Pese a no alcanzar el recuerdo de la memoria una imagen del banquillo del Arsenal sin Arsène Wenger, el pasado del técnico de Estrasburgo se remonta más allá de los límites del cañón del antiguo Highbury. Tras iniciar su andadura como técnico en 1981 en las categorías inferiores del club de su cuidad natal, donde pasó dos años, Arsène se marchó rumbo a Cannes para asistir en sus funciones a Jean-Marc Guillou.

Pero pronto quiso volar solo, ansiando la tutela de un equipo de primer rango. Fue el AS Nancy el primero en darle esa oportunidad en 1984. Sin embargo, los éxitos no acompañaron al técnico galo en una etapa que terminó tres años más tarde con el descenso del club a la segunda división del fútbol francés.

El aterrizaje de Wenger en Mónaco

Este sinsabor en sus primeros pasos como entrenador le sirvió, pese a todo, para firmar por el Mónaco. Con menos de cuarenta años en su haber, la joven y fina figura de Arsène Wenger desembarcaba en el Principado. Hambriento de títulos y de hacerse un hueco en el salón de la fama monesgaco, no tardó más de una temporada en celebrar su primer trofeo, el título de Liga conquistado en la campaña 1987/1988.

Wenger levanta la Copa de Francia 1991.
Foto: L'Equipe.

Con el técnico alsaciano en el banco, el Mónaco comenzó a abrirse las puertas de Europea, alcanzando cotas nunca antes divisadas. Pese a perder la final de la Copa de Francia ante el Olympique de Marsella, el conjunto del Principado alcanzó los cuartos de final de la Copa de Europa, allí donde el Galatasaray turco cerraría las puertas a la coronación de Wenger.

​Sin éxito en la competición doméstica en las temporadas posteriores, el Mónaco apeló entonces a la escapatoria de las competiciones europeas, donde el club monegasco rozó el cielo de la mano de Wenger en la campaña 1993/1994.

Tras proclamarse campeón de la Copa de Francia ante el Marsella en 1991, el destino quiso poco después que los rojiblancos disputaran la recién estrenada Liga de Campeones. Con el Olympique de Marsella, descalificado, el Paris Saint-Germain renunció a su participación en la máxima competición continental, empujando al Mónaco hacia ella.

El comienzo del fin

Ahogado en la novena posición liguera, el Mónaco encontró en la Liga de Campeones la competición donde ahogar sus penas, hasta el punto de convertirlas en benditas. El conjunto monegasco fue sobrepasando barreras hasta plantarse en semifinales. Steaua de Bucarest y AEK de Atenas sucumbieron en octavos y dieciseiavos de final, mientras que Spartak de Moscú y Galatasaray lo hicieron en la liguilla de cuartos, donde certificaron su pase el conjunto francés y el Barcelona.

Entonces, el Milan de Fabio Capello se cruzó en el camino Emmanuel Petit, Youri Djorkaeff o Jürgen Klinsmann, entre otros. El francés Marcel Desailly, Albertini y Daniele Massaro apearon al Mónaco de la Champions League, hundiendo el sueño monegasco y de Arsène Wenger. De esta manera se inició el fin del técnico alsaciano en el club galo. Un mal inicio de la temporada posterior acabó con el despido de Wenger, príncipe de Mónaco sin la corona de Europa.