Dicen que a veces es necesario morir para renacer. Podar para reforzar el crecimiento. Finalizar para empezar de cero. 17 de noviembre de 1993. Esa fue la fecha clave para la mejor generación de la historia del fútbol francés. El día que el castillo de naipes de Cantona y Ginola se derrumbó en un cataclismo que marcó el nacimiento de uncampeón del mundo cinco años más tarde.

Montaña rusa, montaña francesa

La historia de la selección francesa de fútbol ha estado marcada por los altibajos. Brillantez alternada con declive. El primer momento álgido de les Bleus en un Mundial se vivió en Suecia 58. Francia llegó a semifinales, donde cayó contra la campeonaBrasil. Su trío atacante fue la sensación azul en el torneo. Raymond Kopa, Roger Piantoni, pero sobre todo un Just Fontaine que anotó 13 tantos (récord de goles en un Mundial) llevaron a al equipo galo hasta su mejor clasificación de la historia en una Copa del Mundo.

El 17 de noviembre del 93, el fútbol francés tocó fondo en el Parque de los Príncipes. (Foto: La República).

Después de esos éxitos llegaron 20 años de declive en los que Francia no se clasificó para torneos de tanta entidad como los Mundiales del 62, 70 y el 74. En los torneos que sí estuvo, su participación fue paupérrima, quedándose en las fases previas en el 66 y en el 78.

Del carré magique a la hecatombe

Fue en España 82 donde Francia volvió a rendir al máximo nivel en una Copa del Mundo. Lo hizo de la mano de su capitán, Michel Platini, un futbolista absolutamente irrepetible. El centrocampista de la Juventus lideró una generación extraordinaria, que llegó a semifinales en aquel Mundial y que alcanzó su clímax dos años más tarde,ganando la Eurocopa del 84 en su país. El actual presidente de la UEFA hizo nueve goles en aquel torneo. Tres con la derecha, tres con la izquierda y tres de cabeza, en una de las mayores exhibiciones individuales de todos los tiempos.

Pero aquel equipo de Michel Hidalgo no era solo Platini. Aquel centro del campo destilaba poderío. El legendario carré magique (cuadrado mágico) conformado porLuis Fernández, Tigana, Giresse y el propio Le Roi, marcó el ritmo en infinidad de encuentros en aquella primera mitad de la década de los 80.

Platini celebra el tanto que anotó contra Brasil en los cuartos de final del Mundial de México 86. (Foto: Getty Images).

Al Mundial del 86, Francia llegó como firme candidato. Los campeones de Europa unieron a Jean Pierre Papin a su ya de por sí espectacular plantilla. El duelo del Calcio entre Platini y Maradona se trasladó a una Copa del Mundo que el mejor jugador de la historia ganó casi él solo. Pero la actuación de Les Bleus estuvo a la altura, eliminando a la poderosa Brasil en cuartos para acabar claudicando de nuevocontra Alemania en semifinales. Tras derrotar a Bélgica, el equipo azul consiguió latercera plaza, mejor resultado histórico de la selección del gallo hasta aquel momento.

A pesar del buen papel, la sensación en el país vecino era que una oportunidad como aquella era prácticamente irrepetible. Una generación extraordinaria entraba en su ocaso con un tercer puesto mundial y un título europeo como bagaje. Sabor agridulce cuando se piensa que aquel equipo pudo haber sido campeón del Mundo en el 82 o en el 86. Esos presagios empezaron a confirmarse en los siguientes ocho años, en los que Francia se quedó fuera de la Eurocopa del 88 y de los Mundiales del 90 y 94 y cayó eliminada en la primera fase del Campeonato Europeo del 92.

Parecía que nunca se podría superar la Francia de Platini...

El declive llegó a su punto más bajo cuando Francia perdió echó a perder una clasificación encarrilada y confirmó el desastre: Les Bleus no jugarían el Mundial del 94 en Estados Unidos. En el penúltimo partido, los galos perdieron contraIsrael tras ir ganando 2-1 hasta el 83. La catástrofe se confirmó en el Parque de los Príncipes, cuando el equipo de Ginola yCantona cayó contra Bulgaria y se quedó fuera de la cita mundialista, causando una gran conmoción en el país vecino.

