Keller se fue. Tras una temporada y media de continuos tiras y afloja, de dudas, de falta de convencimiento, la directiva minera terminó de deshojar su margarita en favor del nuevo técnico Roberto Di Matteo. Un entrenador de corta experiencia, pero con una Champions ya en su poder. Al nuevo proyecto de Gelsenkirchen le tocaba dar su primer paso en casa, ante un irregular Hertha de Berlín. Los innumerables fichajes realizados por el cuadro capitalino continúan en proceso de adaptación y Luhukay parece no haber dado aun con la tecla exacta. Un equipo nuevo y otro encontrando su seña de identidad, en uno de los partidos más atractivos de la octava jornada de la Bundesliga.

De nuevo él

Pese a lo exigente del escenario, el cuadro visitante salió al verde del Veltins Arena con una apuesta muy ambiciosa. Los chicos de Luhukay plantearon una presión alta, complementada con una salida de balón lenta desde la defensa, con Hosogai incrustado entre la pareja de centrales. Esta maniobra obligó al Schalke a jugar en largo desde el inicio, algo que, si bien no les dio la superioridad en cuanto a posesión, si les otorgó las primeras oportunidades del partido. En esta tesitura, un nombre emergió por encima del resto durante el primer tramo de partido: Klaas-Jan Huntelaar.

La presión alta del Hertha obligó al Schalke a jugar en largo desde el inicio

Como ha demostrado en multitud de ocasiones, el holandés es probablemente el gran factor diferencial del club minero, hecho que volvería a quedar evidenciado. En apenas 20 minutos, el punta desperdició una oportunidad muy clara de gol, dejó un movimiento para el recuerdo, que posteriormente no acabaría en buen puerto, y adelantó a su equipo con un excelente cabezazo. Era el minuto 18 de partido, momento en el que, tras un par de llegadas locales, Draxler puso un magnífico balón al corazón del área para que Huntelaar, con un gran cabezazo, adelantase a su equipo.

El Schalke, muy cómodo a pesar de no tener el control total de partido, se adelantaba en el marcador, lo que rápidamente se tradujo en una clara bajada de líneas. Los de Di Matteo no tuvieron ningún reparo en ceder todo el peso del partido al Hertha, que continuó en su intento de elaboración desde la defensa. No obstante, este dominio, tanto territorial como a efectos de posesión, apenas asustó al Schalke más allá de algún saque de esquina, y el partido se fue al descanso sin más pena ni gloria.

Aroma Kellerista

La segunda mitad dio inicio con los mejores minutos de partido por parte de los dos equipos. Ambos conjuntos salieron del terreno de juego con más celeridad, tratando de llegar al arco rival por vías más rápidas y el partido entró en un impreciso intercambio de golpes. Ambos lo intentaban, pero las ocasiones no terminaban de llegar. Sobrepasado el minuto 60 de partido, una descontrolada cabalgada de Boateng concluyó con el balón en los pies de Draxler, quien, con el cuero en su poder, se paseó paralelo a la frontal hasta encontrar la oportunidad para sacar un disparo, ante el que nada pudo hacer Kraft tras rebotar la bola en uno de los defensores.

Con dos chispazos, de nuevo, el Schalke se colocaba en una posición muy ventajosa

Sin fabricar prácticamente nada, con dos chispazos, de nuevo, el Schalke se colocaba en una posición muy ventajosa. Al igual que en el primer tiempo, el tanto local provocó una cesión de terreno por parte minera. El Hertha, por su parte, movió banquillo. El grandullón Wagner y el efervescente Haraguchi hicieron su entrada en el campo con la intención de revolucionar el encuentro. No obstante, con el equipo azul bien replegado, los ataques capitalinos concluyeron una y otra vez en centros laterales, casi oblicuos, muy ventajosos para la zaga. El plácido final de partido minero marcó los instantes finales del partido, que concluyó para felicidad de su nuevo técnico.

Distinto director, misma sonata

Sin excesiva brillantez, gracias a dos chispazos de sus jugadores más determinantes, sin ser regulares en su juego ni mostrar excesiva superioridad, un Schalke más Kellerista de lo esperado se hizo con tres puntos importantes. A pesar de las dos semanas de trabajo, Di Matteo dejó pocos aspectos novedosos a analizar (4-4-2 en posición defensiva o el rol más centrado de Draxler), algo que no le arrebató la posibilidad de sumar una importante primera victoria. Los berlineses lo probaron, con más intención que mordiente, pero se fueron de vacío de un estadio que el martes vivirá un choque vital para los intereses del Schalke. El empate ante el Maribor convierte el próximo partido ante el Sporting de Portugal un verdadero match ball para el nuevo equipo de Roberto Di Matteo.