Los mejores años de Johan Cruyff como futbolista ya habían pasado. Durante la práctica totalidad de la década de los 70' había sido uno de los mejores jugadores del planeta. A comienzos, sin duda alguna, era el mejor. Pero esos días ya quedaban lejos. Cuando los 80' echaban a andar, sus imágenes levantando títulos con la camiseta del Ajax se veían ya como algo de un lejano pasado. Un lustro en Barcelona, una aventura americana que duró tres campañas, y un efímero paso por el Levante dejaban patente que el holandés se encontraba, por aquel entonces, más cerca de la retirada que de revivir sus mejores tardes. Pero nada más lejos de la realidad.

Con treinta y cuatro años Johan regresó a Ámsterdam. Era la campaña 81/82. El conjunto ajacied contaba, cómo no, con una nueva hornada de talentos.  De entre ellos destacaban dos. Frank Rijkaard, que disputaba su segunda campaña con el primer equipo del Ajax. Y Marco van Basten, que debutaba. La idea era que estos jóvenes de futuro esperanzador se empaparan de las enseñanzas de Cruyff que a la vez debía ir aprendiendo  la forma de guiar a esos chicos a lo más alto, pero desde el banquillo. Su regreso al equipo de toda su vida tenía el claro fin de su inclusión en la parcela técnica a no mucho tardar.   

El experimento funcionó desde el principio. El Ajax estuvo toda la temporada en los puestos altos de la tabla y de febrero a mayo encadenó trece victorias consecutivas que les sirvieron para llevarse el título de campeón de la Eredivisie. De hecho, permaneció invicto desde la décima jornada hasta el final del campeonato. Veinticuatro encuentros en total. El año se cerró, además, con 117 goles a favor, cuarta mejor marca histórica de la competición, segunda en aquel momento.

Las cosas funcionaban a las mil maravillas. De hecho al año siguiente la cosa fue aún mejor. En la temporada 82/83 el torneo de la regularidad fue una réplica exacta al anterior. Invictos desde la décima jornada hasta la última, se reeditó el título. Además en la KNVB Beker se llegó a la final, donde se midió al NEC Nimega, por aquel entonces en la Eerste Divise. Como era de esperar, el Ajax ganó el torneo anotando Cruyff el último tanto de la eliminatoria disputada a doble partido. Fueron los definitivos, gol y encuentro, con los amsterdamers. Y él lo sabía.

Un viaje inesperado

Desde meses atrás, la directiva del Ajax había intentado convencer a Cruyff para que esa campaña fuera la última como jugador. A la siguiente debería aproximarse al cuerpo técnico de Aad de Mos para terminar cogiendo él las riendas pasado cierto tiempo. Sin embargo Johan aún se sentía joven y con fútbol aún en sus botas. Desavenencias económicas también influyeron pero lo que no podía consentir de ninguna manera es que se dudara de su capacidad para seguir siendo un jugador importante sobre el césped. Así le permitió a su agente sondear el mercado en busca de ofertas llegando a buen puerto la más difícil de todas las opciones. Cruyff fichó por el Feyenoord. De esta manera, cuando marcó gol en la final de la copa, ya sabía que sería el último con la camiseta del Ajax. Su futuro estaba en Rotterdam. Para la historia de aquella temporada de la despedida, la invención del penalti indirecto. Una más de sus genialidades.

En la temporada 83/84 se cumplían diez años desde la última vez que los de De Kuip ganasen la Eredivisie. De hecho desde entonces únicamente habían podido celebrar la KNVB Beker de 1980. Demasiado tiempo para el club. Gerard Kerkum, llegado un año antes a la presidencia, quería reverdecer viejos laureles y no dudó en contratar a la mayor leyenda del máximo rival a pesar de que contara con 36 años. Su experiencia sumada al potencial del fichaje estrella realizado la campaña anterior, Ruud Gullit, auguraban éxitos.