La resurrección

El hombre elegido para sacar a Francia de los infiernos fue Aimé Jacquet. El nuevo seleccionador llegó con una idea muy clara: los tiempos de “intentar hacer un buen papel” en los torneos se habían acabado. El técnico de Sail-Sous-Cozan cogía la selección del gallo para ser campeón y para ello optó por afrontar una regeneración en la que un grupo de jóvenes ambiciosos eran la clave para llevar a Francia a tocar metal.

El objetivo estaba claro: la Copa del Mundo de 1998 que se celebraría en su país. Jacquet formó un bloque capitaneado por Didier Deschamps, con jugadores que venían jugando en la selección como Petit, Blanc oDesailly para aportar experiencia y con jóvenes talentosos como Djorkaeff, Dugarry, Henry, Lizarazu, Barthez, entre otros. Pero un nombre sobresalía por encima de todos. El jugador franquicia, el líder que hacía jugar a todo el equipo, el factor diferencial.Zinedine Zidane. La estrella emergente en el Girondins de Burdeos era el elegido para llevar a los azules a las cotas más altas de su historia. Era el elegido para convertirse en leyenda.

...hasta que apareció la de Zidane

La Eurocopa del 96 en Inglaterra era una prueba ideal en la progresión de la selección hacia su Mundial. Una actuación muy completa llevó a Francia hasta semifinales, tras diez años sin alcanzar el penúltimo escalón en un torneo. Aquel equipo ofreció retales de la apisonadora azul a punto de nacer.

Ejemplo deportivo, ejemplo social

Pasaron dos años de pruebas y de amistosos. Cada concentración era una sesión psicológica de autoconvencimiento. Cada entrenamiento, un fortalecimiento de los lazos entre compañeros. Cada partido, un ejemplo del crisol multicultural que existe en la sociedad francesa. Aimé Jacquet conformó un bloque con futbolistas de orígenes variopintos. De los 22 jugadores azules que jugaron el Mundial del 98, solo 8 tenían padres franceses: Barthez, Charbonnier, Petit, Dugarry, Deschamps, Blanc y Guivarch. El resto pertenecían a la nueva realidad nacional. Empezando por su máxima estrella. Los padres de Zidane eran argelinos. Djorkaeff, de origen armenio y Trezeguet argentino.Desailly nació en Ghana, Karembeu en Nueva Caledonia y Thuram en la isla deGuadalupe, misma procedencia que Henry. Les Bleus eran un modelo de convivencia y de integración racial para una sociedad francesa que vivía (y vive) problemas de inmigración. La nueva Francia multicolor era una realidad y su selección de fútbol el ejemplo de que la lucha por objetivos comunes es posible, sea cual sea el color de la piel.

Ejemplo de integración multirracial. (Foto: Eurosport).

12 de junio de 1998. La hora de la verdad. Había llegado el momento de poner a prueba el convencimiento y la voluntad del grupo de Jacquet. Francia debutó en su Mundial en el Velódrome de Marsella contra Sudáfrica. La selección multirracial en la ciudad más multirracial. Sin embargo, La Marsellesa nunca sonó con tanta fuerza.Les Bleus aplastaron a los africanos con un 3-0 claro, en una declaración pública de sus intenciones privadas. Dugarry, Henry, e Issa en propia puerta, hicieron los goles.

Piedras en el camino

Tras el gran debut, a Francia le tocaba jugar en Saint Denis. El nuevo estadio, construido para aquel Mundial, era un símbolo más en la renovación del equipo galo.Arabia Saudí era el rival, que fue aplastado por 4-0 por los anfitriones. Henry volvía a marcar, como ya lo hiciera en el debut, y esta vez por partida doble. Trezeguet yLizarazu completaron la goleada y sellaron la clasificación a octavos de final.

Pero no todo fue de color de rosa en el choque contra los saudíes. Zidane fue continuo objeto de faltas y juego brusco, ante la permisividad arbitral. Tras recibir la enésima patada, Zizou perdió los papeles y pisó a un rival. El árbitro no dudó y le mostró latarjeta roja. El diez sería castigado con dos partidos: el último de la primera fase contra Dinamarca y el de octavos contra Paraguay. Duro golpe para Francia.

