Gloria y penuria han vivido a partes iguales la historia de un club que protagonizó una de las primeras bancarrotas en el mundo del fútbol en 1996, siendo rescatado y salvado de la desaparición por el Consejo General del Loire, el organismo gubernamental de esa región. De Larqué a Hammouma, de Platini a Aubameyeng, jugadores han pasado sin poder igualar los éxitos de los primeros, pues jugaron en la época más brillante del Saint-Étienne, pero los segundos tendrán hoy la oportunidad que el destino les debía, de volver a la gloria que tan bruscamente abandonaron por culpa de una pésima gestión.

Jean-Michel Larqué, el artífice de la hazaña del 76’

Toda historia de superación tiene un principal culpable. En este caso, el encargado de llevar al Saint-Étienne a su primera y única final europea, que perdió ante el mejor Bayern de Múnich de la historia, capitaneado por Franz Beckenhbauer, que estaba asistido por Rummenigge y Gerd Müller en el liderazgo del equipo, que arrasó durante años en Europa, llegando a ganar tres campeonatos europeos consecutivos.

El inicio de campaña en Europa para los verdes fue relativamente fácil, pues superaron por 1 gol a 5 al equipo de la capital de Dinamarca; el Copenhague BK, ganando por 0-2 en la ida y 1-3 en la vuelta, con dos goles del delantero francés, para asegurarse el paso a unos ocyavos de final que le cruzarían con el Glasgow Rangers, ahora desaparecido y refundado en la Third Division, el cuarto escalón del fútbol escocés, que les puso más problemas que los daneses. Con un balance global de 3-1 (2-0 en la ida y 1-1 en la vuelta) certificaron el paso a unos cuartos más que complicados para el mejor Saint-Étienne de la historia.

El gol de Larqué abrió las puertas de las semifinales a los verdes.

Se antojaba imposible. El Dynamo de Kiev, el equipo más potente de la Unión de Repúblicas Soviéticas en ese momento, cogió una ventaja más que cómoda en el partido de ida. Su feudo fue un fortín y consiguieron superar en dos ocasiones a defensa y portero visitantes para adelantarse en el marcador. Pero en esta temporada todo era posible. Ambiente de gala en el Stade Geoffroy-Guichard antes de empezar el partido, saltan los jugadores al césped, conscientes de la dificultad del reto. Concentrados en un sólo objetivo: la meta rival. El encargado de abrir paso fue, que abrió la lata del partido. Pocos minutos después, llegaría la oportunidad para Larqué, una falta en la frontal del área. Consciente de su responsabilidad en el equipo, demostró la importancia del liderazgo en un equipo y cogió el balón, convencido, apartando a sus compañeros con la mirada y lo plantó. Era un excelente lanzador de faltas, idolatrado por la afición, pero le faltaba ese gol clave para el club, ese que le hiciera perdurar tras las trece temporadas en las que se enfundó la camiseta verde. Alzó la mirada y cogió carrerilla. Avanzó hacia el balón y vio como un jugador rival dejaba un espacio en la barrera. Lo aprovechó y, para la sorpresa y alegría de los locales, el balón se coló en la portería soviética para colocar el segundo gol en el electrónico, que cerró Rocheteau, otro de los puntales del equipo, que culminó la remontada más importante de la historia del Saint-Étienne.

Llegaron los cuartos de final, y de nuevo Larqué fue el encargado de anotar el gol que más ha significado en la historia verde, pues les dio un billete hacia la final de Hampden Park, la primera con representante francés y la primera del Saint-Étienne. El partido de ida, que acabó con un solitario gol de Larqué fue más que suficiente, pues en la vuelta ninguno de los dos conjuntos consiguió superar al otro y el partido acabó con un empate a cero que supo a gloria para los franceses, que veían como se cumplía el sueño de una de las más grandes masas sociales del fútbol francés.

12 de mayo de 1976, Glasgow. Lleno absoluto en Hampden Park, estado propiedad del Queens Park Football Club, el único club escocés amateur. Los verdes se preparan para la cita más importante de la historia sin una de sus claves, Rocheteau. Delante, el Bayern de Múnich, con Franz Beckenhbauer, Karl-Henz Rummenigge, Gerd Müller y el invitado inesperado de esa noche, Franz Roth. Comenzó el partido y, con él, el último baile sobre los verdes propiedad de los finalistas europeos. Los verdes dominaban, pero un inesperado gol de Roth en el minuto 57 de partido terminó por hundir los ánimos de los verdes, que no volverían a sentir esa sensación, pero continuarían relajando sus ansias de títulos con victorias en la liga francesa, en la que pelearon durante los siguientes años, antes del declive final de una entidad profesional cuyo brillo se apagó durante tres décadas.

Michel Platini, la gran estrella verde

Técnico y habilidoso, el ilustre exjugador francés, recordado sobre todo por su paso por la Juventus, brilló y despuntó en el Saint-Étienne, equipo al que llegó tras cuajar siete grandes temporadas en el Nancy. Llegó en el 79, año de la retirada de Larqué del fútbol profesional -se marchó del PSG para jugar en el RC Paris, que entrenó a la vez-, en un Saint-Étienne marcado por la ambición de alzar la Ligue 1 otra vez. Los proyectos de Les Verts estaban encarados al éxito europeo, pero temporada a temporada fracasaban las aspiraciones verdes.