El curso empezó de maravilla para el Feyenoord. Goleada a domicilio al Voledam y dos manitas a favor en casa ante el Helmond Sport y el Fortuna Sittard. Invictos en las seis primeras jornadas, para entonces, ocupaban la segunda plaza. Así llegó el partido de la temporada. De Klassiker. Para sumarle más emoción si cabe, el Ajax era líder únicamente por diferencia de goles con los de Rotterdam. La oportunidad se presentaba perfecta para Cruyff que podría demostrar a sus antiguos dirigentes lo equivocados que estaban. Sin embargo, pasó todo lo contrario.

La visita a Ámsterdam fue un fracaso del que regresaron con un saco de goles en contra. Ocho en total por tan sólo dos a favor. A pesar del tremendo varapalo, un Cruyff extrañamente sosegado, pero como siempre altivo, dijo que lejos de ser una sonora decepción, saldrían reforzados y que no le importaba esta derrota puesto que ganarían la liga. Nadie le creyó.

A pesar del gran borrón, el equipo continuó con lo que había sido la temporada hasta entonces. Rápidamente se olvidaron del descalabro y el Feyenoord fue encadenando partidos, victorias y goleadas. Catorce jornadas después ocupaba el liderato y tocaba visitar el Oosterpark para enfrentarse al Groningen. En teoría, una salida no muy complicada. Sin embargo se perdió por la mínima. Y al fin de semana siguiente había que recibir al Ajax.

Una vuelta entera había pasado y muchas cosas habían cambiado. La más obvia la posición en la tabla. Ahora, los de Ámsterdam eran segundos tras el equipo de Cruyff. Además, tan sólo unos veinte días antes, en los octavos de copa se habían cruzado echando fuera del torneo el Feyenoord al Ajax. La eliminatoria no fue sencilla y los de Rotterdam tuvieron que vencer en el partido de desempate para dejar a los ajacied en la cuneta. Así, todo eran buenas sensaciones para el partido liguero que les enfrentaba en la segunda manga del campeonato.

El 26 de febrero de 1984 De Kuip se engalanó para recibir al Ajax. Si se ganaba este partido, el camino hacia el título estaría despejado. Y esta vez la venganza de Cruyff no quiso esperar. Con su equipo ya por delante en el marcador, suyo fue el 2-0 que subió al electrónico aquella tarde. El Ajax recortó distancias y Johan tuvo que abandonar el terreno de juego con molestias. Sin embargo, dos goles más de su equipo no dieron pie al posible error. El partido terminó con un rotundo 4-1 para el Feyenoord.

La Eredivisie regresa a De Kuip

Los siguientes once partidos se saldaron con ocho victorias y tres empates para los de Rotterdam que, a falta de una jornada para el final del campeonato, certificaron su título de campeón de la Eredivisie diez años después. Aquel 6 de mayo ante el Willem II, los  de Rotterdam se dieron un homenaje endosando una manita a su rival con Cruyff en plan estelar. Johan ya no corría como antes, pero todo lo que hizo aquella tarde dejó patente la calidad que siempre había atesorado. Un gol, varias ocasiones claras, repertorio de taconazos, dos asistencias y un balón a la madera. No estaba mal para un jugador al que un año antes quisieron retirar.

Gran parte del partido se jugó con el campo absolutamente tomado por la afición del Feyenoord. De hecho, cuantos más goles iban cayendo a favor de los de Rotterdam el cerco de sus seguidores se iba estrechando aún más. El pitido final sonó con todo el público respetando únicamente las líneas de banda y fondo. Cuando el árbitro dio por finalizado el choque la gente corrió al centro del campo con Cruyff corriendo hacia vestuarios difuminado entre la masa. Un encuentro después terminaría la temporada. La última de Johan como jugador. Y lo hizo por la puerta grande. Triunfante y cuando él quiso.

Esta fue la última gran hazaña de Johan Cruyff como futbolista. Meses después regresaría a su casa, al Ajax, como director deportivo para terminar iniciando su carrera como entrenador con el arranque de la temporada 85/86. Una nueva faceta con la que terminaría cambiando la historia del fútbol a través de su magisterio en una ciudad situada a miles de kilómetros al sur de Ámsterdam. Barcelona.