De los 22 campeones del Mundo, solo ocho tenían padres franceses

El último choque de la liguilla fue en Gérland,Lyon, contra Dinamarca. La selección gala fue capaz de ganar, con muchos suplentes en el once, dejando claro una vez más la unidad de aquel grupo. 2-1 con goles de Djorkaeff y Petit, que dejaron el tanto de Michael Laudrup en anécdota y en el primero de los dos únicos tantos que Francia encajó en el Mundial.

Rondas del KO llenas de sufrimiento

La magia de Zidane, el dinamismo de Djorkaeff, la profundidad de Henry o elrecorrido de Petit eran las armas ofensivas de Francia. Sin embargo, la selección gala basó su éxito en un férreo sistema defensivo, con una maravillosa línea de cuatro conLizarazu, Blanc, Desailly y Thuram y un portero fantástico como Barthez. Un bastión inabordable, base de un equipo sólido, rocoso, competitivo. La selección azul solo encajó dos goles en todo el torneo.

Pero no solo a nivel defensivo fueron básicos los jugadores de la retaguardia francesa. En octavos de final, en un partido trabado contra Paraguay en Lens, Laurent Blancapareció en la prórroga para anotar el gol de oro en el minuto 114 que llevó al equipo galo a cuartos de final contra Italia. Chilavert fue un muro durante los 90 minutos. El guardameta paró todos los envites azules que Ayala y Gamarra no pudieron frenar. Enorme. Finalmente tuvo que claudicar ante el gol del central que hizo saltar del banquillo a Zidane, vestido de calle, sin uñas por el sufrimiento.

En la antepenúltima ronda, Francia volvió a Saint Denis para jugar un clásico europeo contra Italia. Otro partido cerrado, sin espacio para la magia, que se decidiría en detalles. Competición. Zizou volvió al equipo, pero no pudo desestabilizar a la potentesquadra azzurra. Del mismo modo, la defensa francesa puso candado a la portería local. Con un miedo enorme a perder se llegó a la tanda de penaltis. Era el momento deFabian Barthez. La hora de responder a los críticos que pensaban que Lama debía ser titular había llegado. El guardameta del Mónaco se quitó las espinilleras, se bajó las medias y afrontó su momento con entereza. Tras el error de Lizarazu, la presión era máxima, pero el portero francés detuvo el disparo de Albertini. El acierto en ambos equipos prosiguió hasta el último penalti. Blanc marcó y le dejó toda la presión a Di Biagio, que no pudo soportarla y estrelló el balón contra el larguero. Francia era semifinalista.

El 8 de julio del 98, Lilian Thuram hizo el partido de su vida. (Foto: Le Figaro).

Les Bleus habían igualado el mejor resultado de sus antecesores en un Mundial, llegando a semifinales. Pero para aquel bloque no era suficiente, solo el título le valía a Jacquet y a sus chicos. Sin embargo, Francia tenía preparada una emboscada en el penúltimo partido. Croacia era la revelación del torneo, con Davor Suker, máximo goleador del mismo, en estado de gracia. Su vistoso fútbol había aplastado por 3-0 a Alemania en cuartos. La pegada del delantero estaba acompañada de la magia deZvonimir Boban y Robert Prosinecki. El reto era mayúsculo, pero una derrota no se contemplaba. Los anfitriones no podían perder contra una selección sin nombre en el panorama internacional, y menos aún en un Sant Denis lleno hasta la bandera empujando.

"Mañana vas a hacernos Campeones del Mundo", Blanc a Zidane la noche previa a la final

Esa presión atenazó a Francia en el primer tiempo. Croacia dominó la pelota y las ocasiones. Toda esta superioridad se tradujo en un gol de Suker. El equipo balcánico estaba por delante y los locales, por primera vez en el torneo, contra las cuerdas. Pero en la segunda parte todo cambió. Los azules se dejaron llevar y Thuram se erigió en héroe. Nuevamente un defensa aparecía para guiar al equipo galo. El lateral empató al principio del segundo tiempo, lo que desató a los hombres de Jacquet. En el 69 volvió a marcar para culminar la remontada. Francia iba a jugar la primera final de la Copa del Mundo de su historia.

Los grandes partidos son de los grandes jugadores

El proceso iniciado por Aimé Jacquet cinco años antes había llegado al último paso de su plan de ruta. La final soñada contra los actuales campeones del mundo. Brasil sería el rival de Les Bleus en Saint Denis. La efervescencia en todo el país vecino era enorme. Ilusión. El autobús del equipo fue acompañado por millares de franceses durante todo el trayecto hasta el estadio. Era el momento álgido. Había llegado la hora del mago. La hora de Zinedine Zidane.

