su planeo ágil sobre el gran fuego de Manchester y sus diablos rojos, representa una de las noticias más positivas del recién estrenado año.

En la mirada de Víctor, que es la del águila, vuelve a latir el ojo ígneo de la visión, sus guantes que son alas, dejaron de surcar crepúsculos para volar nítidamente sobre su acantilado preferido, ubicado entre la vertical del travesaño y la línea de gol, donde volveremos a verle lanzarse en picado sobre su presa favorita: el balón, paloma torcaz esférica con vida propia que le dio los mayores disgustos y alegrías de su brillante carrera deportiva. Víctor volvió a sentirse pájaro, se produjo el retorno del guerrero, Manchester ha recuperado a 'el Águila de Hospitalet', el fútbol a un gran portero.