Platini: "Jugué en el mejor equipo de Lorraine (Nancy), en el mejor de Francia (Saint-Etienne), y en el mejor del mundo (Juventus)"

Controlaba el balón, alzaba la vista, superaba a un rival y disparaba, siempre con el mismo objetivo, verse las caras con su amado gol, su inseparable pareja de baile durante toda su destacada carrera. Necesitaba encontrarse con él para sentirse a gusto y seguir siendo el Michel Platini que deslumbró al mundo entero con su calidad con el balón en los pies, la facilidad con la que se deshacía de los rivales y la admirable habilidad para el regate que poseía. El astro francés consiguió algo que ninguno de los capitanes de los próximos 32 lograría: levantar un título con la camiseta verde: la Ligue 1 de la temporada 1980/81, el úlitmo "gran título" de la historia de la entidad.

Veinte veces se citó con su amado gol en el título liguero en los 35 partidos que disputó, en su mejor temporada como jugador de uno de los más laureados clubes de Francia. La temporada le sirvió para, a la vez, asentarse en el equipo nacional de Francia, del que sería una pieza clave durante toda su estancia. La temporada siguiente, la última del Saint-Étienne entre los dos primeros, anotó 22 goles en 36 partidos, que fueron finalmente insuficientes para conseguir revalidar el título en el último año del francés en el equipo verde, marchándose ese verano, el de la explosión de la grave crisis del Saint-Étienne, a la Juventus de Turín.

Del cielo al infierno...

17 de mayo de 1982. Roger Rocher anuncia su dimisión al frente del Saint-Étienne, siendo este el inicio de la fallida definitiva del club verde. El expresidente acabaría entrando en prisión nueve años después por impagos a los jugadores, dejando entrever definitivamente los gravísimos problemas económicos que atravesó la entidad.

La temporada 83/84 fue dramática para el club. Sólo tres años después de alzar a los cuatro vientos el título de la Ligue 1, veía como su participación en la competición se vería cortada durante, como mínimo, un año. Al final de la temporada, que se antojaba más o menos tranquila, el club verde certificó su descenso a la segunda división del estado francés, la Ligue 2.

El equipo buscó volver a la élite a toda costa, sin importar el precio, para volver a ganarse la confianza de una afición que se vio muy mermada después de aquel descenso que acabaría siendo el destapante de los problemas económicos. En 1986, dos temporadas después del descenso, el ASSE volvió a la Ligue 1, marcando el déficit más importante de su história, que perduraría durante los siguientes años sin la posibilidad de disminuirlo, pues se mantuvo e incluso aumentó en aguna temporada.

La quiebra definitiva fue en 1996. Una entidad histórica, con diez títulos de la Ligue 1 a sus espaldas, se veía al borde de la desaparición, que parecía inevitable, hasta que el Conseil Général de la Loire, máximo organismo de la región del Loire, llegó a un acuerdo para rescatar al club, que evitaría así la desaparición y acabaría reflotando para conseguir la estabilidad económica a base de una política de fichajes prudente, sin exceder en los precios de compra y vendiendo a los jugadores que despuntaban a los equipos grandes. Pocos ilustres pasaron por el Saint-Étienne durante esa época, siendo Laurent Blanc probablemente el más conocido, militando entre 1993 y 1995.

André Laurent | asse-live.com

... y viceversa

Tras años de penúria, la oportunidad ha llegado a los verdes. La final de la Coupe de la Ligue abre un abanico de posibilidades a un club que lleva más de seis lustros sin ver un nuevo título importante en sus vitrinas. Tras cuajar una magnífica campaña en todos los aspectos, el Saint-Étienne se ha convertido en el equipo revelación de la temporada, con Pierre-Eric Aubameyang llevando las riendas del equipo, buscarán hacerse con una competición en la que Romain Hammouma, otra de las estrellas de los verdes, ha brillado, siendo su máximo goleador.

Yohan Mollo celebrando un gol | Foot 01

Claves infinitas para volver a sentir, volver a sonreír con un título que les ha costado sudor, sangre y sobre todo sufrimiento, pues la llegada a la final de París no fue fácil. En las semifinales, un seguro LOSC Lille les esperaba. El resultado final fue de 0-0 y se tuvo que decidir en los penaltis. Los dos primeros lanzamientos entraron en la portería, pero en el tercero -segundo del Saint-Étienne-, el partido se puso en contra de los verdes. Llegaba al balón Yohan Mollo, que prácticamente debutaba en ese partido. Miró a la portería y avanzó hacia el balón. Víctima de los nervios, el jugador, que se marchó de la Ligue 1 hacia el Granada con la etiqueta de 'el Cristiano Ronaldo francés', acabando decepcionando a los granadinos, tenía una oportunidad de oro para volver a la élite del fútbol francés que acabó desaprovechando, ya que su disparo se marchó a las nubes, provocando la burla de los aficionados rivales.

Todo transcurrió con normalidad hasta el quinto penalti para el Lille. Tenían la oportunidad de marcar el penalti definitivo, pero acabarían desaprovechando una oportunidad que les condenó. Ruffier, bajo palos, fijó su mirada en el jugador rival, sin quitar ni un instante la vista sobre él. Cuando el balón salió disparado, el cancerbero no adivinó la dirección del penalti, pero el disparo débil acabó por golpear en el larguero. Caras amargas en el Lille, que veían como se apagaba la máxima oportunidad que tendrían en esa ocasión, mientras el Stade Geoffroy-Guichard se levantó para celebrar que su equipo no estaba vencido. Tras lanzar dos penaltis más en la tanda, llegaría el definitivo para la alegría local. Otra vez Ruffier bajo palos, con la mirada fija en el jugador encargado, Gueye. Los nervios pasaron factura al centrocampista, pues su impacto en el balón no fue preciso y este se marchó por encima de la portería del Saint-Étienne, que se clasificaba para la final más importante de los últimos años, que les puede devolver a la élite.

Y es que, como dijo Rick Blaine en la película Casablanca; 'siempre les quedará París'.

Fotos interiores: asse-live.fr