Francia metió el primer gol de la final sin empezar el partido, cuando atronó La Marsellesa. Emocionante.

La noche previa, Zizou no podía dormir, dándole vueltas al partido. En ese momento, Laurent Blanc, que no iba a poder jugar la final por sanción, entró en su habitación y le dijo: “¿Lo sabes no? Mañana vas a hacernos campeones del Mundo”. El defensa lo sabía. El mundo del fútbol lo sabe. Los partidos especiales son para jugadores especiales. No hay un partido más especial que una final de Copa del Mundo y, probablemente, no había un jugador más especial que Zidane en aquel momento.

Todo el ambiente de efervescencia explotó en la previa del partido, cuando La Marsellesaatronó en Saint Denis. Ya no había presión, ni ataduras, ni miedo. Francia salió sin cadena y apabulló a Brasil desde el minuto uno. Una intensidad desatada, una voluntad inquebrantable y un mago que quería dejar su sello en el campeonato más importante del planeta fútbol. Desde el principio Zidane quiso la pelota, tocaba todo, aparecía en todas partes, su influencia inundaba todo el verde en aquella noche veraniega del 12 de julio de 1998.

Zizou cumplió el vaticinio de Blanc. (Foto: FIFA).

Pero sus goles no llegaron de prodigiosas jugadas individuales, ni de inapelables disparos, ni siquiera de certeras combinaciones colectivas. Zidane desequilibró el choque en dos saques de esquina. En dos remates de cabeza. En dos goles anodinos en cualquier otro partido, pero no en una final. Primero desde la derecha, en el minuto 27. Luego desde la izquierda, al filo del descanso. Zizou firmaba un 2-0 al descanso que plasmaba la superioridad local.

En el segundo tiempo, el desarrollo cambió. Francia dio un paso atrás y blindó su portería. Después del factor Zidane, la fortaleza defensiva era el arma elegida para alzar la Copa Jules Rimet. Brasil no pudo inquietar a Les Bleus y fue Petit el que puso la puntilla al partido en una contra en el último minuto. El 3-0 era un resultado redondo que daba la primera y única estrella en el pecho de la camiseta azul.

Resultados de Francia en el Mundial de 1998

Fecha Sede Fase Partido
12 de junio Marsella Primera Fase Francia 3-0 Sudáfrica
18 de junio París Primera Fase Francia 4-0 Arabia Saudí
24 de junio Lyon Primera Fase Francia 2-1 Dinamarca
28 de junio Lens Octavos Francia 1-0 Paraguay (gol de oro 114')
3 de julio París Cuartos Francia 0 (4) - (3) 0 Italia
8 de julio París Semifinales Francia 2-1 Croacia
12 de julio París Final Francia 3-0 Brasil

Misión cumplida. Todo lo que Aimé Jacquet imaginó cuando se hizo cargo de la selección francesa tras el cataclismo del 93, se había hecho realidad. Francia era campeona del Mundo. Lo era con un bloque joven, sólido y multirracial. Solidario. Con la satisfacción del deber cumplido, el seleccionador dejó su cargo en manos de su ayudante Roger Lemerre, que dio continuidad a su proyecto ganando la Eurocopa del 2000. Después de alzar dos títulos consecutivos, la inestabilidad volvió a la selección gala. Eliminados en la primera fase del Mundial de 2002, en un histórico fiasco, volvieron a emerger en 2006 para llegar a la final de la Copa del Mundo de Alemania, en el canto del cisne de Zidane. 2010 vio un nuevo fracaso de Francia, eliminada en la primera fase en medio de un clima convulso de confrontación entre el seleccionador Domenech y los futbolistas.

Es una incógnita el rendimiento que Francia puede ofrecer en el Mundial de Brasil.Didier Deschamps, capitán del equipo campeón del 98, es ahora el seleccionador. También hay un bloque de jugadores jóvenes. Habrá que ver que cara de sus tradicionales altibajos ofrecen Les Bleus este verano. Si la del fracaso de los últimos años, o la del éxito, representada en el equipo campeón del Mundo de 1998, que permanecerá incrustado para siempre en el imaginario colectivo francés.