Apenas un mes desde su llegada a Gelsenkirchen, Di Matteo arrancaba una de sus semanas más decisivas en su estancia en el Schalke 04. En apenas cinco días, Wolfsburgo y Chelsea visitaban el Veltins Arena, en lo que suponía el primer matchball para el italiano, que de no lograr buenos resultados quedaría muy tocado en su cargo. Las dos últimas derrotas, frente a Sporting de Portugal y Friburgo, habían sido muy duras, y en el seno del club necesitaban ver una mejoría tras las dos semanas de parón por selecciones. En la acera opuesta, el primer contendiente, el Wolfsburgo de Hecking, llegaba a la Cuenca del Ruhr con un estado de ánimo totalmente opuesto. Nada más y nada menos que nueve victorias consecutivas de los lobos, que los sitúan segundos en la clasificación, a cuatro del líder Bayern.

Calamitoso

Si hubiera que definir con una sola palabra los primeros 25 minutos del Wolfsburgo en el Veltins Arena, esa sería calamitosa. Durante ese tiempo, los lobos volvieron a ser ese equipo del año pasado ingenuo, débil y endeble en defensa, capaz de conceder un gol con muy poquito, y el resultado no pudo ser peor. Tres errores clamorosos atrás y tres goles del Schalke, que encontró un premio excesivo con su novedoso planteamiento. Roberto Di Matteo decidió probar con algo nuevo. Un 3-5-2 muy italiano, con Neustädter como central derecho junto a Santana y Howedes, Uchida y Fuchs como carrileros muy largos y Huntelaar y Choupo-Moting arriba.

Tres errores de bulto hundían a los lobos con más de dos tercios de partido por jugarse

Y no arrancaron mal los lobos que, pese a jugar como visitantes, salieron dispuestos a proponer y dominar con la pelota. Pero los problemas no tardaron mucho en llegar. En el minuto 10, casi en la primera sucesión de pases mineros en campo rival, Kirchhoff alzó la vista, vio el espacio, y mandó un pase frontal bombeado a la espalda de Träsch. El lateral derecho del Wolfsburgo estaba completamente descolocado, y Choupo-Moting apenas tuvo que controlar y rematar a placer.Solo diez minutos después llegaría el segundo gol local, gracias a un pase al espacio y sin mirar de Boateng a Choupo-Moting, que de nuevo le ganaba la espalda a Träsch y Naldo, para acabar recortando al defensor y poniendo el 2-0. Pero la cosa no acabaría ahí, pues tres minutos después, Benaglio se tragaría una falta muy lejana botada por Fuchs, estableciéndose así el momentáneo 3-0.

Choupo-Moting fue una auténtica pesadilla a la espalda de Träsch| Imagen: Getty Images

De golpe y porrazo, tres errores de bulto hundían a los lobos con más de dos tercios de partido por jugarse. Pero el Schalke no estaba mostrando para nada una imagen de equipo sólido, hecho al que se agarró el Wolfsburgo transcurridos unos minutos de recuperación mental para reactivar su ímpetu. Los sajones se serenaron, no perdieron la calma y empezaron a controlar el partido como suelen hacerlo. Sin excesiva prisa, sin estar pendientes del resultado, tranquilos y la recompensa acabó llegando. Alrededor del minuto 37, De Bruyne filtró un gran balón a la zona izquierda del ataque, donde un desubicado Neustädter no fue capaz de cerrar la internada y el posterior pase de Perisic, que dejó la pelota mansa para que Olic redujera diferencias poco antes del descanso. Ese tanto del croata marcaría el final del ajetreado primer periodo.

Machada incompleta

El segundo tiempo arrancó con un cambio ofensivo por parte del Wolfsburgo. Dieter Hecking, con mayor o menor intención, señaló a Träsch retirándolo del terreno de juego y dio entrada a Hunt, por lo que Vieirinha pasó a ocupar el lateral derecho. Hecha la sustitución, los lobos saltaron al verde completamente volcados, encerrando al Schalke en su campo y monopolizando el juego y tiempo del partido. Por su parte el Schalke, aun con una renta de dos goles, dejó hacer a los visitantes. Poco a poco, los de Di Matteo fueron retrocediendo cada vez más, hasta posicionarse con un ultra-defensivo 5-4-1. El Wolfsburgo la tenía, la tocaba en campo rival, pero andaba algo espeso y falta de ideas. Únicamente Perisic, con un disparo de libre directo a unos 25 metros, fue capaz de meter el miedo en las gradas, pero su chut se marchó rozando la madera.

El Wolfsburgo la tenía, la tocaba en campo rival, pero andaba algo espeso y falta de ideas

A Hecking no le gustaba lo que veía, por lo que decidió dar un giro al ataque dando entrada al dinámico Malanda y a Nicklas Bendtner. Los cambios no tardarían en hacer efecto, y prácticamente en la primera pelota tocada por el danés llegaría el 3-2. Un balón en tierra de nadie, sin aparente peligro para la defensa, con el que se enredaron Santana y Howedes acabó en los pies de Bendtner, que remató a placer. Faltaban algo más de quince minutos para el final, y el partido sufría un vuelco, pues el Schalke, pese a lo conservador de su planteamiento, seguía sin ofrecer garantías en defensa.

El gol hizo crecer a los lobos, que empezaron a sitiar con más peligro la meta defendida por Fährmann. En el 85, un centro-chut de Hunt se iría muy pegado a la base del palo izquierdo, y casi con el tiempo cumplido De Bruyne, sacando fuerzas de donde no quedaban, completó una última cabalgada, se coló en el área y centró, pero el remate de Naldo se estrelló contra el larguero. Esa sería la última oportunidad del encuentro, que tras cuatro minutos de alargue, concluyó para el alivio de la grada.

Resultado ficticio pero tranquilizador

El Schalke, de nuevo con una idea de juego austera, pobre y simplona, supo aprovechar la calamitosa primera media hora del Wolfsburgo. Tres errores que condenaron a unos lobos, que pese a rozar el empate en los últimos instantes, cortan una asombrosa racha de nueve victorias consecutivas. El martes, el Schalke recibirá la difícil visita en casa del Chelsea, donde Di Matteo se juega el pase contra su exequipo. Por su parte, el Wolfsburgo recibirá en casa al Everton, con la esperanza de sumar en positivo y dejar casi sellada su clasificación.